Reseña: Demonic (2021)

Neil Blomkamp, el otrora prometedor director de District 9 (2009), estrenó el año pasado Demonic (2021), su primera película de terror. No hay que dejar que el genérico título nos engañe porque la película partía (como casi todo lo de este director) de una premisa muy interesante que hubiese dado mucho juego pero que por desgracia se viene abajo de la peor manera. Durante mucho tiempo guardé curiosidad de verla a pesar de que no había leído ninguna opinión positiva, por lo que se puede decir que iba predispuesto a que me gustara y sin embargo ha resultado ser todo lo contrario y una de las mayores oportunidades desperdiciadas de los últimos años.

Su interesante premisa mezclam terror y ciencia-ficción contando la historia de una mujer que, gracias a una tecnología punta cuyo funcionamiento nunca se explica al espectador, es capaz de entrar en la mente de su madre comatosa y descubre que esta está poseída por un demonio que ansía salir del inconsciente cuerpo en el que está atrapado. El argumento no es cien por cien original, y a aquellos menos jóvenes quizás les recuerde a la película de Tarsem Singh The Cell (2000), en la que Jennifer López se metía en la mente de un asesino en serie. Esta parte de una idea similar, pero al mismo tiempo hace cosas nuevas con ella y la idea de que la mente que explora la protagonista sea la de su propia madre le da un ángulo de drama personal que funciona.

La mayor muestra de originalidad está en todo caso en ciertas decisiones estéticas muy interesantes y poco habituales, como por ejemplo la recreación de la mente del paciente como si se tratase de una simulación de un videojuego, con gráficos 3D y todo, algo que en otra película habría resultado ridículo pero que aquí por el contrario contribuye a una atmósfera si se quiere única y que me pareció de lejos lo más memorable del invento por la forma en que estas escenas exploraban tanto la psique de la madre como su relación con la hija, pero también el horrible imaginario demoníaco que poco a poco se va apoderando de ella. Por desgracia hasta aquí llegan las cosas buenas porque la trama muy pronto se descalabra una vez que se abandona la premisa de ciencia-ficción y se introduce por complento un elemento conspiranoico-religioso salido de la nada y que resulta imposible tomarse en serio. Creo que esto lo he mencionado en otras ocasiones pero la idea de «agentes especiales del Vaticano» siempre ne ha parecido ridículo y es algo que me saca de la película por completo.

Este no es el único problema pero es a partir de aquí cuando toda la trama de terror se vuelve tremendamente aburrida, predecible y apresurada, con unos sustos muy obvios y una «confrontación final» que parece salida de una historia completamente distinta a la que habíamos empezado a ver. Quería darle una oportunidad y comencé a verla con la mejor disposición a pesar de las opiniones tan negativas que ha cosechado, pero es realmente muy mala y, lo que quizás sea peor, dinamita todo su potencial desde muy pronto, lo cual es una auténtica pena.

Reseña: La llorona (2019)

Uno de los ejemplos más recientes de cine de terror latinoamericano, La llorona (2019) es una producción franco-guatemalteca que tuvo la suerte de estrenarse más o menos al mismo tiempo que otra versión de la misma leyenda ambientada en el universo de The Conjuring, y que aquí comentábamos en aquel entonces. Digo suerte porque es posible que esta coincidencia haya ayudado a darle cierta notoriedad debido a las comparaciones (casi siempre favorables) entre ambas. Por supuesto se trata de un trabajo muy distinto que maneja otro tipo de terror con comentario social, algo que se ha destacado mucho y que la hace interesante más allá de sus recursos de cine de miedo.

