Reseña: Spiral (2021)

Otra de esas que me perdí a su paso por cines a pesar de que me daba mucha curiosidad, Spiral: From the Book of Saw (2021) fue una de esas películas que llegaron más o menos por sorpresa ya que casi nadie habría esperado un regreso de una saga que ya había tenido una secuela tardía que pasó sin pena ni gloria. El resultado esta vez tampoco ha destacado mucho, y debo decir que en lo personal habría sido más bondadoso con ella si no fuera porque en su momento intentaron venderla como algo más que otra secuela de Saw (2004), cuando en realidad eso es exactamente lo que es. Sus diferencias, de hecho, son superficiales y casi siempre relacionadas con lo que no tiene.

Con esto lo que quiero decir es que lo primero que salta a la vista es sus carencias en cuanto a ser parte de la saga original ya que la premisa es la misma, una serie de crímenes aparentemente realizados por un imitador de Jigsaw y que esta vez tienen una cosa en común: todas las víctimas son policías corruptos, en concreto los policías de un precinto específico, lo cual sugiere un misterio que deberá descubrir el protagonista, un Chris Rock en un papel serio e inusual dentro de su carrera.

Pero como decía, lo más llamativo es lo que esta película no tiene: la ausencia de Jigsaw y por extensión del actor Tobin Bell, quien había aparecido en todas las entregas anteriores aunque fuera por medio de flashbacks o recursos cada vez más rebuscados es algo que al final se siente y le quita a la película parte de su identidad. La idea de que el asesino es otro también se machaca mediante el empleo de otra voz (mucho menos tenebrosa y efectiva), otra marioneta y el símbolo de la espiral que se convierte en un nuevo tema recurrente, todas estas son cosas que parecen apuntar a un intento de distanciarse un poco de la saga original pero que al final son aspectos puramente superficiales porque todo lo demás es más de lo mismo, incluyendo el giro final que revela a un villano poco inspirado y definitivamente inferior. Si algo positivo se puede rescatar esta vez es que el regreso como director de Darren Lynn Bousman (probablemente el cineasta más emblemático de la saga) hace de este un trabajo ligeramente más atractivo que el de varias de las secuelas anteriores, pero poco más.

Y sin embargo, a pesar de que no puedo decir que sea una buena película, lo cierto es que tiene muchas cosas que me hicieron disfrutarla, sobre todo la intensidad del trabajo actoral de Chris Rock, quien por lo visto es un gran seguidor de la saga y se involucró de lleno en la producción. Esto último nota porque de todo el elenco es probablemente el que se lo toma más en serio. Si te gustaron las anteriores esta es una que sin duda te va a gustar también ya que pese a los sutiles cambios estéticos y temáticos, mantiene las constantes de la saga que ya conocemos como esa carnavalización de la violencia y los giros argumentales en el desenlace. Pierde un poco de fuelle al final y varias de sus sorpresas se ven venir desde muy lejos, pero me ha dado más de lo que esperaba de ella y eso es algo muy positivo.

Reseña: Jigsaw (2017)

A pesar de que no lo hubiese anticipado por mi reacción inicial, lo cierto es que termine esperando con muchas ganas este tardío regreso de Saw a las carteleras, teniendo siempre en cuenta por supuesto el hecho de que mis expectativas estaban muy bajas. Lo esperaba entre otras cosas porque el estreno de Jigsaw (2017), octava parte de la saga y la única sin un numeral romano que evidencie su condición de secuela, es una película que dudo mucho alguien haya estado pidiendo realmente, pero en nuestra época tan dispuesta a revivir el pasado nostálgico así sea a corto plazo, el regreso de la franquicia que más marcó el terror mainstream durante la década de los dosmil era algo en cierta forma inevitable.

Lo cierto también es que el experimento no me ha dejado del todo insatisfecho. A pesar de todos sus problemas, de los innegables prejuicios que sentía de entrada y pese a no ser una gran película ni mucho menos, Jigsaw (o Saw 8, como la queráis llamar) sigue siendo al menos más interesante que la atroz última entrega de la saga original, la cual recordemos parecía hecha casi por compromiso y sin nada del ímpetu y creatividad de las primeras entregas. Con todo, esos siete años no han pasado en balde, y esta octava encarnación de los crímenes de Jigsaw rompe en gran medida su continuidad con las entregas anteriores al centrarse esta vez en nuevos personajes, un nuevo grupo de policías y forenses que descubren, varios años después de la muerte de John Kramer y sus aprendices, que alguien parece estar copiando los crímenes de Jigsaw y proponiendo un nuevo juego lleno de trampas y conspiraciones en el que los protagonistas se verán metidos hasta el cuello.

