Reseña: Wrong Turn (2021)

Esto era algo que francamente no me esperaba, y vaya sorpresa ha resultado ser la nueva versión de Wrong Turn (2021). Recuerdo que durante mucho tiempo se estuvo discutiendo sobre esta película (la séptima de la saga iniciada en el 2003) y se especuló mucho acerca de su continuidad con las anteriores, y de hecho varias publicaciones daban por sentado que se trataría de una nueva secuela. Pero resulta que no; se trata de un reinicio de la saga en toda regla, con un guión de Alan B. McElroy, el mismo guionista de la Wrong Turn (2003) original que se aleja por completo del camino trazado no solo por esta sino por todas sus secuelas, con las que no tiene pr´ácticamente nada que ver.

A decir verdad, lo único que parece estar relacionado con la saga es su premisa principal de un grupo de jóvenes citadinos que se pierden en los bosques de West Virginia y terminan enfrentados a una comunidad semi-salvaje que habita los bosques, pero hasta allí llegan las semejanzas. En lugar del truculento survival de mutantes caníbales, McElroy y el director Mike P. Nelson construyen un entramado complejo y elaborado que mezcla sectas macabras, conspiranoia y folk horror que funciona mucho mejor de lo que podría parecer en un principio, sin abandonar del todo los aspectos más puramente de terror pero dando a la historia una motivación un tanto menos fortuita que lo que ocurría en la película original en la que simplemente teníamos a un grupo de protagonistas muriendo uno a uno en espectáculos gore.

Lo que ocurre aquí, por el contrario, es un intento de hacer de este envoltorio efectista una muestra de terror con un claro discurso político que parece tocar varios temas de forma simultánea: el enfrentamiento entre las élites urbanas y la América rural (habitada esta también por un submundo aún más radical), la trampa de los prejuicios, el pensamiento-colmena y la falta de propósito vital como caldo de cultivo para las peores muestras de miseria humana. Y en medio de todo esto, claro, una historia acerca de un depravado grupo de primitivistas que incluye una caverna de horrores. A veces todos estos temas son presentados de forma un tanto chusca y tan poco sutil que parece por momentos una parodia, y honestamente es una pel´ícula larga en la que pasan un montón de cosas que normalmente habrían dado para dos o tres películas distintas, pero la vi de un tirón y ya solo eso es algo que no me esperaba.

Al final ninguna de sus carencias me molestó porque el resultado es más que eficiente. No es algo que hubiese esperado porque si de algo estaba claro es que esto sería una explotación barata de la original solo que a lo bestia y quizá con un elenco menos conocido pero ha resultado ser todo lo contrario, algo que se hace especialmente evidente teniendo en cuenta los niveles de cutrerío a los que llegó la saga original. Claramente digo sí y la meto desde ya como una de las sorpresas (positivas) de este año.

Reseña: Wrong Turn 6 (2014)

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Ha llegado finalmente la hora de cerrar las reseñas de otra saga que hemos venido arrastrando desde hace mucho tiempo. Wrong Turn es además una que ha sido tremendamente irregular con el paso de los años; la primera, estrenada allá por el 2003, es una que he aprendido a valorar mucho más con el tiempo ya que la verdad es que no estaba mal, y a pesar de que resultaba en gran medida un plagio de Las colinas tienen ojos (1977), su brutalidad y violencia eran cosas que no se veían tanto en el cine mainstream de su época. Luego vino la segunda parte, la cual pese a sus mucho más limitados recursos me pareció incluso mejor al ser mucho más salvaje y darle un toque de humor y socarronería que le sentó muy bien. Ese fue el tono que quisieron darle luego a la tercera, cuarta y quinta entrega, una trilogía hecha por el mismo director y que hundió la saga en un abismo de cutrerío del cual nunca conseguiría salir. Finalmente, y ya para cerrar, nos llega esta sexta y hasta la fecha última entrega que sigue los pasos de las anteriores en cuanto a su esquema básico, pero que se distancia de ellas con una trama en principio mucho más interesante de lo que esta saga merece, algo que ha resultado toda una sorpresa y que no me esperaba para nada.