Lejos del drama familiar de su contemporánea, esta película del director Jayro Bustamante utiliza la leyenda de «la llorona» únicamente como el trasfondo para una historia de carácter político en la que un ex-dictador entrado en años y a quien se le viene encima un juicio público por sus crímenes pasados recibe de repente la visita de una joven que se incorpora a su casa como la nueva sirviente, y cuya presencia trae consigo un elemento sobrenatural dispuesto a cobrarse la justa retribución por el pasado. La película, sin embargo, no tiene un único punto de vista sino que tocando uno a uno a los miembros de la familia del dictador que ven como el cerco se va cerrando en torno a ellos a medida que son acosados por las protestas fuera de su casa como por la presencia de una maldición dentro de ella.

De entrada la idea de la que parte esta adaptación me gustó mucho y la forma en que la leyenda es usada para hablar del tema de la memoria histórica y la llegada de una justicia extraterrenal que compensa la impunidad del mundo de los vivos es algo que me pareció muy atractivo. Cosas como esta demuestran que se trata ante todo de una cinta inteligente con un discurso propio, aunque también debo decir que por desgracia gran parte de este discurso se hace a costa de los elementos de terror sobrenatural, que aunque intuídos por el título están totalmente infrautilizados hasta el punto de que pareciera que la película se avergonzara de pertenecer a este género. Esta idea está reforzada por un ritmo muy lento y pausado con unos diálogos y actuaciones que suenan de una forma que imagino es deliberadamente antinatural, como si el guión original hubiese sido en otro idioma y alguien hubiera realizado una traducción al español poco rigurosa. Todos estos detalles hacen de la película un trabajo un tanto tedioso que desaprovecha muchos de sus recursos en un intento de parecer algo más serio.

A pesar de esto es considerablemente superior a su arriba citada homónima de Hollywood, solo hubiese deseado que fuera menos contenida y hubiese abrazado más su esencia de terror, que está allí pero a la que la cinta le pasa por encima en todo momento, con lo que la conexión con «la llorona» es totalmente superflua y podría incluso haber estado ausente del todo. Vale la pena, pero si esperas un trabajo de terror más visceral te vas a llevar una inevitable decepción.

Reseña: Books of Blood (2020)

Para nadie es un secreto que la antolog´ía Los libros de sangre de Clive Barker es una pieza fundamental del terror literario de los años ochenta y una obra que impulsó la carrera de su autor como pocas cosas. Aquí en este blog ya hemos hablado de varias películas que se han hecho basadas en algunos de sus relatos, como Candyman (1992), The Midnight Meat Train (2008) y, por supuesto, Book of Blood (2009), clara antecesora de esta de la que hablamos hoy. Varios años después tenemos un nuevo intento de llevar a la pantalla estas historias en la forma de una cinta de antología concebida originalmente como una serie de televisión, como revela la presencia como productores de Seth McFarlane y Brannon Braga, quien además hace de director.

La fidelidad a la obra de Barker es sin embargo algo que hay que tomar con pinzas porque de las tres historias que componen Books of Blood (2020) dos se toman amplias libertades a la hora de adaptar el texto, mientras que la otra es una historia original escrita especialmente para la película. Esta historia propia, que habla acerca de una chica con problemas mentales (además de un caso agudo de misofonía) que escapa de casa y se aloja en una pensión donde algo siniestro está ocurriendo, me pareció de lejos la mejor de las tres y a pesar de que no está basada en la obra de Barker sí que toca muchos de los temas que le obsesionan como autor, incluyendo un toque de horror corporal muy en la onda de varios de sus trabajos.

En realidad debo decir que las otras dos historias también me gustaron mucho y me parecieron adaptaciones muy dignas que ganan gracias a la voluntad de enlazar los tres relatos de forma ingeniosa y hacer que la película salte de uno a otro en lugar de dividirla en segmentos autoconclusivos. Sí creo que se queda un poco a medio camino en cuanto a la crudeza y perversidad de la obra de Barker y probablemente habría funcionado mejor con un formato episódico en una serie de televisión, pero maneja buenas ideas y sabe explotar su temática e imaginario de terror de forma eficaz incluso dentro de las limitaciones de lo televisivo. Esto último es algo que no me sorprende porque es algo que Braga ya ha logrado en otras ocasiones con su trabajo en series como Salem.

