Reseña: Paranormal Activity: The Ghost Dimension (2015)

A mi favor puedo decir que soy un completista incurable. Desde el estreno de la primera entrega en el 2009, he visto en el cine todas las películas de Paranormal Activity, y esta no iba a ser la excepción, aún teniendo en cuenta que no albergaba ninguna esperanza de que saliera bien. Sin embargo, tenía curiosidad por el cierre y por cómo terminaría toda la historia. Porque Paranormal Activity: The Ghost Dimension (2015) es, hasta donde sé, la última entrega de una saga que ha visto mejores días, una en la que sus propios creadores parecen haber perdido el interés al entregar un producto a destiempo y hecho a trompicones.

Para entender un poco esto último es necesario hacer memoria y recordar cómo comenzó todo: el estreno de la Paranormal Activity (2009) original fue, como todos sabemos, un gran éxito, dando inicio tanto a la fiebre por el terror de formato documental como a lo que se perfilaba como una de las franquicias más rentables del cine de terror moderno. Tanto es así que las siguientes tres entregas de la saga se estrenaron religiosamente cada año siempre por las mismas fechas, alrededor de Halloween. La película de Oren Peli las tenía todas consigo para convertirse en la sucesora de Saw (2004) en cuanto a periodicidad e incluso cierto estilo de continuidad que se quería dar a todo el producto, con una historia que en teoría al menos se iba tejiendo a lo largo de cada entrega. Pero entonces, tras el estreno de Paranormal Activity 4 (2012) todo pareció cambiar. Desmotivados quizás por las malas críticas hacia una película que no hizo nada por avanzar la trama general, en el 2013 no tuvimos ninguna entrega de Paranormal Activity, y la quinta entrega, subtitulada The Marked Ones (y que, no olvidemos, no estaba planteada originalmente como una secuela sino como un remake/spin-off enfocado en el público latino) terminaría siendo estrenada en enero, que tradicionalmente es el mes en el que los estudios de Hollywood sacan la basura, esos estrenos destinados al fracaso. Pasó el 2014 y nada que se escuchaba de continuar la saga. Hemos tenido que esperar hasta el 2015 para que se estrenara esta sexta y última entrega, con muy poco bombo en comparación con las cintas anteriores. Para mí es evidente que algo se rompió en el juguete, y que la saga ya no interesaba tanto al estudio como en otros tiempos.

Esta desgana de la que hablo se siente en toda la película, empezando por el hecho de que no hay un interés real en terminar la enrevesada historia que habían ido tejiendo. Nuevamente tenemos el mismo esquema de todas las entregas anteriores, con otra familia de pareja joven/hija pequeña que en esta ocasión encuentran una extraña videocámara en la casa a la que se acaban de mudar y terminan siendo acosados por una presencia que se hace más palpable cada noche que pasa. El gimmick en esta ocasión es que la cámara hallada tiene la extraña facultad de «ver» al ente que los acosa, lo que sirve para regalar al público un ocasional uso de efectos especiales digitales destinados (no nos engañemos) a justificar el gancho del 3D con el que han querido rentabilizar el producto a nivel de taquilla. Como podemos ver, no sólo el argumento es increíblemente perezoso al reciclar la misma trama y estructura de todas las entregas anteriores, sino que el abuso de los efectos especiales roba a la película de la única carta que la saga tenía a su favor y que era precisamente la sencillez con la que conseguía meter miedo en el público, algo que aquí se ha perdido por completo y que desentona con la supuesta atmósfera realista que quieren dar. Todos los efectos que se muestran aquí se ven, por el contrario, increíblemente falsos y totalmente injustificados porque el hecho de «ver» al demonio que acosa la casa no parece tener ningún efecto en los protagonistas.