Esto último me parece lo esencial; así como cada una de las entregas anteriores ha buscado dar algo de originalidad a la saga con una premisa o ambientación distinta, en esta ocasión el ya habitual grupo de jovencitos llega a un gigantesco hotel en medio de los Apalaches, hotel que el protagonista ha heredado y tras el cual se esconde un secreto de familias ancestrales y rituales de canibalismo que, en conjunto, parecen insinuar la idea de una trama mucho más ambiciosa y perturbadora a la que por algún motivo se añadieron los paletos asesinos de las anteriores entregas como un vulgar añadido casi sin consecuencia. Estos asesinos, de hecho, salen muy poco y resultan completamente intrascendentes para una trama que más tiene que ver, en cambio, con los cuidadores del hotel, personajes hasta cierto punto interesantes que se ven dañados por un elenco bastante pobre que incluye el típico cachas universitario como un improbable hombre rural y su hermana desquiciada que parece más bien una Sheri Moon Zombie de saldo.

Con todo y eso, hay clarísimas diferencias entre esta película y las anteriores; hay un marcado énfasis en el contenido sexual utilizado no sólo como la típica carnada de este tipo de cine sino también como un componente clave del sadismo del argumento, incluso teniendo en cuenta que esta es una película que fue censurada y bajada de tono en prácticamente todas las fases de su producción (una curiosa demanda legal que sufrieron después de su lanzamiento hizo, por ejemplo, que la versión que vi tuviese pixeladas todas las partes en las que se veía una foto de alguien que no fuese parte de la película). Esta parte sexual con su componente de rito y la mitología que se cierne en torno al hotel y su relación con la familia de caníbales resulta al final mucho más interesante que toda la parte de la violencia, la cual es por supuesto tremendamente banal y vulgar e incluso llegó a arruinarme la película en varios momentos debido a esa necesidad imperiosa de la cinta en hacer un regodeo festivo de sus escenas de muerte.

Este cutrerío al que me refiero, sumado a la estética plana y el poco inspirado nivel de producción son los que terminan dañando una propuesta como Wrong Turn 6 (2014), la cual podría haber funcionado mucho mejor como un trabajo independiente que explorase sus influencias sin necesidad de vincularse a una saga que no debería haber llegado tan lejos. Ciertamente es una mejora en relación a las entregas anteriores aunque no llegue nunca a ser algo que quisiéramos recordar o volver a ver, pero como cierre pudo haber sido mucho peor. Por lo que he leído por ahí, los responsables de la original piensan dar un nuevo inicio a la saga en un futuro cercano, cosa que dado el nivel alcanzado me parece la opción más lógica.

Reseña: Wrong Turn 5 (2012)

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La tenía abandonada desde hace mucho tiempo, y puesto que llevaba una racha reciente viendo demasiado buen cine, decidí poner remedio a ambas cosas y retomar la saga de Wrong Turn con esta quinta entrega, que bajo el poco original título de Wrong Turn 5: Bloodlines (2012) intenta continuar la franquicia de los asesinos montañeses y su consecuente pisoteo del honor de los habitantes de West Virgnia. Al igual que las últimas entregas, esta quinta película no guarda ninguna continuidad con el resto de la saga, y aunque tiene algunas buenas ideas en su planteamiento inicial, es sin lugar a dudas la más terrible y cutre de todas las que he visto hasta ahora, hasta el punto en que casi ni puedo llamarla una película de verdad.

Entre las ideas a las que me refiero más arriba está su ambientación, ya que la película no se limita a situar su argumento en las mismas montañas de entregas anteriores sino que introduce la premisa de un festival llamado Mountain Man en el que supuestamente miles de jóvenes se reúnen para celebrar una gran fiesta en el mismo lugar donde se cuece la leyenda de paletos asesinos. La premisa es absurda, sí, pero al menos es el único aspecto distinto de esta secuela, y uno que por desgracia no tarda en ser abandonado; aprovechando la ausencia de los lugareños que han dejado el pueblo vacío para acudir al festival rural, los tres mutantes asesinos que ya conocemos atacan una comisaria donde se encuentra prisionero el patriarca de su clan (un Doug Bradley completamente desmaquillado y desprovisto de las deformidades del resto de matarifes), por supuesto con muy sangrientos resultados.

