Con el pasar de los años y unos cuantos éxitos en su haber, Mike Flanagan se ha convertido no sólo en un gran director de horror, sino también en un nombre a tener en cuenta a la hora de hablar de adaptaciones del trabajo de Stephen King. En este sentido, Doctor Sueño (2019) era probablemente su mayor desafío como cineasta debido a las espectativas que había generado prácticamente desde que se anunció, puesto que sobre ella se proyectaba la enorme sombra de El resplandor (1980), que muchos consideran la mejor película basada en la obra de King y una que al propio escritor de Maine no le hace mucha gracia. Decir que sale airoso de esa prueba es poco; este nuevo trabajo de Flanagan (la cuarta adaptación de King que hemos visto este año) está planteada como una secuela de la película de 1980, pero es también una película que reconocilia hasta cierto punto la visión de Kubrick con la de King, sirviendo de homenaje a las dos y combinándolas de una forma que originalmente no creía posible.
Partiendo de una premisa que por momentos recuerda más al cine de superhéroes que a una historia de terror, Flanagan logra la nada fácil tarea de adaptar una novela que no sólo no está (para mí al menos) entre las mejores de King sino que parecía hecha deliberadamente para distanciarse de la adaptación cinematográfica de El resplandor y entroncar con su visión original de los personajes. Estaba claro que esta película no podía hacer lo mismo, y por eso Doctor Sueño se ve obligada a reinterpretar el material añadiendo algunas escenas, quitando otras, mezclando personajes y en general buscando nuevas salidas argumentales a escenas clave de la novela, lo cual en muchas ocasiones llegó a sorprenderme. Y por supuesto está lo más comentado, que es la manera en que Flanagan incorpora El resplandor a su película mediante escenas y flashbacks que no utilizan metraje reciclado de la cinta de Kubrick sino que la recrean con otros actores de una manera asombrosa e increíblemente detallista; ojo sobre todo a la magnífica caracterización que hace la actriz Alex Essoe, a quien vimos en Starry Eyes (2014), de Shelley Duvall.
Eso sí, las principales referencias aparecen sólo durante este tramo final, la cual por fortuna nunca destriparon en los trailers; el resto de la película es de Flanagan y muestra varias de sus constantes como director, incluyendo una estética y sustos que ya había explorado en su serie de La maldición de Hill House. También resulta interesante la forma en que reúne elementos de otras obras de King incorporándolas al universo particular del autor pero siempre manteniendo la historia en los muy definidos límites del enfrentamiento entre Danny Torrance y los villanos, especialmente Rose the Hat, interpretada aquí por Rebecca Ferguson quien tiene el que probablemente sea personaje más vistoso de la cinta.
Confieso que entré a ver Doctor Sueño con las expectativas un tanto bajas porque esta era sin duda alguna una tarea muy difícil pero he quedado gratamente sorprendido. Flanagan logra hacer los cambios necesarios a la novela de King y al hacerlo consigue cerrar un cisma de tres décadas entre las visiones de este y Kubrick, trayéndonos la que sin duda es no sólo la mejor adaptación de King que hemos tenido este año sino también una de las mejores en mucho tiempo, un sincero homenaje tanto a la cinta de 1980 como a su novela original. Pero además, y esto me parece que se dice poco, la calidad tanto de esta película como de El juego de Gerald (2017) y La maldición de Hill House demuestran que Flanagan es un director que sabe sacar joyas de material que no es precisamente fácil de adaptar. Sólo por eso habría que apreciarlo mucho más de lo que hacemos.