Pero lo peor sin duda es la continuidad con la saga anterior. Esta sexta entrega retoma por supuesto la historia de las dos hermanas y el cónclave de brujas que se introdujo en la segunda entrega, hasta el punto en que parece ignorar absolutamente todo lo demás y abandona muchas de las subtramas que había abierto con secuelas posteriores, como si se hubieran dado cuenta de que estas no tenían ninguna posibilidad de seguir de forma decente. Lo que quiero decir con todo esto es que incluso si se es un seguidor de esta saga será inevitable caer en una decepción al darse cuenta de hasta qué punto los responsables de Paranormal Activity decidieron matar su franquicia. Por todos estos motivos no tengo reparo en decir que es lo peor que he visto este año, porque inclusive con los ejemplos más cutres que he visto en el 2015 al menos tenía la sensación de que estaba viendo una película de verdad, y no el estertor final de una saga que, repito, debió quedarse en la primera entrega.

 

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Reseña: Paranormal Activity: Los señalados (2014)

Primer estreno de terror comercial de este mes, Paranormal Activity: Los señalados (2014) ya partía con cierta ventaja en el sentido de que por muy terrible que fuera no podía ser peor que la cuarta parte, estrenada en el 2012. El año que pasamos sin un estreno de la que sin duda es una de las sagas de cine de miedo más rentables de la historia parece haber avivado las ganas de su público seguidor, aunque por otro lado el estudio haya querido rentabilizar al máximo esta franquicia sacado este pseudo spin-off dirigido al mercado hispano y estrenado en un mes por lo demás flojo en cuanto a estrenos interesantes. Evidentemente fui a verla, y debe ser por mis expectativas tan bajas que me pareció mejor de lo que esperaba, sin llegar en ningún momento a ser una buena película pero al menos con la voluntad de que en ella ocurran cosas, en vez de la soporífera nada de su predecesora.

Lo más interesante de esta producción está, sin embargo, en su decisión de alejarse al menos un poco de la enrevesada historia de las cuatro entregas anteriores y ofrecer un relato más o menos independiente. Digo más o menos porque a pesar de que los protagonistas son distintos, el argumento sí que guarda relación con las primeras cuatro películas y elabora un tanto más la mitología de posesiones diabólicas y cónclaves de brujas que se han convertido en marca de la casa y que en la anterior película habían sido olímpicamente ignoradas. Esta vez, sin embargo, la víctima es masculina, un muchacho de origen latino de un barrio de Los Ángeles que descubre poco a poco cómo los inusuales poderes que va mostrando son el producto de una posesión demoníaca que se va apoderando de él. El formato de metraje hallado es, eso sí, completamente arbitrario: los personajes no tienen motivo alguno para estar registrando con una cámara todo lo que ocurre, y muy pronto te das cuenta de que la película no tiene el más mínimo interés en justificarlo.

Sin embargo, esto no es tan sorprendente; siempre me ha parecido curioso que se compare la reciente fiebre del metraje hallado con El proyecto de la bruja de Blair (1999) puesto que la tendencia actual no tiene nada que ver con aquella película. Si la bruja de Blair utilizaba su formato de cámara en mano por un afán de conseguir realismo, en la saga de Paranormal Activity (así como en sus secuelas y en prácticamente todo el resto de este subgénero) el interés no está en conseguir verosimilitud alguna sino en usar el formato para hacer trampa: el look amateur no sólo reduce costes de producción sino que además permite que los responsables echen mano de ciertas crudezas técnicas que normalmente no se podrían permitir: una iluminación pobre, pocos ángulos de cámara, un montaje a tropezones en el que las escenas se van superponiendo unas a otras sin transición alguna, y sobre todo una perspectiva en primera persona que da pie al empleo de trucos baratos para sorprender al espectador. Todo esto está presente en este spin-off, aunque debo reconocer que en menor medida que en otras entregas de la saga, y aunque me parece encomiable que hayan querido intentar algunas cosas nuevas, la película en general es tan pobre que si hubiesen empleado una perspectiva omnisciente de toda la vida, el resultado no habría tenido el más mínimo interés.

