Para el que esto escribe, John Carpenter y Brian de Palma tienen una cosa en común: al igual que el director de Carrie (1976), el genio de JC parece irse siempre a los extremos. Cuando se va por el camino fácil en modalidad de piloto automático, el resultado es por lo general desastroso. En cambio, cuando aplica todo su genio e inspiración, John Carpenter es capaz de realizar auténticas obras maestras que nos recuerdan otra vez por qué es uno de los autores de terror más importantes del cine. Por fortuna para nosotros, En la boca de la locura (1995) pertenece a esta segunda categoría. Parte final de su «Trilogía del Apocalipsis», se trata no sólo de un producto inquietante, inteligente y efectivo, sino que es considerado por muchos uno de sus mejores trabajos, junto con Halloween (1978) y La cosa (1982). Para mí es, además, el último gran largometraje de Carpenter, de quien todavía espero un regreso triunfal a la gran pantalla.
Conocida en España con el título de En la boca del miedo (una vez más, he decidido titular la reseña con el nombre puesto en Hispanoamérica), la película cuenta la historia de John Trent, un cínico y hábil investigador de seguros que es contratado para localizar el paradero del escritor Sutter Cane, el mayor best-seller de novelas de terror de todos los tiempos, y que ha desaparecido misteriosamente en la víspera de la entrega de su nuevo libro, que muchos califican desde ya como su obra maestra. Trent, que al principio cree que toda la misión no es más que un truco publicitario por parte de la editorial, se compromete a encontrar a Cane y al manuscrito a cualquier precio. Es así como, revisando la obra escrita del autor (que es capaz, al parecer, de provocar arrebatos de locura entre sus fans), Trent siga su pista hasta el remoto pueblo de Hobb’s End, donde se topa de bruces con un mundo de horrores que demuestran que la obra de Cane, ese universo poblado de maníacos asesinos, sectas demoníacas y monstruos de otras esferas, es más que letra muerta sobre papel.
La mayor virtud de En la boca de la locura es el juego mental que ofrece con el espectador. Desde el principio de la película (Trent cuenta la historia desde un manicomio) se nos ofrece el panorama de un escritor cuyo talento es capaz de cambiar la realidad. Este concepto, plasmado a través de un número de situaciones en las que Trent se ve envuelto, hace que dudemos en todo momento de aquello que estamos viendo. ¿Es real la experiencia que el protagonista está viviendo o se trata simplemente de los desvaríos de un loco? ¿Es casual lo que le ocurre a John Trent, o toda su vida forma parte del plan maestro de un autor con una conección especial con otras dimensiones? ¿Es real aquello que ve o sólo parte de la ficción hábilmente construída por un demiurgo demente?
Aparte de esto, resulta obvio que Carpenter ha bebido de numerosas fuentes a la hora de elaborar su relato. Lugares, situaciones y personajes son más que evidentes guiños de un gran número de piezas referenciales del terror (el mismo personaje de Sutter Cane está, según comenta el propio Carpenter, ligeramente basado en su amigo Stephen King), pero hay una que destaca por encima de todas: el oscuro mundo del escritor norteamericano H.P. Lovecraft. Con sus constantes referencias a los Antiguos, sus monstruos indescriptibles, y su atmósfera de decadente pueblo maldito, no es exagerado decir que En la boca de la locura es una de las cintas más «lovecraftianas» que existen, si bien no está realmente basada en ninguna de las obras del febril autor de Providence. Además, el recurso meta-ficcional del libro maldito que sirve como puerta a un mundo desconocido era una de las temáticas favoritas de Lovecraft, sólo que en esta película Carpenter lo extrapola hasta convertirlo en un juego formal magnífico que introduce al espectador directamente en la ficción y convierte a ambos, película y público, en un par de espejos confrontados, concepto que retomaría con su primera aportación para Masters of Horror, Cigarette Burns (2005).
En lo que se refiere a las actuaciones, Sam Neill se encuentra cómodo en el papel principal de John Trent, ya que el carisma del actor irlandés resulta idóneo para un personaje calculador y frío como este. Julie Carmen, su compañera de investigación, resulta bastante sosa (ya sabemos que a JC no se le dan muy bien los personajes femeninos), pero quien realmente se lleva el gato al agua es el actor alemán Jürgen Prochnow, que encarna a Sutter Cane a la perfección. Su tiempo en pantalla es mínimo comparado con el resto del elenco, pero en lo que Prochnow aparece acapara la atención de todos, Su escritor/demiurgo es a la vez fascinante y terrorífico, y su participación y revelación última da cabida a uno de los finales más soberbios de toda la filmografía de John Carpenter.
Lo único que, en mi opinión, la falta para ser perfecta es otra banda sonora, ya que las melodías de heavy-metal me parecen un tanto forzadas y anacrónicas. Mucho mejor hubiese sido que Carpenter se decantara por una música de su propia autoría, sin duda mucho más apropiada. Del resto, no queda más que recomendar hasta la saciedad una de las mejores piezas de uno de los grandes de nuestro tiempo.