Como decía, este argumento de estado de sitio al más puro estilo de Asalto a la comisaría del distrito 13 (1976) se convierte rápidamente en el centro de una trama caótica pero muy sencilla en la que los monstruos pasan a tener el total protagonismo. No exagero: no sólo los personajes de las víctimas son totalmente olvidables e intercambiables, sino que la propia película parece en gran medida despreciarlos de forma abierta al presentarlos como imbéciles desde el principio. Esto es especialmente evidente en el caso de la sheriff del pueblo, que desde el minuto uno es establecida como la heroína pero que a lo largo del metraje se va revelando como una perfecta inútil. Por el contrario, los personajes de los asesinos son retratados como prácticamente invencibles y las grotescas escenas de muerte los muestran regodeándose en su absoluta crueldad de tal forma que todo parece un juego hecho a costa de las víctimas. Esto me ha sorprendido de forma genuina al toparme con una película tremendamente retorcida con un estilo que parece destinado principalmente a satisfacer las apetencias voyeur de su público en cuanto a sexo y violencia, en un disfrute que en ocasiones parece mezclarse de forma un tanto incómoda.

Creo que nada de esto me importaría tanto si el acabado fuese un poco mejor, pero el grado de mercenarismo con el que está hecha (se rodó en apenas 19 días), la evidentísima carencia de medios con ese pueblo de cartón en el que misteriosamente no hay nadie, y el horterismo general de sus escenas de sexo y muertes hizo que me resultara imposible de tomar en serio y que terminara viendo todo como una especie de chiste del que no me estaba enterando nada. Ni siquiera la presencia de Doug Bradley funciona porque su estilo de actuación resulta exageradamente refinado para el de una película como esta. Supongo que hay cierto componente nihilista en mí que me impide despreciar por completo la saga de Wrong Turn, y esta entrega en particular, pero el resultado es tan pobre y predecible que me pregunto si esto realmente no está pensado para un público de fanáticos del horror muy específico que alguna vez fue numeroso pero que ahora está en franca retirada.

Reseña: Wrong Turn 4 (2011)

Wrong Turn 4: Bloody Beginnings (2011), es la nueva película de la saga iniciada con Wrong Turn (2003), un modesto slasher rural que era en el fondo poco más que una reinvención de Las colinas tienen ojos (1977) y que, sorprendentemente, ha terminado por generar una larga serie de secuelas (la quinta se ha estrenado este año), todas ellas directamente en formato doméstico. En esta cuarta ocasión, y tal como lo indica el título, sus responsables han querido ofrecernos los orígenes de los paletos caníbales protagonistas, aunque dicha promesa es en este sentido es un tanto engañosa porque el argumento no termina de ir completamente en esa dirección.

Digo que es engañosa porque, si bien oficialmente estamos hablando de una precuela, lo único que tiene de «origen» es un prólogo transcurrido treinta años atrás en el que vemos a los tres mutantes como adolescentes internados en un psiquiátrico donde desatan una masacre con todo el personal. Tres décadas después, y por lo visto ante la indolencia de las autoridades, estos tres monstruos continúan usando el hospital (ahora abandonado) como guarida a la vez que siguen en su búsqueda de víctimas humanas. La película empieza oficialmente cuando un grupo de jóvenes se refugia de una tormenta en las ruinas del hospital y se dan cuenta de que se enfrentan a un peligro mucho mayor que cruel invierno del exterior.