Books of Blood no es ninguna obra maestra ni tampoco creo que sea la adaptación definitiva de Clive Barker, pero me ha parecido más que eficaz y si sirve para revivir el interés por este autor más allá de las distintas secuelas y remakes de Hellraiser (1987) yo me doy por satisfecho. Es una lástima que haya sido destinada a plataformas de streaming debido a motivos corporativos (la película fue la víctima de la disolución de Touchstone Television y su fusión con el resto del organigrama de la Fox antes de su venta a Disney) pero el resultado es mucho más de lo que hubiese esperado en primer lugar.

Reseña: Incantation (2022)

A pesar de una publicidad hiperbólica que la anunciaba como la película más terrorífica de Taiwan (cosa que puede resultar en unas expectativas demasiado altas), lo cierto es que Incantation (2022) es una cinta de lo más eficiente que me sorprendió de forma muy positiva, hasta el punto de convertirse en uno de mis estrenos favoritos de este año que está a punto de acabar. No la había visto desde que se estrenó (este verano en Netflix) y la volví a ver para escribir estas líneas, y esto no ha hecho sino reafirmar mi muy favorable impresión inicial.

Todo esto incluso teniendo en cuenta su escasa originalidad, ya que la película usa su formato de metraje hallado para contar una historia que hemos visto muchas veces: los intentos desesperados de una mujer por levantar la maldición que ha caído sobre su hija pequeña, y la carrera contra el tiempo para lograrlo. Todo esto mezclado con historias de cultos secretos, espíritus malévolos y una gran cantidad de sustos muy logrados que incluso se permiten ciertos juegos formales curiosos, como por ejemplo los momentos en que el público mismo es llamado en cierta forma a participar del juego que la historia plantea, lo más cercano a un rompimiento efectivo de la cuarta pared que he visto en una película de terror moderna. También hay un énfasis en la mitología y creencias religiosas de la cultura en la que se basa, la cual independientemente de lo auténtico de su representación la emparenta con otros ejemplos más «serios» como las ya comentadas aquí como la coreana The Wailing (2016) o la tailandesa The Medium (2021).

Lo bueno es que la trama es no solo una excusa para las escenas de miedo sino que también es genuinamente interesante y muy ambiciosa, y además el hecho de que esté narrada en desorden temporal la hace más llevadera y menos monótona de lo que suelen ser este tipo de trabajos de found footage, que casi siempre se caracterizan por un inicio aburrido, cosa que aquí no ocurre. De todas formas sí que mejora a medida que avanza el metraje, sobre todo la última media hora me pareció fantástica y muy memorable al abrazar por completo su trama de terror con unas imágenes finales dignas de elogio.

Me ha gustado mucho y hay altas probabilidades de que esté en mi podio personal de este año. De hecho, casi me atrevería a decir que es de las mejores películas de este tipo que he visto en los últimos años y una de las pocas que consigue medirse de tú a tú con los ejemplos más conocidos de esa fiebre por el terror asiático que nos invadió hace dos décadas. El hecho de que esté ampliamente disponible en streaming en todo el mundo es otra razón para recomendarla con toda confianza.

Reseña: Hellraiser: Revelations (2011)

La inminente llegada de su remake fuera de su país de origen me ha hecho recordar que dejé incompleta la serie de reseñas de la saga de Hellraiser, en concreto las dos últimas entregas de directo-a-formato-doméstico que Dimension sacó en su momento. La primera de estas, Hellraiser: Revelations (2011), ha significado para mí rascar el fondo de algo que pensaba no daba más de sí y el resultado hunde todavía más la saga en su pozo de calidad y justifica por sí sola su eventual regreso a los orígenes. Había escuchado ya opiniones muy negativas pero solo ahora entiendo hasta qué punto se quedan cortas.