Dicho esto hay que dejar claro que estamos ante la que probablemente sea la única de las secuelas de Paranormal Activity (2009) que al menos se preocupa en extender un poco el mundo que sus creadores han ido tejiendo, y el carácter semi-independiente de esta entrega hace que al menos no se sienta como un burdo abreboca de la quinta parte. Eso sí, el componente de terror no está tan marcado como en la primera entrega, y el hecho de que el público ya conoce aquello que está afectando a los protagonistas hace que la película abandone un poco su historia de horror para adquirir unos toques de descubrimiento de superpoderes que recuerdan mucho a Chronicle (2012), cuyas semejanzas ya han sido mencionadas por prácticamente todos los que la han reseñado. En definitiva, me ha parecido más interesante de lo que esperaba para los estándares de esta malograda franquicia, y sólo lamento que este no vaya a ser el camino a seguir y tengamos seguramente que volver a aquel descabellado argumento una vez más.

 

Reseña: Paranormal Activity 4 (2012)

Es muy probable que de todas las sagas de terror que se han llevado a la pantalla en las últimas décadas, Paranormal Activity tenga el éxito más difícil de explicar. Es sabido por todos que la primera es una película que me gustó mucho quizás por su puesta en escena minimalista y por la ingeniosa forma como aprovechaba su muy sencillo formato de plano fijo y tiempo muerto, pero con el pasar de los años cada secuela que ha venido (con la probable excepción de la tercera parte) insistía en un estilo francamente aburrido y soporífero al que sin embargo el público sigue siendo constantemente atraído. Dicho esto, Paranormal Activity 4 (2012) viene a ahondar más en el problema. Se trata simplemente de un subproducto diseñado única y exclusivamente para su rendimiento en taquilla y basado en la repetición hasta la náusea de un estilo de terror vago y fácil.

Aquellos que deseen profundizar en la historia de brujería y posesiones diabólicas que las anteriores películas habían insinuado se quedarán con las ganas, ya que esta cuarta entrega no hace nada por avanzar el argumento y más bien se siente como un abreboca de la ya inevitable quinta parte, uno que encima introduce personajes nuevos pero que sigue el mismo argumento, esta vez con unos adolescentes que instalan una alarmante cantidad de cámaras web en la casa de la chica protagonista para investigar las extrañas costumbres del raro niño de la nueva vecina, que por lo visto tiene algún tipo de conexión con lo sobrenatural. La premisa pone de manifiesto una de las cosas más exasperantes de la saga, y es que en cada secuela el motivo por el cual los personajes deciden grabar todo lo que ocurre a su alrededor se hace cada vez más extraño e inverosímil, trayendo el eterno problema de este tipo de cintas (¿por qué el protagonista está grabando esto?) pero sin lograr vencer la incredulidad del espectador espabilado. Encima esta cuarta entrega no ofrece absolutamente ningún punto de interés, una escasísima cantidad de sustos más allá de salidas vulgares como mover repentinamente una silla (¡!), y por supuesto ninguna novedad más allá del curioso hecho de que el Kinect de la Xbox sumado a la visión nocturna de una cámara puede ser usado para detectar entes sobrenaturales.

Pero el que para mí es el principal problema de la película, más allá de la falta de imaginación de sus escenas de miedo o de la escasa originalidad, es algo que viene ocurriendo en todas las secuelas de la saga, y es la falta de conflicto o tensión dramática alguna. En la primera Paranormal Activity (2009) por lo menos había cierta evolución argumental que mantenía el interés del espectador: los protagonistas comenzaban registrando todo lo que ocurría en la noche para explicar extraños fenómenos que les ocurrían y la progresiva aparición de estos fenómenos provocaba una investigación acerca de lo paranormal que acababa en el descubrimiento de un demonio, una maldición familiar, y un desesperado intento por salvarse que por supuesto acababa de muy mala manera. Pero en todas las secuelas que han salido hasta la fecha esto no ocurre; los personajes no parecen tener la más mínima idea de lo que está pasándoles, no se enfrentan al peligro que les acosa porque ni siquiera saben de su existencia, y la película tiene un tono desesperadamente fatídico porque para el momento en que los protagonistas caen en cuenta de aquello que el público ya sabe desde el principio es demasiado tarde y la película simplemente termina.

