Reseña: Cuando acecha la maldad (2023)

El director argentino Demián Rugna, el mismo de la excelente Aterrados (2017), se aleja esta vez del fenómeno de investigación paranormal para traernos su nueva película, Cuando acecha la maldad (2023), una impactante mezcla de cine de posesiones y folk horror que ha causado sensación por donde ha pasado y se ha convertido en el hype del año en lo que a terror se refiere.

Metiéndonos directamente en el meollo, la película comienza cuando dos hermanos descubren un cadáver en su propiedad que es solo la primera muestra de un terror mucho más grande que se cierne sobre su comunidad, iniciado así una carrera contra el tiempo en el que buscan salvaguardar a sus familias y encontrar la forma de derrotar un mal que se abre camino poco a poco cobrándose vidas por doquier. No me adentro más en el argumento porque la propia película lo dosifica y parte de la gracia está en que tanto el público como los personajes solo se van enterando poco a poco (y de forma imperfecta) de lo que está pasando.

Son muchas las cosas de esta película que me fascinan, desde el el uso de su locación rural como un lugar que realmente se siente apartado de todo hasta la forma en que el argumento se va desarrollando de manera clara e ininterrumpida con un mínimo de exposición, algo que la película anterior de Rugna ya mostraba en cierta forma. Sin embargo, lo que la mayoría recordará más después de verla es sin duda el catálogo de truculencias y cosas horribles que pasan en su muy compacto metraje, además del trasfondo de leyenda popular del Mal al que se enfrentan los protagonistas.

Fascinante y agresiva como película de terror, pero también muy intensa en cuanto a las actuaciones o su ángulo dramático, Cuando acecha la maldad es de esas en las que te quedas pensando mucho después de que terminan. Como decía arriba, la película ha sido un exitazo en todos los sitios donde se ha presentado y con toda seguridad estará entre las mejores del año. Es una pena que su calendario de distribución haya sido tan desigual y que en España hayan terminado por estrenarla cuando ya ha pasado por un montón de festivales y hasta servicios de streaming en otros países, pero si tienen la oportunidad de verla en un cine no la dejen pasar porque como experiencia colectiva gana muchísimo. Grandiosa.

Reseña: Hermana muerte (2023)

Tras el éxito de público y crítica que fue Verónica (2017), alguna mente brillante tuvo el acierto de dar luz verde a una precuela basada en el personaje de la «Hermana Muerte» que aprecía brevemente en esta. Durante un tiempo pareció que no se iba a llevar a cabo pero ahora, seis años después, llega directamente a streaming y de una forma que francamente no me esperaba. Lo digo porque esta película es, por encima de todo, un sorprendente regreso de Paco Plaza al thriller de cocción lenta y estética estilizada con que inició su carrera, y una cinta que probablemente decepcione a los que esperan una precuela de Verónica, que es por desgracia como se ha publicitado.

Superficialmente, Hermana Muerte (2023) cuenta una trama muy sencilla de una joven novicia atormentada por una crisis de fe que viaja a un convento de clausura donde resuelve un misterio. Pero lo que parece una cinta de terror sobrenatural totalmente convencional resulta ser todo lo contrario debido a la forma en que Plaza cuenta la historia regodeándose en una estética diametralmente opuesta a su antecesora: lejos del efectismo de la película anterior, esta utiliza sus (probablemente limitados) recursos para darle una sensación de naturalidad muy acorde con su ambientación: locaciones reales, largos silencios, luz natural, pasajes oníricos y sobre todo un manejo impecable de la iconografía católica como fuente del terror, algo que en mi opinión el cine anglosajón nunca ha sabido hacer de manera convincente.

Todos estos detalles sin duda alguna elevan un material que muy probablemente fue concebido en principio como un sencillo directo-a-Netflix alimenticio y consigue en cambio una identidad propia. Además me gusta lo minimalista que es, con la trama ocurriendo casi por entero en el convento y con un elenco casi exclusivamente femenino en el que la presencia masculina del único sacerdote es ambigua y misteriosa, y únicamente se nos da un vistazo en cuanto a la referencia a la Guerra Civil, cuyo empleo resulta obvio por la época en que la trama está situada. Pero lo que más me sedujo fue la estética, natural pero a la vez con una capa de irrealidad. Si es que hasta el encuadre de 1.33:1 que imita el cine de la época le queda espectacular.