Hasta aquí ninguna novedad, y ese es precisamente el punto: más allá del prólogo arriba mencionado no sabemos nada del auténtico origen de los caníbales que no haya sido ya explicado (y mucho mejor) en la segunda parte, que me sigue pareciendo con mucho la mejor entrega de la saga hasta la fecha. Por esto, Wrong Turn 4 parece una secuela más sólo que ambientada en un edificio abandonado en medio de la nieve y no en el bosque como las entregas anteriores, y si bien es cierto que los mutantes son los mismos, podrían perfectamente haber sido otros ya que dudo mucho que estos asesinos sean recordados por el público, aparte de que ya la segunda entrega había dejado claro que el clan familiar era lo bastante grande para incluir miembros no conocidos. 

Sabiendo esto, la verdad es que como slasher rural la película deja bastante que desear. No solamente su planteamiento es bastante banal y repetitivo a estas alturas sino que encima los personajes protagonistas son mucho más estúpidos de lo normal en cuanto a las decisiones que toman (tuve que contenerme para no apagar la película en un momento en particular en el que se debate la posibilidad de mostrar clemencia a aquellos monstruos que se están cargando con saña a sus amigos). En lo que ya viene siendo una tradición en la saga, el nivel de violencia es muy alto, y las escenas de muerte son brutales y dotadas de un particular sadismo que probablemente seduzca a los amantes del terror físico pero que a mí en particular me parece bastante pobre y muy por debajo del de otros ejemplos recientes con similares pretensiones pero también con mucho mejor resultado. Esta que tenemos hoy en realidad no pasa de ser un ejemplo meramente pasable de una saga un tanto repetitiva que definitivamente ha visto mejores momentos y que se merece una entrega con un poco más de ganas. Wrong Turn 4 puede que encuentre su público dado lo violenta que es y la franca crueldad de algunos de sus momentos más destacables, pero es imposible abstraerse de lo estúpida e inverosímil que resulta en ocasiones y del escaso interés que despiertan sus personajes y su situación. 

 

Reseña: Wrong Turn 3 (2009)

Mientras esperamos a ver la cuarta parte lanzada este año, repasamos aquí esta tercera entrega de la saga de Wrong Turn (2003), ese simpático plagio/homenaje de Las colinas tienen ojos (1977) con sus mutantes caníbales de la profunda West Virginia. Como ya habíamos comentado en una ocasión anterior, la primera parte dirigida por Rob Schmidt resultó ser una película de terror más que eficiente que en cierta forma se adelantó a un resurgir del horror físico que habría de demostrar ser muy fructífero en años posteriores, si bien las comparaciones con la obra anteriormente citada de Wes Craven no se hicieron esperar. La segunda parte, dirigida por Joe Lynch y lanzada directamente en formato doméstico, abrazó radicalmente esta nueva ola de cine sangriento y resultó ser (al menos en la opinión de quien esto escribe) una película muy superior a su antecesora que rescataba el auténtico espíritu cafre del material en el que se basaba, con un sentido del humor muy entrañable y una brutalidad que aprovechaba al máximo las posibilidades de su formato en cuanto a censura. Esta tercera entrega, mucho más modesta, parece tomar sin embargo un camino diferente.

Al igual que la secuela inmediatamente anterior, Wrong Turn 3: Left for Dead (2009) parte de una premisa que sólo es una excusa para situar a sus personajes en el bosque, en este caso un autobús lleno de presidiarios que tras intentar un aparatoso escape deben cruzar los parajes de West Virginia para alcanzar la tan ansiada libertad. Hay asimismo una subtrama acerca de unos sacos de dinero encontrados por accidente en medio del bosque pero todo no es más que un pretexto; el verdadero interés está en enfrentar a esta panda de maleantes contra un mutante caníbal que los irá cazando sistemáticamente uno a uno, dificultando su odisea. De entrada esto, que en un principio pareciera ser un enfoque más dedicado al suspense, termina demostrando las carencias de medios de la película, ya que efectivamente esta vez sólo hay un mutante que da caza a los protagonistas, y no la ya acostumbrada familia de caníbales.