Que los guionistas incurran en el mismo error es comprensible, pero que el público siga cayendo en la misma trampa una y otra vez es algo francamente inexplicable. Que una película tan aburrida y monótona como Paranormal Activity 4 tenga un éxito tan grande es algo difícil de explicar, aunque si quien lee esto es alguien que ha visto las tres entregas anteriores de la saga muy probablemente irá a ver esta cuarta a pesar de todas las críticas negativas. Mi esperanza en todo caso es que aquellos que todavía no hayan visto las películas de Paranormal Activity tengan el buen juicio de detenerse después de la primera a ver si finalmente llega el fin de esta filón de películas nula factura y gran rentabilidad en las que el público mayoritario va en masa a ver cómo no ocurre nada.

 

Reseña: Paranormal Activity 3 (2011)

Con los grandes estudios desesperados por encontrar cualquier cosa que pueda ser rentabilizada, no es de extrañar que Paranormal Activity (2009) esté poco a poco convirtiéndose en la franquicia de terror por excelencia de esta segunda década del siglo XXI. El descomunal éxito de la primera entrega ha dado paso no sólo a una saga que no tiene pinta de terminar pronto, sino también a una obsesión por el formato de metraje hallado que empieza a plagar la cartelera, con al menos cinco (!) películas estrenadas este año con ese mismo formato. Sabiendo esto, y tras la brutal decepción de una segunda entrega en la que misteriosamente el público de masas se tragó algo que parecía una pieza de arte y ensayo de largos planos fijos en los que no ocurría absolutamente nada, Paranormal Activity 3 (2011) queda expuesta como un vulgar intento de explotación taquillera. Esto es innegable, pero mentiría si no dijera que he salido al menos un poco impresionado; no es una experiencia tan intensa como fue la original, pero es definitivamente mucho mejor que la segunda ya que retoma varios de los elementos que hicieron la primera parte exitosa.

De hecho el argumento es en gran medida un remake inconfeso de la original, tanto que podría perfectamente haber sido vista sin haber visto antes la primera parte: Paranormal Activity 3, a pesar de ostentar dicho número en el título, es una precuela ambientada en 1988 que cuenta el primer encuentro de Katie y su hermana menor Kristie con lo sobrenatural, cuando su joven padrastro (un aspirante a cineasta por lo visto) instala una serie de cámaras en la casa para averiguar la procedencia de unos ruidos extraños y termina metido hasta el fondo en un asunto de ultratumba). Esto es, como ya podéis intuir, prácticamente el mismo argumento de la primera película, y los nuevos directores Henry Joost y Ariel Schulman repiten varios de los trucos estéticos de dicha primera parte, como el plano fijo diseñado para que el público escudriñe la imagen o el súbito adelanto de la cinta para indicar el paso del tiempo. Otros trucos nuevos incluyen un paneo automático de izquierda a derecha que juega con imágenes que se ocultan y revelan intermitentemente. Eso sí: aquella estructura cíclica en la que los horrores únicamente ocurrían de noche se ha ido. Esta vez los sustos vienen también de día.

Es en este apartado puramente de terror donde Paranormal Activity 3 consigue sus mejores momentos. A diferencia de la segunda parte en la que la película se dedicaba a frustrar al público con aquellas escenas nocturnas en las que no ocurría nada, esta vez el horror se manifiesta progresiva pero continuamente. Siendo el miedo una sensación puramente subjetiva, debo decir sin embargo que la película tiene grandes momentos en los que la interacción de la entidad conocida como «Toby» y las niñas produce escenas realmente pavorosas, y personalmente he agradecido que casi ninguna de las escenas del trailer aparezca en la película final. Algunos sustos son predecibles, otros ingeniosos y otros mantienen en velo esperando el clímax que a veces no resulta ser el esperado. En mi opinión, lo mejor es sobre todo ese final, que aunque se ve venir desde antes, es sin duda de lo mejor de la película gracias a su (no tan) velada referencia a El proyecto de la bruja de Blair (1999), con la diferencia de que aquí el elemento fantástico se desmadra dando punto final a una película bastante aceptable.