Para captar esto en toda su magnitud, sin embargo, se hace necesario hablar un poco del origen de esta saga y de su estado para aquel entonces: las cuatro primeras películas de Hellraiser, realizadas entre 1987 y 1996, fueron las únicas que se estrenaron en cines y las únicas en las que el creador original, Clive Barker, tuvo algún tipo de participación. Posteriormente los derechos pasaron a manos de Dimension Films, productora propiedad de los hermanos Weinstein, quienes entre 2000 y 2005 produjeron otras cuatro entregas destinadas a formato doméstico. Estas no eran realmente películas de Hellraiser sino guiones completamente independientes que fueron «reciclados» como parte de la saga añadiendo detalles superficiales que las vinculaban con el resto de películas, por lo general gracias a la (extremadamente) fugaz aparición de los cenobitas en algún momento del metraje. Todas estas cintas son, además, francamente olvidables, y hoy en día su existencia es recordada principalmente por hechos circunstanciales como el debut como director de Scott Derrickson o uno de los primeros trabajos actorales de Henry Cavill.

A partir de aquí Dimension anuncia que el siguiente (y noveno) trabajo de Hellraiser será un remake de la original, el cual nunca llegó a buen puerto y les obligó a sacar rápidamente una nueva entrega directo a DVD para no perder los derechos. Hellraiser: Revelations se convierte así en una obra hecha únicamente como una obligación legal, un subproducto realizado a toda prisa en apenas cinco semanas, con un rodaje de tan solo once días hecho a base de un guión que ni siquiera tuvo un segundo borrador. Como muestra final del poco aprecio que sentían por el material, esta también fue la primera película de la saga en la que Doug Bradley no retomó el papel del icónico líder de los cenobitas, al cual había interpretado en las ocho entregas anteriores y que conseguía darles al menos algo de legitimidad incluso en sus horas más bajas. En vez de eso tenemos esta vez a otro actor con mucha menos presencia y que ni siquiera usa su propia voz.

Sabiendo esto, y ya entrando finalmente en la película en sí, hay una cosa que sí pienso concederle a esta novena entrega y es que su explícita intención de retener los derechos de la saga hace que esta sea la primera cinta en quince años concebida desde el principio como parte de Hellraiser, es decir que no se trata de un guión reciclado sino de una historia parcialmente inspirada por la original en la que se habla de la desaparición de dos jóvenes que se encuentran con la Configuración de los Lamentos en un viaje a México y que termina con un festival de sangre y depravaciones cuando uno de ellos reaparece tiempo después en misteriosas circunstancias. La película mezcla de hecho varios estilos distintos y elementos novedosos para la saga si se quiere, tales como cierto grado de desorden cronológico y hasta algunos segmentos de found footage que podrían haber dado juego en un trabajo un poco más serio.

Al final esto termina siendo lo peor de todo, y es que a pesar de todo hay algunas ideas interesantes en cuanto a la dirección en que se quiere llevar la historia, ciertas concesiones al lado perverso y violento de la saga y un (quizá accidental) minimalismo que le habría venido bien a un guión algo más trabajado. Nada de eso se aprovecha; estamos ante la entrega más barata y cutre de todas (al menos de momento, porque se llegó a hacer una entrega más que todavía me falta por ver), subtramas que no se cierran, diálogos vergonzosos recitados por actores que obviamente no saben de qué va el resto de la película y un montón de referencias a detalles de la original que sus responsables no entienden. Terrible, sin lugar a dudas, y algo que nunca debió ocurrir.

Reseña: V/H/S 99 (2022)

En lo que hay que admitir fue una jugada muy inteligente, la cadena Shudder se hizo con los derechos de la saga de V/H/S hace ya algún tiempo para continuar por su cuenta con una nueva camada de antologías de metraje hallado. Aquí ya revisamos en su momento V/H/S 94 (2021) y ahora, poco más de un año después, nos llega su continuación, V/H/S 99 (2022), la quinta entrega de la saga y una que, como su antecesora, busca explotar no solo el formato de found footage sino la nostalgia por los noventa con cinco historias independientes ambientadas en dicha década.

