Reseña: Re-Animator (1985)

Trascendiendo los tópicos estéticos de la época que le tocó, Re-Animator (1985) es referencia ineludible de ese cine de terror heredero del sano cutrerío que tantos han intentado imitar sin éxito. Fue también la película que descubrió al director Stuart Gordon, el guionista Dennis Paoli y el productor Brian Yuzna, ese singular trío de amiguetes que cuando se juntan merecen ser tomados en consideración. En el fondo se trata de una revisión clásica de un conocido arquetipo de terror: el hombre de ciencia que va más allá de los límites moralmente aceptables y se enfrenta a su creación. Específicamente en el caso de la película de la que hablamos, dicha creación se presenta en la nada sutil forma de un suero fluorescente capaz de reanimar cadáveres, convirtiéndoles en zombis enloquecidos y dementes sin sentimientos muy benévolos hacia aquel que les ha traído de la tumba.

Re-Animator está basada, como gran parte de la obra de Gordon, en un relato de H.P. Lovecraft, pero el espíritu del autor de Providence está adaptado de una forma bastante liberal, por ponerle algún calificativo. Ciertos elementos del relato original se mantienen (principalmente el intento de emular el pathos narrativo de la novela Frankenstein, de Mary Shelley) pero la película se encarga desde el principio de adoptar un tono menos solemne hasta llegar a límites que sólo se pueden calificar como caricaturescos, un grotesco grand guignol de violencia por parte de un grupo de cineastas dedicados a la reproducción en pantalla de un cómic de terror, sin dejar de lado los componentes clásicos resumidos en la imagen de un cadáver decapitado viviente que manosea los desnudos pechos de la heroína en peligro. Los excesos sanguinolentos no se hacen esperar, pero al igual que su maestro Herschen Gordon Lewis, Stuart Gordon utiliza el gore como válvula de escape hacia la comedia, sin por eso perder un ápice de brutalidad en alguna que otra secuencia (por ejemplo la reanimación del primer cadáver).

Decir que el trabajo de Jeffrey Combs como actor es gran parte de la clave del éxito de Re-Animator es más que una frase manida, hasta el punto de que representa todo un vuelco en la idea preconcebida de lo que debe ser un mad doctor; contrariamente a la forma clásica de representar dichos personajes, el Herbert West de esta película se toma sus locuras con naturalidad, y Combs elude eficazmente la tentación de llevar su personaje a los terrenos de la auto-parodia; West es entusiasta pero no histérico, y su comportamiento no es explicable gracias a la locura, sino a una curiosidad inmesurable que le lleva a una compleja (y carismática) amoralidad. No es de extrañar que esta fuera la película que le hiciera famoso como actor.

La película tuvo dos continuaciones, Bride of Re-Animator (1990) y Beyond Re-Animator (2003), ambas dirigidas por el productor de la original, el simpático Brian Yuzna. Existe también una especie de secuela no-oficial en El regreso de los muertos vivientes 3 (1993), pero eso ya es otra historia que merece ser dejada para otra ocasión.

Reseña: The Black Cat (2007)

El mejor episodio de la segunda temporada de Masters of Horror viene esta vez de la mano de Stuart Gordon, quien, junto a su guionista habitual Dennis Paoli, se aleja esta vez del mundo de H.P. Lovecraft (a quien el duo dinámico ya ha adaptado en cinco ocasiones anteriores, incluyendo su episodio de la primera temporada) para llevar a la pantalla uno de los relatos más conocidos del escritor americano Edgar Allan Poe. Esto de entrada ya resultaba un reto bastante considerable, ya que El gato negro es un cuento que ha sido adaptado para el cine en reiteradas ocasiones, por lo que podríamos pensar que una versión más sería redundante. Nada más lejos de la verdad; lo cierto es que The Black Cat (2007) representa no sólo el mejor episodio de la segunda tanda de la serie, sino además una prueba de que Gordon sigue con el pulso muy firme en lo que al terror se refiere, una confirmación muy importante en estos tiempos en los que el director parece estarse alejando con sus últimos trabajos del género que le dio a conocer.

En lo que se diferencia esta versión de El gato negro de las demás es que Gordon y Paoli han decidido mezclar la historia del relato con la vida del propio Poe, que aquí se convierte en protagonista. Utilizando el anecdotario real del autor, vemos a un Edgar Allan Poe que ya es un escritor famoso, y que sin embargo está pasando por un gigantesco bache creativo que le obliga a refugiarse en el alcohol. Abrumado por las deudas y por la enfermedad de su esposa, Poe comienza a desarrollar una obsesión enfermiza por el gato de su mujer, a quien ve como un ente diabólico que le persigue recriminándole su fracaso. Poco a poco, el escritor comienza a sucumbir ante esta demencia, sin saber que al mismo tiempo está siendo inspirado para escribir la que será una de sus obras más populares.

Una de las razones del éxito de The Black Cat es que se trata de uno de los pocos episodios de la segunda temporada que realmente se siente como una película de miedo. Esto se debe no sólo al argumento (que se va volviendo más truculento a medida que avanza) sino a la estética, una fotografía preciosista en la que Gordon parece dejar a un lado su habitual estilo comiquero para acometer un trabajo lleno de una elegancia que en él es poco habitual. Esta sofisticación casi de blanco y negro, salpicada aquí y allá por el color rojo intenso de la sangre, recuerda mucho a la visualmente impresionante pero por lo demás vacía película de Tim Burton, Sleepy Hollow (1999), sólo que, a diferencia de esta, la de Stuart Gordon nunca llega a ser una violencia estrambótica, con lo que podríamos decir que estamos ante uno de sus trabajos de terror más contenidos pero visualmente mejor acabados, con un cuidado por el detalle que el director no mostraba desde los ya lejanos tiempos de From Beyond (1986), esa gran película que aquí en España recibía el imperdonable título de Re-Sonator.

Pero encima de todo eso, la auténtica estrella del espectáculo es, una vez más, Jeffrey Combs. El actor fetiche de Gordon realiza aquí uno de sus mejores trabajos con el papel de Edgar Allan Poe, no porque se parezca al Poe histórico (que lo hace, sobretodo con su nariz de látex) sino porque logra verse cómodo en el personaje y otorga a él sus propias dotes como actor de culto. El Poe de Combs es una especie de Charles Chaplin macabro, horroroso por su patetismo, y al que la evolución de la trama convierte en un auténtico monstruo que deja aflorar los impulsos más oscuros que se ocultan en la mente de un hombre a quien el horror se le daba particularmente bien.

Los fallos del episodio se deben, quizás, a los «fallos» de la propia historia, ya que The Black Cat intenta ser fiel al relato de Poe aún en sus aspectos menos cinematográficos. La inverosimilitud de algunas situaciones hará mella en espectadores más exigentes en cuestión de argumento (aún cuando dichas inverosimilitudes queden más o menos resueltas en su desenlace), ya que, para bien o para mal, y aún con el factor biográfico de por medio, esta es una de las versiones de El gato negro más cercanas a la fuente. Aún así, vale inmensamente la pena, no sólo por ver uno de los mejores episodios de Masters of Horror, sino también por ver como Stuart Gordon, un director que últimamente está teniendo una muy buena racha, se atreve con una ambientación de época y sale airoso. Muy airoso.