Reseña: Los renegados del diablo (2005)

Por mucho que su cronología diga lo contrario, Rob Zombie no es un músico que un día decidió meterse a director de cine, sino al revés; el antiguo líder de White Zombie era desde el principio un cineasta que, casualmente, descubrió en la música su primera forma de expresión. A partir de allí había tocado el mundo del cómic, diseñado atracciones de feria, y en general varias disciplinas que desembocarían en el cine. Fue La casa de los 1000 cadáveres (2003) la que finalmente le dio esa oportunidad, pero es su secuela, Los renegados del diablo (2005), la que hace de Rob Zombie un director digno de grandes expectativas.

Al igual que su predecesora, Los renegados del diablo es una película altamente referencial. La diferencia está en que, si bien La casa de los 1000 cadáveres era un homenaje a las dos primeras partes de La matanza de Texas (1974), en esta ocasión Zombie construye una gran referencia a los western de Sam Peckinpah, especialmente El grupo salvaje (1969), con la que comparte esa visión de personajes que escapan cuando su mundo poco a poco se acaba. Eso no quiere decir que Rob Zombie se haya olvidado de Tobe Hooper, ya que el argumento tiene una profunda resonancia a La matanza de Texas 2 (1986): tras los eventos ocurridos en la primera película, el Sheriff John Quincy Widell decide vengarse de la familia de psicópatas que causó la muerte de su hermano, por lo que reúne a todas las fuerzas del orden para tomar por asalto la casa de la familia Firefly. Otis y Baby, los únicos que han conseguido escapar con vida, deciden huir junto al Capitán Spaulding mientras son perseguidos por el sheriff, quien poco a poco demuestra ser tan brutal y sádico como ellos. En el camino, por supuesto, los jóvenes Firefly cometen todas las tropelías y masacres a las que ya nos tenían acostumbrados. La cinta narra, por lo tanto, la historia de unos demonios bandoleros perseguidos por un ángel justiciero no menos sanguinario.

Esta secuela, sin embargo, es tremendamente diferente a la primera parte. Si bien el humor negro de La casa de los 1000 cadáveres todavía está presente, la cinta es mucho más brutal y despiadada, y menos caricaturesca en lo que se refiere a sus personajes. Pero al mismo tiempo, el hecho de que estos (aún siendo más depravados de lo que ya eran) sean los protagonistas y narren la historia desde su punto de vista, crea una interesante paradoja: el público de alguna forma termina identificándose con la familia Firefly. Aunque no necesariamente esto quiere decir que terminamos aupando la violencia y la brutalidad de Otis y Baby, si llegamos a involucrarnos emocionalmente con ellos, lo bastante como para interesarnos por el desenlace de esa familia de psicópatas que tan genuinamente se quieren.

A todo esto hay que añadir el cambio radical de estética que Rob Zombie ha acometido con su secuela. La primera película era un festival de colorines de feria, un oscuro glamour casi irreal, más típico de una secuencia onírica o de un cómic. Los renegados del diablo, sin embargo, apunta a una estética hiperrealista, y reproduce a la perfección el look sucio y granuloso del cine setentero de explotación en el que evidentemente se inspira. La presencia además de viajes luminarias del horror de esa década como Michael Berryman y Ken Foree ayuda.

A medida que avanza el metraje, la confrontación entre la familia Firefly y el sheriff Wydell va intensificándose cada vez más. Lo interesante es ver como se intercambian los papeles en cuanto a simpatía con el público, ya que a medida que va pasando el tiempo comprobamos no solamente los lazos afectivos que unen a los tres asesinos, sino también la degeneración psicópata del propio sheriff. El final de la película es, por lo tanto, el único posible, pero eso no le resta un ápice de su fuerza. Los renegados del diablo es una de las mejores películas que este género nos ha dado en los últimos años. Rob Zombie es un tipo de cuidado.

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Reseña: El exorcismo de Emily Rose (2005)

El problema quizá se encuentre en la fase de promoción, ya que a juzgar por los avances y el material publicitario en general, El exorcismo de Emily Rose (2005) se vendía como una película de terror con todas las de la ley, si bien resulta algo muy diferente. A estas alturas ya muchos sabrán que se trata en realidad de un atípico thriller de juicios al estilo de John Grisham, sólo que esta vez acerca de un tema de carácter sobrenatural inspirado en una historia real que ocurrió en Alemania durante los años 70, en la que un sacerdote católico fue enjuiciado por supuestamente causar la muerte de una muchacha durante un exorcismo destinado a expulsar a los demonios que destruían su cuerpo. Para mí, en lo particular, esta película ha resultado toda una sorpresa especialmente por el hombre detrás de las cámaras: Scott Derrickson, fallido guionista que ya llevaba dos strikes en su haber: Urban Legends: Final Cut (2000) y Hellraiser V: Inferno (2000), la cual también dirigió.