Este detalle en apariencia meramente anecdótico es la primera de muchas señas que hablan de un estancamiento de la saga de Wrong Turn y de las prisas en realizar una secuela que carece del sentido del humor de la segunda entrega y en la que tampoco vemos rastros de la genuina falta de restricciones que mostraba en cuanto a violencia y desmembramientos. Tampoco ayuda el subordinar la premisa de terror al drama carcelario que representa el juego de poder de los personajes, así como la inexplicable insistencia en obtener el dinero perdido, como si la lucha por la supervivencia no fuese ya sufiente motivación. Aún no he visto la cuarta entrega, pero por lo poco que he podido leer, parece ser que en esta ocasión sus responsables han decidido reinventar la franquicia cambiando radicalmente el entorno rural de estos paletos asesinos. Wrong Turn 3 representa en todo caso un traspié si se le compara con la muy superior segunda parte, y en general resulta un entretenimiento demasiado ligero comparada con otras muestras similares de un grupo enfrentado rivales terribles en tierras extrañas.

 

Reseña: Wrong Turn 2 (2007)

Quizás mi memoria me falle en este punto, pero no se me ocurren muchas películas que exploten tan bien las posibilidades que da el dírecto-a-DVD como Wrong Turn 2 (2007), secuela del survival horror del 2003 que ya tuvimos ocasión de reseñar en otro momento. Se trata de una secuela tardía lanzada directamente al formato doméstico y sin duda asumida como una película menor que buscaba vivir del éxito de otra cinta que tampoco es por lo general muy destacada. En este caso la sorpresa que me he llevado ha sido mayúscula; teniendo en cuenta lo apretada de su producción y las escasas expectativas que ofrece su formato, Wrong Turn 2 es una auténtica película de serie B que no sólo le sigue el ritmo de forma muy digna a su antecesora, sino que en muchos sentidos la supera con creces, y el principal motivo de esto es que sus responsables han sabido hacer de su principal limitación una fortaleza al atreverse a ir más allá en el apartado de violencia, gracias la libertad que da en cuanto a censura el hecho de no presentarse en salas de cine.

La película es, asimismo, una secuela sólo en nombre, ya que ninguno de los actores de la original aparece aquí, siendo sustituidos más bien por un reparto de segunda fila en el que sólo destaca la presencia del actor/cantante Henry Rollins como un ex-marine que conduce un reality-show de temática postapocalíptica, en el que un grupo de jóvenes participantes deben sobrevivir en medio de los azarosos bosques de West Virginia, por desgracia los mismos donde habita la familia de incestuosos caníbales de la primera parte. Pero el argumento es lo de menos, y el recurso del reality es únicamente una excusa como cualquier otra para llevar al elenco al bosque y comenzar la matanza. Eso sí, una vez que esta comienza, lo hace a niveles ni siquiera sospechados por la primera película: esta vez hay más mutantes, más víctimas y un nivel de violencia gráfica mucho más desatado. Lo que sí la diferencia radicalmente de su antecesora es que esta secuela toma un (inteligente) giro hacia la comedia y, con todo y sus excesos (o quizás precisamente debido a ellos) nunca comete el error de tomarse demasiado en serio a sí misma, como si sucedía, por poner un ejemplo, con las dos entradas «neo-milenarias» de Leatherface producidas por Michael Bay.

Las influencias de la película siguen siendo bastante obvias, incluso más que en la primera parte. Recordemos que el primer Wrong Turn tomaba prácticamente todo su argumento y estilo de la película Las colinas tienen ojos (1977), de Wes Craven. Esta segunda parte sigue el mismo camino, aunque curiosamente, lo hace teniendo más en cuenta el reciente remake de Alexandre Aja de aquella misma película, algo que se nota sobretodo en los mutantes, cuyo origen esta vez es explicado de una forma que roza el plagio. La película también hace la enésima repetición de la famosa escena de la «cena familiar» de La matanza de Texas (1974), evidente fuente de ideas de casi todo este cine de paletos antropófagos.

Pero la falta de originalidad no debería hacernos despreciar la película del todo, ya que tiene momentos gloriosos en los que el balance entre comedia y truculencia se consigue con bastante habilidad, incluyendo una escena de sexo entre los villanos y el descubrimiento por parte de los protagonistas de la naturaleza de su cena, además del carisma de Henry Rollins llenando cada secuencia en la que se apersona. Otra cosa curiosa de la película es que, en muchas ocasiones, sorprende en cuanto a quién sobrevive y quién no, aunque este fenómeno lo consiga principalmente mediante el truco de «cambiar» esporádicamente de protagonista.