Llegados a este punto está claro qué es lo que podemos esperar de la película, sobre todo teniendo en cuenta que sus secuelas anteriores fueron poniéndose cada vez más absurdas desde que sus creadores James Wan y Leigh Wahnnell abandonaron el barco después de la tercera entrega. Lo que quiero decir es que dudo mucho que alguien se haya acercado a Jigsaw esperando una historia interesante o unas complejas actuaciones. Por el contrario, la verdadera atracción de esta nueva aventura de Saw está en sus aspectos más superficiales: cuáles serán las nuevas trampas, cómo serán los ya habituales finales sorpresas y piruetas narrativas del desenlace, y sobre todo cómo se las ingeniará la gente de Lionsgate para conseguir colar una vez más a Tobin Bell como Jigsaw a pesar de que su personaje lleva muerto más de una década. En ese sentido no decepciona, y aunque las trampas y los giros sorpresa no son tan ingeniosos como en otras entregas, lo son lo suficiente como para perdonar al menos parcialmente una estética considerablemente más barata y convencional (atrás quedaron los cortes vertiginosos de Darren Lynn Bousman), un elenco de desconocidos actores de saldo, y una trama tan absurda que sólo se puede aceptar si se admite que no está hecha para engañar a los personajes sino al público. Lo único que sigue teniendo la misma fuerza de las anteriores es la como siempre grandiosa presencia de Tobin Bell, que ha hecho suyo el personaje de Jigsaw y lo ha convertido por derecho propio en el papel de su carrera y un auténtico icono del terror de los últimos años.

Entré a esta película con pocas esperanzas de que me gustara y sin embargo me ha dado todo lo que le pedía. Paladares más exquisitos y exigentes puede que no le perdonen sus fallos y que hasta la encuentren como una parodia involuntaria de sí misma, y reconozco que yo mismo en otra época lo habría visto así. Pero por otro lado hay que aplaudirle a Saw esta consistencia como saga de terror y esta desvergüenza absoluta que le permite reciclar sus propias ideas hasta lo imposible sin rendirse jamás a salidas descabelladas como las que han tenido otras sagas más longevas. Sus fanáticos y seguidores se lo van a pasar bien aunque no sea ni de lejos la mejor. Dudo mucho aún así que vaya a tener alguna continuidad porque los resultados fueron más bien modestos en cuanto a éxito, cosa por otro lado comprensible ya que la saga pertenece a un estilo de cine de terror que parece haber sido ya superado, pero si por algún motivo deciden hacer más, ahí me tendrán seguro.

Reseña: Saw 3D (2010)

Si alguien me preguntara ahora mismo cual me pareció la peor película de terror del 2010, seguramente diría Paranormal Activity 2 (2010), pero estoy seguro de que Saw 3D (2010), séptima y hasta la fecha última entrega de la saga de Jigsaw, pelearía por un muy cercano segundo lugar. Incluso para sus propios estándares, es una secuela muy pobre y (para mí al menos) la peor de toda la saga, un desesperado último intento por parte de Lionsgate de exprimir su franquicia más rentable hasta la última gota y despedirse a lo grande: esta séptima parte tiene el presupuesto más abultado de todas las entregas, la mayor cantidad de cadáveres (24) y la mayor cantidad de trampas (11). Con estos datos parece difícil que me haya parecido la peor, pero definitivamente es así, aunque sea por la sencilla razón de que en ella se multiplican a lo bestia todos los problemas que estas cintas han tenido desde sus inicios, algo que ni siquiera el cebo taquillero del 3D ha podido solventar.