Una cosa que me ha sorprendido es que en esta ocasión no parece haber una historia-marco que una a todos los relatos sino que estos están presentados como auténticas historias independientes en los que el único elemento común aparte del formato es la estética de VHS granulado que se convirtió en la marca de la casa ya con la entrega anterior, y que mucho me temo es la verdadera seña de identidad de una obra poco destacable incluso en sus momentos más altos.

Este componente nostálgico al que me refería antes está evidenciado no solo en la inclusión del año en particular sino también en la estética de fin de siglo que impregna cada una de las historias (o al menos la mayoría de ellas), pero esto termina siendo un elemento superficial. En realidad, y esto es algo que ya había notado en su antecesora, los relatos que componen esta antología demuestran un camino que la saga está tomando que en lo personal me ha parecido una decepción ya que cada vez intentan menos ser historias de horror y más bien parodias de historias de horror, con unos valores de producción muy pobres y una tendencia hacia el horror festivo en contraposición con la variedad de estilos que tenían las primeras dos entregas de la saga, sobre todo la segunda, que sigue siendo la mejor con diferencia.

Aunque quizá lo peor de todo (y esto es algo de lo que también nos quejábamos en la entrega anterior) sea que la película se niega a abordar el formato que la hizo famosa de otra forma que no sea como mero trámite, ya que la perspectiva de falso documental/metraje hallado no forma realmente de ninguna de las historias salvo quizá en la última, que por cierto es una especie de spin-off/parodia de la excelente Deadstream (2022), hecha por el mismo equipo y ya comentada aquí. Del resto, ninguna de ellas se preocupa siquiera por justificar la presencia de la cámara subjetiva más allá de la premisa inicial, y en algunos casos esta se hace literalmente imposible. Me ha parecido en general muy pobre, repetitiva y honestamente sin gracia alguna. Mejor quedarse con las dos primeras.

Reseña: Deadstream (2022)

Hoy es Halloween y si vais a ver una película de terror, me parece que Deadstream (2022) es la opción ideal. Confieso que al principio estuve un poco reacio a verla cuando me enteré de que no solo era un found footage sino también una comedia, pero lo cierto es que estaba muy equivocado. Como comedia es una auténtica gozada pero también es, para mí al menos, una de las películas de terror del año. Parte del motivo se debe a que consigue un equilibro comparable (como han dicho muchos ya) a lo que hizo en su momento Sam Raimi con Evil Dead 2 (1987), una más que evidente influencia a la que referencia en más de una ocasión.

Si la recomendaba para una sesión de Noche de Brujas es porque dicha ambientación ya se hace patente desde la premisa, en la que un youtuber caído en desgracia emplea como último recurso para reconquistar su popularidad una sesión de streaming en la que se compromete a pasar la noche completamente solo en una auténtica casa embrujada, cosa que por supuesto demostrará ser un grave error cuando descubra que aquello que él mismo consideraba solo un juego más termine siendo una experiencia real de encuentro con lo sobrenatural.

La premisa no es original ni siquiera dentro del subgénero de metraje hallado; en esta misma página ya hemos hablado de películas como Grave Encounters (2011) y Gonjiam: Haunted Asylum (2018), dos cintas que tienen prácticamente la misma premisa. Lo que diferencia a Deadstream de estas dos, aparte de su estética y factura claramente indie, es su tono de confesa comedia de horror y su mucho más realista y trabajada recreación del mundo de la celebridad virtual, con sus lugares comunes, su estética exagerada e incluso recursos visuales como el chat en constante actualización. Esto es algo que considero importante destacar porque si en algo brilla la película es precisamente en la forma tan ingeniosa en la que aprovecha el recurso de las múltiples cámaras y el punto de vista en primera persona, algo que muchas otras cintas descuidan pero aquí está maravillosamente bien empleado.

