Reciente exitazo de Disney+ (aunque originalmente se trate de una producción de Fox) Prey (2022) es la nueva entrega de la saga iniciado por Predator (1987) y debo decir que resultó mucho mejor de lo que esperaba inicialmente. Algunas de las reseñas positivas que ha tenido son sin duda exageradas (no creo que sea mejor que la primera o siquiera la segunda) y que no deja de ser un ejemplo mediano de cine de acción inofensivo, sí puedo decir al menos que en muchos sentidos es una agradecida vuelta a la sencilla premisa de la original, algo que la saga necesitaba desesperadamente.
La sencillez de la premisa significa volver al enfrentamiento entre el monstruo alienígena y un único contricante humano, en este caso una joven cazadora comanche en la América del siglo XVIII que, mientras intenta mostrar su valía a los hombres de su tribu, se enfrenta cara a cara a una criatura de otro planeta que a venido a su vez a dar caza a los suyos. La idea es, como ya había mencionado en otra ocasión, muy buena y a la vez representa un escenario nuevo para este monstruo en particular, algo que por lo visto tenía muy claro su director, Dan Trachtenberg, quien explota el paisaje de las praderas americanas mediante una fotografía preciosista que constituye, junto con el diseño del monstruo, la única fortaleza estética de la película.
Con esto último quiero decir que si bien las locaciones son atractivas y el diseño del propio Depredador es muy bueno, el resto de la producción tiene en ocasiones una pinta muy barata de directo-a-vídeo que las originales no tenían. Esto es especialmente notable en lo que se refiere a la representación de la tribu con su estética cosplay, el abuso de un CGI de segunda categoría (sobre todo cuando se muestran animales salvajes) y la menor cantidad de violencia comprada con la original. Aparte debo reconocer que me ha molestado que los personajes indígenas hablasen todo el tiempo en perfecto inglés. Creo que haberla rodado en idioma comanche habría funcionado muy bien porque las mejores escenas no involucran diálogo alguno, pero por lo visto el único que se atreve a hacer algo así es Mel Gibson.
Este último detalle de la autenticidad trae a colación un tema que considero crucial y que se ha visto por desgracia sepultado por una polémica idiota atizada por gente que por lo visto no tiene nada mejor que hacer que quejarse de una (imaginada) política de inclusión omnipresente en el cine actual. Por el contrario, si algo queda claro aquí es lo tremendamente falso que resulta el supuesto sentido de inclusividad de una corporación como Disney, que saca pecho afirmando que su protagonista es una actriz nativo-americana pero que a la hora de la verdad muestra una representación de la cultura comanche superficial en la que ni siquiera ha habido una voluntad de usar su lengua original. Es una lástima porque esto fue lo único que realmente me molestó de una película que por otro lado disfruté mucho y que, con todos sus problemas, al menos me parece francamente superior a las dos últimas entregas de la saga, sobre todo mejor que la última. Espero que cunda el ejemplo y que esta idea de situar al Depredador en distintos períodos históricos sea algo que tenga continuidad.