Hay sin embargo dos cosas que me han parecido muy positivas y dignas de mencionar: la primera es un intento serio y coherente por parte de los guionistas Patrick Melton y Marcus Dunstan de dar a esta película una sensación de finalidad y cierre de la saga en general, prescidiendo por primera vez del final abierto (aunque no del final sorpresa, valga decir) en pos de una conclusión que incluso se da el lujo de trazar un círculo con la primera entrega no por medio de la explotación banal de Jigsaw, quien de hecho casi no aparece, sino con el regreso ya anticipado de ciertos personajes de los que nos habíamos olvidado antes. Lástima sin embargo que esta resolución argumental no se haya podido realizar sin recurrir a trampas de guión muy evidentes que toman al espectador por imbécil o al menos por olvidadizo, puesto que varios de los giros argumentales contradicen información que se nos había dado en anteriores entregas para facilitar el argumento a esta séptima parte. Asimismo, algunas subtramas que se perfilaban como importantes terminan por ser insustanciales, como por ejemplo todo el tema de la venganza de Jill, la viuda de Jigsaw, que finalmente no termina teniendo ningún peso en la trama. Y es que esta es precisamente la entrega de Saw con menos argumento, la que más se siente como una concatenación de escenas sin ningún tipo de coherencia narrativa más allá de la ocasional presentación de un tema, casi siempre de carácter moralista.

Es aquí, no obstante, donde está el segundo punto positivo que le veo a la cinta, y es que por primera vez el (escaso) foco temático se centra no en Jigsaw (prácticamente ausente, como ya hemos mencionado) ni en su discípulo Hoffman, sino en los sobrevivientes de las trampas anteriores y su recién descubierta relación con la vida y su papel como auténticos perpetuadores del legado del asesino. La idea ya está presente desde la primera trampa (presentada incluso ante un público ávido de violencia) y continúa en el juego al que es sometido un gurú de autoayuda que ha empleado las enseñanzas de nuestro psychokiller en beneficio propio. Por desgracia pronto queda bien claro que el «juego» al que es sometido dicho personaje no es más que una exhibición de trampas y no tiene salida argumental ni termina siendo lo «principal» de la película, que prefiere culminar con una muy fugaz y banal trama de venganza que podría perfectamente haberse desarrollado en los últimos minutos de la sexta entrega sin necesidad de darnos esta continuación.

El recurso del 3D, con todo y lo adecuado que hubiese sido para esta producción, está sorprendenemente poco aprovechado teniendo en cuenta que muchas de las trampas parecen estar diseñadas especialmente para este efecto. No logro imaginarme la inclusión de esta tecnología como más que un simple agregado comercial que estaba mucho mejor en sus diferentes muestras publicitarias, que hacen gala en la mayoría de las ocasiones de una grandiosidad que no se deja ver en el resultado final: una película sin nada de la gracia de las anteriores y que incluso se ve dañada por una estética bastante barata y sencilla, aún más que en entregas precedentes que contaron con un presupuesto más reducido. Creo que no se sabe hasta el momento si este será efectivamente el final de la saga de Saw (la edición en 2D se titula The Final Chapter) a la que se dio carpetazo una vez que su reino taquillero fue roto por el éxito de Paranormal Activity (2009), pero sinceramente espero que sí, pues pienso que difícilmente esto puede tener una digna continuidad.

 

Reseña: Saw 6 (2009)

El ya muy postergado vistazo a Saw 6 (2009) me deja sorprendido por mostrar, contra todo pronóstico, una película mejor de lo que esperaba, precisamente por ser mucho más sencilla y compacta que entregas anteriores. También revela algo que ya empezaba a notarse, y es el evidente patrón que la serie tiene en cuanto a su temática: las tres primeras películas giran alrededor de Jigsaw y culminan con su muerte; la cuarta presenta a su aprendiz, Hoffman, mientras que la quinta y la sexta tratan sobre este y su labor de “justiciero” contra ciertos grupos que conforman las lacras a erradicar: en el caso de la quinta película se trataba de los responsables de un siniestro con víctimas mortales, mientras que en esta sexta entrega el blanco son las aseguradores y el sistema privado de salud. Las puyas sociológicas en este sentido son bastante obvias, tanto que la película fue tachada por muchos de oportunista al ser este un tema sensible en la actualidad estadounidense, pero quienes se quejan parecen pasar por alto que este discurso calza perfectamente con el tono abiertamente moralista de la saga. De hecho no me sorprendería que siguientes entregas se dedicaran a cebarse con otros colectivos.