Por este motivo yo terminaría recomendando Paranormal Activity 3 a todos aquellos a los que les haya gustado la primera, aunque la segunda les haya decepcionado. No es una cinta que vaya a permanecer mucho tiempo en la memoria de nadie, pero es un cuento de miedo bastante eficiente que me reconcilia un poco con un estado del género de terror actual en el que la mayor parte de los cineastas incluso independientes han tirado la toalla en cuanto a eso de «meter miedo». Ese, al menos a mí, me parece el mayor valor de una película si no memorable al menos simpática.

 

Reseña: Paranormal Activity 2 (2010)

El descomunal éxito taquillero de Paranormal Activity (2009) tuvo como consecuencia la casi inmediata aprobación de una secuela, apoyada al igual que la primera por su correspondiente campaña viral. Pero a diferencia de lo ocurrido con El proyecto de la bruja de Blair (1999), antecesora de esta cinta en cuanto a formato, popularidad y hype, Paranormal Activity 2 (2010) no aprovecha su continuación para reinventar sus propias reglas sino que por el contrario decide ir a lo seguro y repetir exactamente el mismo estilo y estructura de la original. Esto quizás explique el hecho de que a pesar de no mostrar nada nuevo haya conseguido un gran éxito de taquilla, pero no deja por otro lado de ser una secuela bastante pobre e innecesaria no solamente por no haber intentando trazar un nuevo camino sino también por no aprovechar inteligentemente su formato.

Para empezar (aunque esto es un detalle más bien anecdótico) hay que aclarar que por mucho que tenga el «2» en el título, esta película es en realidad una precuela que cuenta lo ocurrido antes de los eventos de la primera Paranormal Activity, lo que de entrada arruina un poco la experiencia de la original al dotar de explicaciones innecesarias (además de no requeridas) acerca del por qué de la presencia del misterioso demonio en aquella casa. Al igual que en la primera parte, esta secuela está estructurada en forma de «metraje hallado» mostrando el contenido de varias cámaras de vídeo y de un sistema casero de seguridad que vuelve al aspecto ritual de mostrar el metraje nocturno para que el espectador escudriñe la imagen en busca de una aparición sobrenatural que (como no) se tarda lo suyo en llegar. Sin embargo, en esta ocasión el truco no funciona tan bien porque la película no logra justificar que determinadas escenas cargadas de un dramatismo bastanta artificial estén siendo rodadas, por lo que la presencia de la cámara rompe la suspensión de incredulidad del espectador al mostrar como incluso conversaciones privadas quedan registradas intencionalmente en vídeo si ningún motivo ni justificación aparente.

Recuerdo que en su momento defendíamos la primera entrega como una película entretenida y que, si bien completamente desprovista de originalidad y en ocasiones demasiado efectista (sobre todo el final impuesto por estudio, y que hace posible la existencia de esta secuela), al menos tenía una voluntad genuina de ser una historia de terror que aprovechaba su estructura espiral para ir aumentando la presencia de lo sobrenatural de una forma no muy diferente a aquella que usara en su momento Poltergeist (1982). Paranormal Activity 2 no solamente es completamente artificial y evidente en su intento de rentabilidad económica de un éxito anterior, sino que encima es tremendamente aburrida incluso para los estándares de su formato; no son pocos los que han remarcado como de hecho en muchas de las «noches» transcurridas no ocurre realmente nada, lo que resulta frustrante para un público que conoce el juego de la cinta y por lo tanto no puede sino decepcionarse.