Y por supuesto, gran parte del éxito de la propuesta tiene que ver con la gran actuación de su protagonista, Joseph Winter, quien también es uno de los directores y clava su personaje desde el minuto uno, lo cual es toda una faena teniendo en cuenta que aparece en el casi cien por cien del metraje y aún consigue sostener la película sobre sus hombros. En serio, buscadla porque es muy divertida, está maravillosamente hecha y como espectador te atrapa y no te suelta, cosa que no siempre se puede decir de este formato. Arriba la comparaba con Evil Dead 2 y honestamente creo que podría perfectamente llegar a tener un nivel de culto similar si no fuera porque la avalancha constante de títulos que tenemos hoy en día hace que dicho nivel de éxito sea en la actualidad algo imposible.

Reseña: Body Bags (1993)

Revisitada después de mucho tiempo (aunque guardaba un buen recuerdo de ella), Body Bags (1993) es una simpática película de antología de terror de principios de los noventa muy conocida pero que no suele nombrarse mucho a la hora de hablar de las más sobresalientes de dicha década. Como suele ocurrir en varios de estos trabajos, su fama y difusión vino sobre todo gracias a su presencia en formato doméstico, ya que originalmente fue concebida como el piloto de una serie para la cadena Showtime que nunca llegó a realizarse.

La estructura que tiene es algo ampliamente conocido a estas alturas: tres historias independientes hiladas por un marco narrativo con un presentador que le da el toque de comedia de horror y que por supuesto termina siendo más recordado que los propios cuentos. Esta película no es la excepción; a pesar de ser un trabajo muy sencillo que sufre en comparación con muchas otras cintas similares de la misma época, su mayor encanto está en su condición de reunión de auténticas luminarias del terror, todos bailando al compás de John Carpenter, quien no solo dirije dos de los tres segmentos (dejando el tercero a Tobe Hooper) sino que también interpreta al maestro de ceremonias en una morgue, una suerte de Guardián de la Cripta de saldo que sin embargo está muy bien y le da a la película gran parte de su personalidad, algo interesante porque no recuerdo muchas incursiones suyas como actor.

En cuanto a los cuentos como tal, estos no son nada del otro mundo y siguen más o menos el mismo esquema Twilight Zone/Cuentos de la cripta que para entonces era prácticamente el estándar. Aunque para mí el antecedente que vale la pena nombrar es Two Evil Eyes (1990), un trabajo muy similar hecho por George Romero y Dario Argento y que también se valía de la presencia de varios rostros conocidos del género de terror, algo que aquí está exacerbado. De hecho, si algo se puede destacar de las tres historias es el maravilloso elenco que se gastan: desde apariciones muy breves (Sam Raimi haciendo de un cadáver en un armario) hasta protagonismos inspirados como Mark Hamill en el segmento dirigido por Tobe Hooper, el más violento y perturbador de los tres pero también el más convencional.

Siendo justos, el tiempo no ha tratado tan bien a Body Bags como a muchas de sus contemporáneas pero con todo y eso tiene mucho qué salvar, sobre todo teniendo en cuenta que tanto Hooper como (en menor medida) Carpenter habían ya dejado atrás sus mejores películas como directores. Vale la pena.

Reseña: La niebla (1980)

Siendo sinceros, La niebla (1980) nunca ha sido uno de mis trabajos favoritos de John Carpenter, pero es fácil ver por qué esta, su entrada en la década de los ochenta, fue uno de sus más grandes éxitos en una carrera que no tiene muchos. Independientemente de esto, y a pesar de ser una de las que tiene el argumento más sencillo, es artísticamente una de sus mejores películas; la atmósfera que consigue con su recreación de un horror inefable en un pequeño pueblo costero asediado por la niebla es algo envidiable y que pocas veces se ha realizado de forma tan eficaz.