Dicho esto, y retomando la idea de arriba, se trata de una secuela bastante digna que tiene por lo menos el acierto de tener una menor cantidad de subtramas innecesarias, así como dar poco protagonismo al nuevo villano, Hoffman, que no es ni por asomo tan carismático como Jigsaw (de hecho, Hoffman sale muy poco y casi ni habla en toda la película). Esto no ha impedido, sin embargo, que los responsables sigan intentando meter a Tobin Bell a como de lugar aún a costa de momentos francamente risibles (¿alguien dijo “momento Jedi”?), aparte de vídeos y flashbacks que, al menos, ya no emplean tanto metraje reciclado. La inclusión de Jigsaw “porque sí” tiene también un efecto nocivo al despojar al asesino de su humanidad y convertirlo casi en un semidios que todo lo sabe y todo lo puede y que incluso planeó todo al milímetro desde la tumba. Pero con todo y eso, lo cierto es que el argumento es bastante sencillo y lineal, cosa que sorprenderá a todos los que se comieron la cabeza tejiendo complicadas teorías acerca de esta película y su posible conexión con el resto de la saga, la cual es más bien poca. Es por eso que cualquier intento de dotar a la saga de Saw de una linealidad infalible está condenado de antemano al fracaso; entre película y película el argumento hace agua por todos lados (un ejemplo: la aclaración de la carta que recibe Amanda en entregas anteriores es terrible e innecesaria), pero es porque los responsables hasta cierto punto esperan que el espectador se olvide de lo que ha ocurrido en las cintas anteriores. Debido a esto tampoco sirve hacerse demasiadas preguntas acerca de los personajes: las motivaciones de Hoffman para hacer lo que hace no quedan lo que se dice muy claras, y esta película incluso llega a contradecir aspectos de su personaje que habían sido aclarados en las secuelas anteriores.

El tono de la saga, eso sí, sigue siendo el mismo. A pesar de las diferencias visuales (estéticamente, Saw 6 tiene un look mucho más pobre en cuanto a recursos que las anteriores entregas), el regodeo en la violencia que siempre la ha caracterizado se mantiene, y la verdad es que esta película en específico resulta incluso un poco más sangrienta y brutal, no sólo en cuanto al rojo líquido sino al ensañamiento con el espectador a través de un montaje visual frenético y un sonido reiterativo (no tanto como las entregas de Darren Lynn Bousman, pero casi). Esto se hace patente ya en la primera escena de la película, que abre con una trampa difícil de aguantar visualmente y que, por cierto, está vilmente copiada de Seven (1995), lo cual no deja de tener su gracia ya que dicha película de David Fincher ha sido una de las principales influencias de Saw desde sus humildes inicios.

Ahora la pregunta clave: ¿habrá otra secuela? Por supuesto, ya está más que confirmada la séptima parte, que se intuye no tanto como una continuación sino hasta cierto punto como un nuevo comienzo, dada la manera como termina esta sexta entrega. Cierto es que la historia hubiese podido terminar fácilmente aquí, pero la rentabilidad de esta saga sigue estando demostrada, a pesar de que esta ha sido la entrega menos taquillera. Por lo menos agradezco que el final no fuese tan descaradamente abierto como el de la quinta parte. En definitiva, Saw 6 es un producto de explotación más que, evidentemente, sigue sin llegar al nivel alcanzado por las primeras dos películas, pero que para los medianos estándares de esta saga es bastante aceptable, y disfrutable sobre todo dentro de su condición del cine de terror moralista por excelencia.

 

Reseña: Saw 5 (2008)

El tagline de Saw 5 (2008) rezaba «no creerás como termina», lo cual no deja de ser curioso dado que la quinta entrega de esta saga, de hecho, no termina, y no parece en el fondo más que la introducción de lo que será la inevitable sexta parte. Tanto es así, que la hora y media de metraje que dura no parece estar tan interesada en hacer continuar la historia como en expandir aquello que ya habíamos visto en entregas anteriores, siguiendo eso sí el mismo esquema de doble argumento empleado a lo largo de toda la saga.

Saw 5 recupera, además, la estructura de la segunda parte mostrándonos a un grupo de personajes atrapados juntos en una serie de trampas de las que sólo podrán escapar aprendiendo a seguir las ambiguas reglas ante ellos trazadas. En esta ocasión, por desgracia, dichas trampas no resultan demasiado interesantes, y la auténtica relevancia de dichos personajes es uno de los muchos misterios que aparentemente se han dejado para una sexta entrega. Para colmo su predicamento está dotado de un guiño autoconsciente: digamos simplemente que estos personajes saben que están en una película de Saw y actuan como tal. El segundo eje argumental es, como no, la investigación que se realiza en torno a los crímenes de Jigsaw y de su posible secuaz, a quien ya conocimos en la entrega anterior y que aquí se nos muestra con todo y su trasfondo anecdótico que relata cómo llegó a convertirse en el alumno aventajado del asesino en serie protagonista de la saga.

