No estoy mintiendo si digo que esta probablemente haya sido la película que esperaba con más ganas este año. No debo haber sido el único, porque lo cierto es que El ejército de los muertos (2021) es en muchos sentidos una de las obras más personales de Zack Snyder hasta la fecha, una en la que metió toda su voluntad y buena fe y que no solamente representa una especie de vuelta a los orígenes que lo hicieron famoso sino en la que además hace tanto de director como de guionista y (por primera vez en su carrera) de director de fotografía. El resultado es curioso, y si bien contiene muchos detalles interesantes y únicos del cine de Snyder, debo decir que no terminó de impresionarme tanto. De hecho, considero que lo más interesante de la cinta es la posibilidad que abre para el futuro de su director, ya que su estreno fue por lo visto todo un éxito por mucho que haya tenido a gran parte de la crítica en contra.
Debo decir de entrada que una de las cosas que me echaba para atrás era la premisa, en la que un grupo de mercenarios se infiltra en las ruinas de lo que una vez fue Las Vegas, ciudad amurallada en eterna cuarentena después de haber sido arrasada por los zombis años atrás. El objetivo de este grupo es recuperar 200 millones de dólares de una caja fuerte y salir con vida mientras las hordas de muertos vivientes van a por ellos. Me hizo gracia cuando supe esto porque me parece recordar que este es más o menos el mismo argumento de la surcoreana Península (2020), secuela de Train to Busan (2016) que se estrenó hace relativamente poco. No puedo confirmarlo porque no la he visto aún, pero de todas maneras pronto queda muy claro que los intereses de la película de Snyder van por otro lado, y aunque el suyo es un trabajo que recicla varias obras del pasado, su mirada parece estar más puesta en los clásicos de acción como Aliens (1986), a la que se fusila sin piedad en más de una ocasión y sin ningún tipo de vergüenza.
De todas formas, la introducción de zombis inteligentes hablan de una evolución de la amenaza zombi en la que la historia nos mete de lleno y que funciona. De hecho, una cosa que me sorprendió mucho es que la historia de la plaga que arrasa Las Vegas es contada a través de un montaje musical durante los créditos de inicio, los cuales parecen de por sí otra película de la cual esta vendría siendo la secuela. Es un detalle del cual he leído muchas quejas argumentando que lo más interesante de la película en cuanto cine zombi se encuentra en estos primeros minutos. Personalmente estoy en desacuerdo en cuanto a que esto sea un problema, porque la verdad es que muy pronto se hace obvio que el tema de los muertos vivientes parece importarle a Snyder más bien poco.
Esto lo digo porque una vez que la aventura de los protagonistas comienza empezamos a ver detalles de un mundo mucho más enrevesado en el que la evolución de los zombis (que no solo piensan sino que además son capaces de reproducirse y organizarse en un tipo de sociedad) dejan en evidencia lo mucho que el esquema clásico de zombis se ha dejado de lado. En este sentido es muy representativa una escena en la que los personajes se encuentran con un mar de zombis inertes disecados al sol, escena en la que uno de los personajes revela que dichas criaturas no están muertas realmente sino solo esperando a que caiga la lluvia para levantarse y volver a atacar. Esta lluvia nunca llega en la película, por lo que se me hizo inexplicable que anunciaran el peligro de esa manera.
Aquí es donde comienzan mis auténticos problemas con El ejército de los muertos y que tienen que ver con los habituales excesos de un director que encima parece haber tenido todo el control sobre su obra; con casi dos horas y media de duración, se hace demasiado larga, con demasiados personajes (algunos de ellos, como la Coyote que los guía en la ciudad y la hija del protagonista, podrían haberse combinado) y encima visualmente fea con ese look cien por cien digital de fondo desenfocado deliberadamente, algo que me jode porque Snyder siempre ha sido un director principalmente visual. Pero es que encima su componente de acción tampoco es gran cosa, y la amenaza zombi no se percibe en realidad a la altura que una producción de este tipo merece, y en este sentido se ve ampliamente superada no solo por los clásicos de este subgénero sino incluso por la propia El amanecer de los muertos (2004), también de Snyder y que definitivamente estaba mucho mejor a pesar de ser menos ambiciosa.
Con todo y eso se disfruta a pesar de su abultado tiempo de duración, su ocasional horterismo, autocomplacencia y ocasionales toques de comedia involuntaria. Tiene momentos muy ingeniosos y algunos del elenco están geniales, sobre todo Tig Notaro, quien como ya saben todos no participó en el rodaje original sino que fue digitalmente agregada en postproducción (¡!) en sustitución del actor Chris d’Elia luego de que este se viera sumido en un escándalo sexual. Lo más impresionante es que esto parece ser el principio de una franquicia o universo compartido del que los zombis solo son una parte del misterio que rodea a la plaga, un misterio que incluye hasta zombis robots, algo que vemos en la película y que ha sido hasta confirmado por el director a pesar de que nunca se justifica, explica o menciona. Todos estos detalles por separado hicieron que pudiera ver la película hasta el final, pero mentiría si no dijera que el estilo que su director ha adquirido con los años no es algo que me ha terminado cansando. No descarto que en un futuro sea capaz de verla con otros ojos, pero de momento pienso que lo más destacable de ella es la forma en que deliberadamente busca imitar películas más sencillas pero también muy superiores.