La verdad es que la nueva cinta de Derrickson resulta tremendamente interesante, más allá de sus ambivalencias de género. Desde el principio, su director toma la sabia decisión de no intentar siquiera superar a esa obra maestra que es El exorcista (1973) de William Friedkin, la película con la que inevitablemente surgen comparaciones. En realidad, se trata de dos cosas muy distintas. A diferencia de la película de Friedkin, la historia de Emily Rose no busca explorar el tema de la eterna lucha entre el Bien y el Mal, sino más bien la no menos eterna disputa entre la Ciencia y la Fe, representada en la figura del juicio y el «pulso» entre los dos abogados, uno creyente y otro agnóstico, cada uno de ellos obligado a defender la postura contraria a su forma de vida. Y es que es la duda el elemento que da cohesión a la película, la imposibilidad por parte del hombre de desechar por completo aquellos aspectos de la vida que no puede explicar. Nosotros, como espectadores, también quedamos desconcertados porque el enigma no se cierra por completo (al menos creo que es así): ¿estaba Emily Rose realmente poseida o sufría un cuadro de epilepsia psicótica? No lo sabemos. No podemos saberlo.

Las escenas del exorcismo y todo lo que tiene que ver con la posesión de Emily son, sin duda, aquellas que harán las delicias de los aficionados del género. Mención especial aquí para la tremenda actuación de Jennifer Carpenter, que interpreta a Emily con una ferocidad que se desborda en la pantalla. Sus escenas (narradas a través del recurso del flashback) son sin duda lo mejor de la cinta, y creo que hasta el más escéptico puede no sentirse igual que antes al ver un reloj que marca las 3 de la madrugada. Pronto volveremos a ver a la señorita Carpenter en Roman (2006), la película dirigida por Angela Bettis.

Algunos sectores en Estados Unidos han criticado la película afirmando que es una pieza de propaganda cristiana. Yo, personalmente, no creo que sea así. Es cierto que ofrece una visión positiva de la religión (especialmente del sacerdote protagonista) pero aún así me parece una opinión arriesgada. En todo caso, es la duda lo que defiende El exorcismo de Emily Rose, así que harán bien en no buscar presencias demoníacas explícitas en esta película. Creo, sin embargo, que estamos aquí ante una de las experiencias más interesantes del año. Al menos, así lo considero.

 

Reseña: The Descent (2005)

Es raro, pero a veces sucede que una película puede cumplir con sus espectativas y mucho más. Después de tanto tiempo escuchando hablar de The Descent (2005), el segundo largometraje de Neil Marshall, ya me había hecho a la idea de que los rumores eran exagerados y que seguramente no sería tan buena. Resulta que me equivoqué: no solamente el señor Marshall se ha anotado otro éxito en mi lista personal, sino que además nos ha traído lo que probablemente sea, como dijo una vez Noel, una de las mejores películas de género del año.

Al igual que en el anterior trabajo de su director, el tema en The Descent es la naturaleza y los peligros que encierra. Pero no es, sin embargo, la naturaleza que conocemos, sino una oculta que ni siquiera podemos imaginar. Esta metáfora está perfectamente lograda en un grupo de amigas aficionadas al senderismo, las escaladas, el rafting y la espeleología, siempre buscando el nuevo «reto» y la dominación de la naturaleza en un alarde de auto-suficiencia que sabemos (hemos visto demasiadas películas como para no saberlo) será duramente castigado. Si la situación desesperada de Dog Soldiers (2002) forzaba a los protagonistas a convertirse en una manada y descubrir la fortaleza que lleva el grupo, estas cinco amigas que se pierden en una caverna no tendrán tanta suerte. El encuentro con unas extrañas criaturas (cuyo principal horror reside en las semejanzas que tienen con nosotros) habitantes de la oscuridad hará aflorar todas sus diferencias, revelando asimismo la naturaleza escondida en cada una de ellas, casi tan espantosa como aquella que ocultan las profundidades de la tierra en esa caverna desconocida que parece no ser de este mundo ni esta época.

El descubrimiento de esta naturaleza (y el horror que ello conlleva) es precisamente el gancho de The Descent. Se trata de una película que plantea un hecho muy contundente, una situación dramática que empuja a sus protagonistas (y al espectador) hasta los límites del salvajismo, haciéndoles perder todo trazo de humanidad. En ese sentido, me asombra que los responsables de su distribución aquí en España no hayan traducido su título a El descenso, ya que me parece bastante obvio: descenso a las profundidades, a la locura, a la oscuridad, a los infiernos.

Puedo encontrar muchas razones para recomendar esta película: por su guión efectivo y preciso, por la paranoia y claustrofobia que causa su fotografía, por su atrevimiento a la hora de mostrarnos ese mundo espantoso que se oculta bajo nuestros pies, por ser un cautionary tale tan contundente, por ese clímax apoteósico al mejor estilo de Carrie (1976), con mano que sale de la tierra incluída, y por supuesto, por esa imagen que a partir de anoche ocupa un lugar preferencial en mis pesadillas: Shauna MacDonald cubierta de sangre gritando a la oscuridad. Suya es la transformación más brutal de la película, suyos son los momentos cumbres (su lucha contra una de las criaturas que acaba de perder a su cría es antológica) y suyo ese fantástico final que deja por el suelo todo eso que llaman «el espíritu humano».

Por todas estas razones creo que es necesario revisar este filme, y echar un ojo a la carrera del señor Marshall, que de seguir así, se ganará a pulso un puesto en el panteón del cine de terror. Lo aseguro.



[Nota: aquellos que hayan visto la película quisiera que por favor le echaran un vistazo a este póster canadiense, y díganme cuántos de los elementos que salen en él aparecen REALMENTE en la película. ¡Viva el cine de explotación!]