Dicha investigación no resulta, a decir verdad, demasiado interesante, y la verdad es que resulta extraño ver la exasperación que llega a provocar una película en la que las grandes preguntas que se había realizado el espectador en la cuarta entrega siguen sin resolver, ocupado casi todo el metraje en perpetuos flashbacks dedicados a la relación maestro/discípulo que, para colmo de males, incluso se dedican sin ninguna vergüenza a reciclar escenas y metraje de las películas anteriores, con lo que se hace más evidente que nunca el intento por estirar la saga más de lo necesario. Aunque sigo admirando la tenacidad de sus responsables en dotar de unidad todas y cada una de las películas de Saw, cada vez se hace más palpable la sobrexplotación de una franquicia que había quedado razonablemente bien cerrada en la tercera entrega y que ahora se ha extendido a niveles innecesarios. Aquellos que hayan disfrutado estas películas en su faceta más superficial (básicamente, lo grotesco de cada una de las trampas) tampoco saldrán demasiado satisfechos, ya que estas no son tan atractivas como en entregas anteriores, e incluso la participación del carismático Tobin Bell se ve seriamente reducida.

Eso sí; la auténtica sorpresa final de Saw 5 ha sido darme cuenta de que, realmente, no hay final sorpresa, ya que si nos fijamos bien todas las entregas de la saga terminan más o menos igual. Confieso que el clímax tiene su lado de emoción debido a las sabias artes manipuladoras de un serial que conoce bastante bien sus propios trucos, y la ya anunciada sexta parte volverá a atraer a todos los que han picado con esta quinta y las otras. Si ofrecerá una conclusión a la macro-historia del Jigsaw Killer y su legado o si por el contrario se irá por esa espiral de la explotación que sólo puede terminar en autoparodia es algo que todavía está por verse.

 

Reseña: Saw 4 (2007)

Si hay una cosa que se le puede conceder a la saga de Saw (2004) es que, a diferencia de otras franquicias de terror de esas que escupen secuelas, sus responsables han hecho hasta lo imposible para dotar de cierta continuidad a todas las entregas iniciadas con aquel inesperado éxito de James Wan. A grandes rasgos, la película ha sabido jugar dentro de unas reglas establecidas que se mantienen casi siempre, lo cual hace que cada secuela se esfuerce por complementar a las anteriores, que es más de lo que se puede decir de otras incombustibles sagas. Por desgracia, ninguna de estas continuaciones ha logrado destacar demasiado, y todo parece indicar, ahora que esperamos el pronto estreno en España de la quinta parte, que las andanzas de Jigsaw terminarán convirtiéndose en poco más que un placer culpable que servirá, en todo caso, para reseñar el tono explotativo de gran parte del horror mainstream de esta década.

Esta cuarta entrega, tercera dirigida por el destacado alumni Darren Lynn Bousman, es claro ejemplo de ello: es la primera de la saga en la que no participa ninguno de los responsables de la Saw original, y eso se nota. Decididos a exprimir su franquicia más exitosa hasta la última gota, Lionsgate echa mano de su bolsa de trucos y extiende la historia hasta lo indecible, arreglándoselas muy hábilmente teniendo en cuenta de que tanto el principal villano como su aprendiz la habían palmado al final de la tercera película. No contestos con eso, alguien parece haber realizado una exhaustiva lista de las cosas que la gente buscaba en una película de Saw y las ha resaltado hasta decir basta. Por desgracia, en esta ocasión las trampas no resultan muy imaginativas, y las pruebas por las que ha de pasar el supuesto protagonista para salvar su vida y rescatar a sus compañeros es por completo carente de interés. De manera que el verdadero corazón de la película está en los recurrentes flashbacks que explican los orígenes de Jigsaw, las razones de su psicopatía y la verdadera naturaleza de sus motivaciones, que incluyen por supuesto una visión de su primera trampa.

Son todas estas secuencias las que constituyen el principal atractivo de la cinta y la auténtica explotación del personaje de Tobin Bell para convertirlo en un antihéroe de cómic, un psicópata sombríamente carismático, en fin, una versión pop de Hannibal Lecter. Alrededor de su figura gira toda la trama, lo que convierte en una experiencia harto curiosa rememorar el primer Saw, cuando la identidad del asesino era desconocida y únicamente veíamos su cara durante el ya archiconocido final sorpresa.

