Por increíble que parezca, es probable que haya hablado demasiado pronto cuando nombre a Amityville Dollhouse (1996) la más floja entrega de la saga de Amityville. Parece que más bien ese puesto debe ser reservado para su entrada más reciente, The Amityville Murders (2018), precuela de explotación que descubrí hurgando en servicios de streaming y de la que no sabía nada a pesar de que debería haber escuchado hablar de ella gracias a su guionista y director, Daniel Farrands, quien en los últimos años se ha granjeado mala fama gracias a películas «polémicas» que explotan casos reales con ángulo de cine de terror como The Haunting of Sharon Tate (2019) o The Murder of Nicole Brown Simpson (2019), además de esta de la que hablamos hoy.
Lo cierto es que las tres películas terminan pareciéndose mucho, no sólo por el hecho de usar un evento real como base argumental sino también en unos valores de producción bastante mejorables. Esta cinta, sin embargo, tiene un componente de género mucho más marcado ya que pese a ser indepentiente de otras entregas de Amityville, sí que mantiene su mirada fija en la saga original al relatar no la historia de la familia Lutz y su mudanza a una casa embrujada sino el misterioso crimen original, el asesinato por parte de Ronald DeFeo a todos los miembros de su familia, todos ellos con sus nombres reales. En realidad estamos hablando de un remake encubierto de Amityville 2: The Possession (1982), algo que queda bastante claro con la presencia de Diane Franklin en el elenco, quien hacía de la hija DeFeo en la película del 82 y que aquí interpreta a la madre.
Una cosa curiosa de esta nueva entrega es que Farrands ha decidido por lo visto mantenerse lo más fiel posible no sólo a los hechos «reales» sino también a la percepción que estos han tenido en la cultura popular. Varios de los elementos más conocidos de la saga de Amityville están aquí: las ya icónicas ventanas de la casa, la «habitación roja» del sótano, las distintas apariciones que van atormentado al hijo mayor. Pero también hay un énfasis muy fuerte en el drama de una familia disfuncional traumatizada por un padre tiránico, así como un guiño hacia una quizá menos conocida teoría de la conspiración que involucraba a la mafia. Todo esto por desgracia está mezclado con un componente místico/fatídico increíblemente forzado, que busca dar a la historia un aire de fatalidad demasiado solemne y que termina pareciendo una broma, lo que sólo se ve empeorado por una estética muy cutre y unas actuaciones realmente pobres.
A todo esto hay que sumar el hecho de que esta es una película muy monótona que tarda mucho tiempo en mostrar algo interesante. Comparada con la segunda entrega de la saga está claro que se trata de un trabajo muy inferior a pesar de tocar el mismo tema, y por momentos pareciera que no sabe muy bien si quiere ser una cinta de terror al uso o un pseudo-documental dramatizado de los crímenes que dieron origen a la historia de la casa. En realidad se trata de un trabajo muy pobre que delata un afán de explotar vulgarmente una tragedia real vendiéndola como algo dotado de un mayor significado del que realmente tiene, con lo que entiendo el rechazo que han generado las películas de este director hasta ahora. Por mi parte, esta es la última cinta de Amityville que me faltaba por reseñar, y aunque sé que en cualquier momento habrá más, considero que con esta hemos realmente tocado fondo.