Todo el tramo final se desmelena un poco y siento que en un par de momentos Plaza se rinde a un efectismo que la película no necesitaba, y puede que como cinta de terror decepcione a aquellos que esperan algo más parecido a su predecesora, pero honestamente me parece una auténtica obra de arte y algo que merece un destino mejor que estar sepultada en el catálogo de Halloween de una plataforma.

Reseña # 1001: Evil Dead Rise (2023)

Tras una década sin saber nada ella, la saga de Evil Dead regresa con Evil Dead Rise (2023), una muy sólida aportación del cineasta irlandés Lee Cronin, quien escribe y dirige una entrega de que se siente al mismo tiempo en terreno familiar y también algo distinta al resto de la saga. También ha conseguido con ella algo en las antípodas de su anterior trabajo, The Hole in the Ground (2019). Manteniendo la carga de violencia de la película de Fede Álvarez, esta nueva entrega no deja de lado el sentido del humor y a pesar de que cambia su ambientación habitual sabe mantener varios de los puntos clave de la saga casi intactos.

Lo del cambio de ambientación es probablemente lo que más llama la atención de entrada; tras un prólogo ubicado en el bosque la película tiene lugar en un ruinoso edificio de apartamentos donde unos chicos encuentran por accidente una copia del Necronomicón, con los resultados ya conocidos. Las diferencias no se limitan al escenario, ya que otro de los detalles interesantes de esta película está en que en esta ocasión la mayor parte de la acción gira en torno a un deadite «principal» encarnado en la madre de los chicos, una magnífica Alyssa Sutherland que clava su personaje desde el principio y cuyo trabajo le da una carga emocional muy grande al despliegue de violencia y crueldad que se desata no solo sobre sus hijos sino sobre su hermana, interpretada por la actriz Lilly Sullivan haciendo de final girl incombustible.

Con estas herramientas en la mano, Cronin monta una película mucho más intensa y atractiva de lo que normalmente hubiese creído, un tanto predecible en su desarrollo pero generosa en cuanto a los componentes de violencia y desvergüenza que ha mostrado la saga en sus encarnaciones recientes, sobre todo cerca del tramo final cuando tienen lugar los episodios más extremos de terror corporal, mutilaciones y personajes en peligro. La cinta también se luce con algunas decisiones estéticas ingeniosas que le dan algo de personalidad propia, como por ejemplo una gran secuencia vista desde la perspectiva de la mirilla de una puerta, uno de mis momentos favoritos de todo el metraje.

De hecho, si algo puedo criticarle a Evil Dead Rise precisamente son aquellos momentos de escasa originalidad en los que intenta de forma superficial rendir homenaje a las primeras películas de la saga mediante guiños concretos. Algunos de ellos funcionan cuando son sutiles (cameo de voz de Bruce Campbell) y otros, como algunos intentos de comedia pura, terminan desentonando en una película cuyo tono es mucho más macabro y ciertamente muy alejado de la juguetona ligereza de Evil Dead 2 (1987) o El ejército de las tinieblas (1992). Aquí por el contrario la violencia es cruel y se ceba en la mayoría de los personajes, incluso aquellos que normalmente no habríamos esperado; es la primera entrega de Evil Dead en la que salen niños, lo que no significa que hayan rebajado el tono para nada.

Esta aproximación al material original desde una perspectiva más «seria» es algo que no nos pilla por sorpresa porque la entrega anterior dirigida por Fede Álvarez ya era hasta cierto punto así. Sin embargo, esta todavía alcanza algunos picos interesantes en cuanto a terror corporal, imágenes surrealistas y gore intrafamiliar, aderezado además no con el típico grupo de jóvenes descerebrados en una cabaña sino con un elenco muy bueno en el que todos los personajes destacan en algún momento. Es cierto, sin embargo, que la saga parece haber renunciado aquí a su formato de comedia extravagante, dejando por lo visto ese ángulo a la serie de Ash vs Evil Dead, recientemente cancelada por desgracia.

He leído ya varias reseñas que resaltan el hecho de que esta película parece tomar inspiración no solo en la saga original sino también en recientes entradas del terror asiático, en concreto del cine indonesio con películas como Satan’s Slaves (2017) o May the Devil Take You (2018), a las que efectivamente recuerda mucho en ocasiones. Esto no deja de tener sentido ya que estas películas toman precisamente de Evil Dead gran parte de su marca de identidad. En todo caso, me gustó mucho. Los monstruos de Sam Raimi han tenido un buen regreso.