Es precisamente esto último uno de los elementos que más caracteriza a la saga y que aquí, evidentemente, no podía faltar. De hecho, no podemos hablar sólo de uno, sino de varios finales sorpresa simultáneos que intentan no solamente impactar al espectador sino también acometer la difícil tarea de dejar atados todos los cabos sueltos de entregas anteriores y justificar el legado post-mortem de Jigsaw a través de un ingenioso vuelco narrativo que pone en entredicho incluso el orden cronológico de aquello que estamos viendo en pantalla. A un nivel de disfrute tremendamente básico funciona, a pesar de ser tremendamente inverosímil e innecesariamente rebuscado.

Los incondicioneles fanáticos quedarán con unas ganas terribles de ver la próxima quinta parte. Todos los demás probablemente descartarán la tortura que supone la eterna repetición esquemática de una saga que debería haber terminado con la tercera entrega o, mejor aún, no salir de los más modestos pero también más eficientes y disfrutables límites de su primera encarnación. Pasable pero sin más.

 

Reseña: Saw 3 (2006)

Antes de que la cuarta parte de la saga aterrice en las carteleras españolas (donde llega de golpe y porrazo con apenas una décima de la publicidad con que contaron las entregas anteriores), se hace indispensable una reseña de Saw 3 (2006) para entrar en calor. De sobra está decir que aquellos que no hayan visto Saw (2004) o Saw 2 (2005) no tienen nada que hacer aquí, pues el tema de los spoilers es inevitable. Después de verla puedo decir que, efectivamente, es mucho mejor que la floja segunda parte (hundida principalmente por sus aspiraciones de Gran Hermano) y más cercana a la primera, aunque todavía le falta para llegar a ser una gran película. Tiene la ventaja también de que deja la estructura de la historia bien cerrada y compacta, con lo que extenderla a una cuarta entrega se hace algo innecesario. Pero bueno, eso es algo que ya se podía esperar de la que está destinada a convertirse en la franquicia más rentable del cine de terror actual.

En Saw 3 nos encontramos nuevamente con un Jigsaw al borde de la muerte, tras haber sobrevivido por los pelos a la soberana paliza recibida al final de la segunda entrega. Entre él y su discípula Amanda han secuestrado esta vez a una joven doctora que deberá mantener al famoso asesino con vida si no quiere que le estalle el artefacto que le han adosado al cuello. Esta proeza es necesaria para ganar tiempo mientras se desarrolla el segundo plano de la historia, en el que un hombre que ha perdido a su hijo debe abrirse paso a través de un laberinto poblado por trampas diseñadas específicamente para hacerle olvidar la muerte de su primogénito y calmar la sed de venganza que le consume.

Este balanceo de dos tramas diferentes es lo que, por lo general, siempre ha hundido la saga de Saw, ya que la película siempre se ha visto incapaz de equilibrarlas correctamente. Saw 3 no es la excepción en este sentido, ya que es la trama de la doctora Lynn enfrentándose a Jigsaw y a su desequilibrada pupila la que mayor fuerza y tensión proporciona a la película. Por el contrario, la historia de Jeff en el laberinto, a pesar de estar aderezada con algunas de las trampas más atractivas de la trilogía, se hace repetitiva y redundante, además de que las trampas hasta cierto punto rompen la regla de la saga según la cual las víctimas siempre causaban su propia muerte. Lo que salva la película, en todo caso, es que en esta ocasión han decidido centrarse en una sola acción en vez de aquella orgía de personajes vacuos que poblaban la segunda entrega, y eso ya es de agradecer, por mucho que el conjunto de pruebas por las que pase Jeff sea el divertimento más básico y descerebrado de la película.

La «otra» trama es otra cosa: el triángulo que se ofrece entre Jigsaw, Amanda y Lynn es más interesante por lo tenso e imprevisible que se torna todo, y es el único punto en el que Saw 3 se acerca a la calidad de la película original. Tobin Bell sigue siendo lo mejor de la saga, un actor meramente televisivo que sólo ahora parece estar gozando realmente de la fama. Es él quien tiene las mejores líneas de diálogo y es él en efecto el motor de la historia al ser precisamente su vida y la «lección» que busca dar al mundo el meollo de toda la saga de Saw. Es por eso que el final, en cierta medida, es el único posible y necesario para cerrar la trilogía de forma coherente. Es por eso también que el hecho de que se estrene una cuarta parte me parece no sólo redundante sino también muy difícil de lograr dignamente. Habrá que ver cómo se lo montan para dar un mínimo de coherencia a partir de aquí, ya que se ha confirmado el rodaje de las partes 5 y 6. Es una lástima, porque como ya se había dicho antes, la primera película las tenía todas consigo para convertirse en una interesante propuesta, y finalmente se ha convertido en el inicio de una saga explotativa y una parodia consciente de sí misma. A la espera del estreno de la cuarta, nos conformamos con saber que la tercera recupera algo del buen paso. No todo, pero casi.