En resumen, si tengo que emitir un juicio sobre Wrong Turn 2, diría que me ha sorprendido gratamente y que es uno de los pocos casos de una secuela mucho más interesante y sobresaliente que su material original, algo especialmente inusitado al tratarse de los reinos del directo-a-DVD. En los últimos años hemos tenido varias de estas secuelas tardías destinadas al formato casero, pero esta es (de momento) una de las pocas que me parece valen la pena. Como no podía ser de otra forma, ya está a punto de salir la tercera, que por supuesto estaremos esperando.

 

Reseña: Wrong Turn (2003)

Si algo me queda cada vez más claro es la mala suerte que tuvo Rob Schmidt de que su película Wrong Turn (2003) (titulada aquí en España, por algún oscuro motivo que se me escapa, Kilómetro 666) nos pillara apenas al inicio de ese renacer del horror físico que caracteriza a tantos trabajos de esta década. Ese mismo año se estrenaron obras similares como La casa de los 1000 cadáveres (2003), Cabin Fever (2003) o el remake de La matanza de Texas (2003), todas ellas mucho más conocidas y que sin embargo seguían un camino que ya había mostrado el joven Rob Schmidt con esta historia de paletos montañeses mutantes que ahora nos ocupa. De haberse esperado unos meses, prácticamente nadie la habría maltratado con las críticas que en su momento se le pusieron: la presencia de Eliza Dushku como protagonista hacía referencia al renacer del horror teen de finales de los noventa, y tanto el argumento como la ejecución eran un evidente refrito de Las colinas tienen ojos (1977). Todos estos argumentos no dejan de ser ciertos, pero no son suficientes para condenar una película tan entretenida.

La mención arriba de la cinta de Wes Craven es competente por razones obvias; aparte de la ambientación (que cambia el desierto de Nevada por los bosques montañeses de West Virginia) y la sustitución del grupo familiar por el típico elenco de jóvenes, no hay mayor diferencia entre Wrong Turn y la ya famosa fábula de la familia mutante post-nuclear. Donde destaca quizás en que desde el principio empieza a meter caña, y la intro con los créditos ya nos presenta a la tribu de deformes e incestuosos montañeses que han sembrado de trampas su apartado bosque en busca de incautos viajantes que les servirán de alimento, trampas en las que obviamente caen los jóvenes y atractivos miembros del elenco.

Pero lo que falta en originalidad casi se compensa en una ejecución que demuestra el conocimiento de un legado: Wrong Turn tiene la mirada fijamente puesta en los setenta, y su director Rob Schimdt parece haber aprendido la lección al no escatimar esfuerzos en explotar los encantos físicos de sus protagonistas, a los que los depravados montañeses parecen ser inmunes. Algunas escenas resultan particularmente memorables, como aquella de la señorita Dushku escondiéndose debajo de una mesa sobre la cual sus perseguidores están preparando su macabra «comida». Al final, por supuesto, la película toma el ya clásico giro que determina que aquellos que en un principio veíamos como las víctimas deben necesariamente volverse aún más salvajes que sus captores si desean no sólo sobrevivir, sino llevar a cabo su (justa) venganza: el viejo esquema de Deliverance (1972) que constituya la auténtica base del survival horror.

Transcurrido gran parte del metraje, los excesos de Rob Schmidt, quien por desgracia no parece tomarse su película con mucho humor, pueden llegar a tornarse repetitivos, pero no olvidemos que la mayor parte del cine de terror de entonces venía de la sobresaturación adolescente y de los intentos desesperados por emular el éxito de las historias fantasmales tipo El sexto sentido (1999). Wrong Turn fue una de las primeras que intentó romper eso, al menos dentro del cine mainstream, y es eso lo que me hace recomendarla al menos una vez. Resulta bastante más efectiva de lo que la mayoría le concede.