Es en esta representación donde Carpenter consigue toda su efectividad tirando de arquetipos muy conocidos en el género de terror, sobre todo el de tradición anglosajona. El paisaje costero y la niebla de origen sobrenatural, así como la maldición ligada a los pecaminosos orígenes del poblado son ideas que hemos visto muchas veces pero que están manejadas aquí de forma inteligente y con un elenco interesante que balancea varias historias en paralelo unidas únicamente por la amenaza de esos fantasmas que vienen a cobrarse una deuda del pasado.

Carpenter utiliza además muchos recusos de Halloween (1978), de la que auto-plagia varios planos casi idénticos y una cadencia muy similar, aunque también tiene el acierto de contar con la excelente fotografía de Dean Cundey, con quien repetiría más adelante. También sorprende mucho con el ritmo: la película dura noventa minutos pero en realidad parece mucho más corta, siempre están ocurriendo cosas y la decisión de aislar al personajde Adrianne Barbeu y convertirla en una voz omnipresente a través de la radio le da a un toque especial y único a todo el conjunto.

Como decía antes, está lejos de ser perfecta, la trama es muy sencilla y superficial y personalmente considero que el mismo Carpenter tiene en Príncipe de las tinieblas (1987) un mucho más sólido ejemplo de terror en estado de sitio. Sin embargo, también me parece que maneja sus limitaciones de forma magistral y entiende las bases de lo que constituye un buen relato de terror, cosa que su posterior remake del 2005 decidió ignorar por completo. Esta, por el contrario, continúa vigente y ha envejecido muy bien. Fue también, como mencionaba arriba, uno de los pocos grandes éxitos taquilleros de John Carpenter, quien nunca en su carrera pudo igualar el bombazo de Halloween pero que tiene indudables joyas de las que esta forma parte.

Reseña: The Darkness (2016)

Con un genérico y ya usado título, The Darkness (2016) es una producción de Blumhouse que repite el ya famoso modus operandi de esta distribuidora de sacar material de terror con presupuesto mínimo y una premisa que recicla gran parte del imaginario establecido por el cine de miedo en décadas posteriores. A pesar de contar con un elenco interesante y una identidad estética hasta cierto punto novedosa, todas sus buenas ideas se quedan en la superficie dando como resultado un trabajo bastante blandengue que merecía un tratamiento mejor.

Su premisa es algo que ya conocemos pero que refuerza una idea que me gusta y es la del terror como algo enteramente fortuito: una familia de vacaciones en el desierto americano y que se meten en problemas cuando su hijo autista trae a escondidas unas piedras rituales de una extincta tribu indígena, y con ellas la presencia de unos espíritus malignos que intentarán llevárselo. Reconozco que esta idea y la estética de una maldición de origen nativo-americano fueron cosas que me llamaron mucho la atención al principio y me animaron a seguirla viendo.

Sin embargo, pronto queda muy claro que el desarrollo es otro remedo del 99% de las obras de terror sobrenatural de ambiente familiar que hemos visto ya, sobre todo Poltergeist (1982), película a la que se fusila sin piedad en más de una ocasión. Como en esta, el fenómeno sobrenatural comienza de forma sutil y se va haciendo cada vez más siniestro y peligroso a medida que avanza el metraje, desembocando al final en el sonrojante e inevitable empleo de exóticos expertos paranormales, cuya abrupta llegada en el tramo final de la cinta hizo que terminara desconectando por completo.

Siendo sinceros tiene cosas que sí me gustaron: la sutileza de los efectos en la primera mitad, el mínimo uso de música o la presencia de actores que me gustan mucho como Kevin Bacon o Radha Mitchell, pero entre el superficial drama familiar que no va a ninguna parte, los cargantes personajes, la ligereza con que la trama acepta lo sobrenatural de entrada o los lugares comunes mencionados arriba, todo se vino abajo de forma estrepitosa. Lo que quizás me molesto más de todo fue comprobar, ya al final, que el director es el australiano Greg McLean, responsable de la saga de Wolf Creek (2005) y alguien de quien me esperaba algo mucho mejor.