 

Reseña: Saw 2 (2005)

La primera parte de Saw (2004), a pesar de ser una película altamente referencial, que tomaba aspectos de otras películas como la base de varias de sus mayores virtudes, resultó una sorpresa de lo más aceptable, y por varios motivos: una situación interesante, un villano con personalidad y, sobre todo, un sabio ejemplo de lo que es lograr mucho a partir de poco. Debido a su descomunal e inesperado éxito, una secuela era algo que estaba más que cantado. Y de hecho, menos de un año después ya teníamos en cartelera la segunda parte de las andadas del «Jiggsaw Killer» y sus descabelladas torturas a todos aquellos que no saben gozar de la sal de la vida.

Saw 2 (2005), película que deja por fuera a James Wan (director de la primera parte) toma el camino fácil de las secuelas: coger los mejores elementos de la primera y elevarlos a la décima potencia, el viejo truco de la «taza y media». Lo digo de una forma literal: si en la primera parte teníamos a dos personas enfrentadas a Jiggsaw, en esta ocasión tenemos a toda una pandilla: nueve incautos atrapados (entre ellos está Amanda, la única superviviente de la primera parte) dentro de una casa cerrada a cal y canto por un sistema mecánico que se abrirá al cabo de tres horas. El problema está en que la casa está siendo invadida por un gas que matará a todos los que estén dentro en apenas dos horas, por lo que la obtención de un antídoto es indispensable. Obviamente, las distintas dosis de este menjurge están custodiadas por las trampas patentadas del Jiggsaw de marras, y estas no son precisamente fáciles de sortear.

Semejante premisa hubiese sido suficiente para la película, pero por si no bastara, Saw 2 le busca la quinta pata al gato: paralelamente a la odisea de sus nueve protagonistas (¡nueve!), la película intercala la historia de un detective cuyo hijo es una de las recientes víctimas, y que tras capturar in fraganti a Jiggsaw, debe contemplar impotente como su retoño participa en aquel sádico juego de gato y ratón. Ambas premisas se van hilando rápidamente hasta desembocar, tal como la primera película, en un orgasmo de finales sorpresas que se yuxtaponen hasta los límites de la locura.

Si algo se le puede reconocer a esta secuela es que, en cierta medida, logra mantener gran parte del espíritu de la cinta original. Si bien cuenta con un presupuesto más abultado, Saw 2 posee un look tan sucio y amateur como la primera parte, quizás como parte de la atmósfera deseada. Asimismo, la inclusión de Jiggsaw como uno de los personajes principales (no solamente en voz sino también de cuerpo presente) añade un toque distinto a la historia.

Por desgracia no todo es tan bueno, y el tratamiento de esta segunda parte ahonda más en los puntos negativos que tenía la primera. No importa cómo lo veamos, nueve personajes es demasiado, especialmente cuando te das cuenta de que los que realmente pintan algo son dos o tres. El resto es simple material de relleno, cuerpos que habrán de ser despachados y que sirven únicamente como deleite visual para el espectador que sólo desea ver muertes. Si algo tenía de bueno la primera Saw es que la situación entre sus dos personajes funcionaba de maravilla precisamente gracias a su simplicidad. Aquí en cambio se nota la voluntad de un ¨más difícil todavía¨artificioso, aburrido e inverosímil (característica esta último que muchos ya le atribuían a la primera parte). Para colmo, el twist final deja en clara evidencia a uno de los guiones más tramposos de los últimos tiempos, que para colmo se vuelve redundante con una sesión casi eterna de explicaciones absolutamente innecesarias.

Aquellos que hayan disfrutado de la primera parte harían muy bien en echarle un vistazo a esta. Sin embargo, incluso a ese corte del público no recomendaría algo más que un simple alquiler de fin de semana, porque las ansias de grandeza de esta secuela son directamente proporcionales a su descenso en calidad. La secuelitis, anótenlo, no termina aquí: este año tendremos entre nosotros la tercera parte, y si las sinopsis que he leído son correctas, será aún más descabellada que esta. Lo que empezó como una propuesta más o menos interesante dentro del cine de terror serie B podría muy bien derivar en otro placer culpable más. Lástima.

 

Reseña: Saw (2004)

Aparte de los típicos slashers, existen otros psicópatas que han cautivado nuestras pantallas desde hace tiempo: los asesinos con “personalidad”. No se trata de simples matones, sino de auténticos artistas de la muerte, personajes con una inteligencia y capacidad inventiva tan grandes que están destinados a causar una desagradable admiración en el público, convirtiéndose ellos (y sus crímenes) en los auténticos protagonistas de la película. Son muchos los ejemplos, pero pocos discutirían que El silencio de los corderos (1991) y Seven (1995) son las dos películas que han llevado este concepto hasta su máxima gloria, ya que en el mundo de los asesinos carismáticos, el doctor Hannibal Lecter y el integrista religioso John Doe son los que mayor número de pesadillas han causado.

Saw (2004), escrita y dirigida por el novel director James Wan, intenta por todos los medios entrar en esta categoría. Rodada en tan sólo 18 días y con una cantidad mínima de recursos, esta película (uno de los mayores éxitos de género del año) tiene todos los ingredientes para convertirse en un filme de culto, aportando cosas nuevas mientras que paga el debido homenaje a sus más que evidentes influencias (para comprobarlo remitirse a las dos películas anteriormente citadas). Sin duda alguna, es una historia que busca explotar nuestro morbo hasta la saciedad, una película en la que cada escena, cada situación, cada fotograma parece destinado a ofrecernos un “más difícil todavía” para causar una culpable admiración por su protagonista, el apodado “Jiggsaw Killer” (Jiggsaw es lo mismo que puzzle; el título del filme no tiene nada que ver con ninguna sierra) y sus horrendos crímenes, cada uno más elaborado que el anterior. De esta forma, se consigue también el segundo objetivo de este sub–género de películas: hacer al asesino TAN inteligente que se vuelve casi inhumano, logrando así nuestro distanciamiento moral. La misma cinta ofrece el mejor ejemplo de ello: la escena que nos relata acerca de la única víctima que ha sobrevivido a la trampa del asesino (una chica gótica con un cepo puesto en su boca) fue filmada por Wan como una presentación para sus posibles inversionistas, quienes quedaron tan impresionados que pidieron incluirla en el metraje final. Por muertes y torturas imaginativas que no falte.

La historia comienza de una forma magistral: dos extraños encadenados por el pie uno frente al otro a lo largo de las paredes de un baño abandonado. En el centro hay un cadáver con una pistola en la mano, equidistante de los dos. Los personajes tienen, cada uno, una sierra oxidada, y a pesar de que no se conocen, saben que solamente uno de ellos podrá salir con vida. A partir de aquí comienza a desenvolverse la trama, revelando la identidad de los presentes y los motivos por los cuales se encuentran en ese predicamento.

Saw, sin embargo, es una película que no logra desarrollar cabalmente las expectativas que ofrece con su impactante situación inicial. Si bien es cierto que los diferentes crímenes del “Jiggsaw Killer” nos mantienen en vela y resultan bastante atractivos, la película sufre de serios bajones de ritmo que hacen que, por momentos, perdamos el estado de alta tensión. Para colmo, la trama “detectivesca” protagonizada por Danny Glover (un ex–policía obsesionado con atrapar al psicópata) no cuaja, y en ocasiones su personaje resulta incluso risible. Asimismo, cuando la película se acerca a su clímax, los “twists” y golpes de efecto de la trama se superponen unos a otros hasta que CASI se hacen demasiados, y digo “casi” porque ESE FINAL es tan impactante que puede que hasta salve la película para muchos. En la tradición de Seven (aunque no con tanta maestría) ésta es una de esas películas en las que la última escena es sumamente importante para la valoración final. Sólo esto ya es suficiente para alzar a Saw por encima de la mediocridad, aunque tendremos que esperar a su secuela (ahora en producción) para ver si realmente logra alzarse del montón. De momento tenemos una película que, si bien no es nada grandiosa, por lo menos es eficiente, que es más de lo que nos tienen acostumbrados a ver hoy en día.