Entre todas estas frustraciones una de las más terribles es el final, que enlaza directamente con la primera parte y que, al igual que como ocurría en esta, es de un efectismo barato que daña el por otro lado sosegado ambiente de la película. Si bien sigo defendiendo la primera parte con todo y sus carencias, esta secuela es una que perfectamente se podrían haber ahorrado. Evidentemente, su éxito dará pie a una tercera entrega (esta vez sí una continuación) que intentará cerrar el arco argumental del demonio protagonista y la suerte de aquellos que han ido a parar a sus garras. En cuanto a si optará por seguir el mismo camino del terror de estética documental o si por el contrario decidirá darnos algo nuevo que resucite nuestras esperanzas es algo que está por verse.

 

Reseña: Paranormal Activity (2007)

Definida por muchos como el pelotazo de la temporada en lo que a cine de terror se refiere, Paranormal Activity (2007) estuvo casi dos años dando vueltas por numerosos festivales hasta lograr captar la atención de la Paramount, quien la distribuyó internacionalmente aprovechándola para una de las campañas virales más poderosas de los últimos años, una auténtica orgía de hype que, muy probablemente, hará de esta película un éxito pero opacará muchas de sus virtudes. Por mi parte no presté mucha atención al fenómeno publicitario y fui a verla sin expectativa alguna pero con la mente dispuesta a pasar miedo en un cine, y sólo puedo decir que en mi caso fue una experiencia bastante satisfactoria.

Partiendo del ya sobradamente conocido argumento del «metraje hallado», la película apunta a una detallada simulación de realismo, no sólo en cuanto a usar actores desconocidos y diálogos mayormente improvisados, sino también en el curioso hecho de que no hay créditos aparte de un agradecimiento al principio y una banda de copyright al final. Todo esto para ayudar a mantener la ilusión de que lo que el público está viendo (básicamente los esfuerzos de una joven pareja por documentar los fenómenos paranormales de su nueva casa) está ocurriendo realmente y no se trata de una película. Esto requiere evidentemente un pacto tácito entre la cinta y los espectadores en cuanto a que estos últimos tienen que poner de su parte y dejarse llevar por la premisa del director/productor/guionista Oren Peli. No siempre funciona, pero en su mayor parte sí, y contiene suficientes grandes momentos como para por lo menos llegar a ser destacable, sobre todo a medida que va pasando el tiempo de metraje y las apariciones del fenómeno sobrenatural se van haciendo cada vez más claras y agresivas.

El formato de la película, a pesar de no ser nada novedoso, sí que permite al menos un par de trucos que Oren Peli tiene escondidos bajo la manga a la hora de dosificar el miedo. La cinta tiene una estructura casi ritual en la que sabemos que el auténtico terror viene en las escenas nocturnas, aquellas en las que la cámara está fija y el plano es sostenido, permitiendo al espectador la posibilidad (escasa en estos tiempos) de realmente escudriñar con detalle todo lo que ocurre en pantalla. Asimismo, el sistema de avanzado rápido de la cinta es utilizado aquí como un recurso expresivo literal al hacer avanzar el tiempo ante nosotros con diferentes intenciones que van más allá de la elipsis narrativa empleada en otras historias similares.

Llegados a este punto, la verdad es que no quería hacer comparaciones con El proyecto de la bruja de Blair (1999) ya que a estas alturas dicho símil se ha convertido en un fastidioso lugar común, pero comprendo que hasta cierto punto es algo inevitable. Sin entrar a valorar cual de las dos es más efectiva, sí creo necesario destacar que, si bien es cierto que ambas emplean un mismo formato para contar su historia, la técnica que usan para causar miedo en el espectador es muy diferente. En la cinta de Daniel Myrick y Eduardo Sánchez la agresión al público venía dada por la falta de orientación y de referente geográfico en el bosque, que hacía que el espectador se desesperara al no poder ubicarse en el espacio. En Paranormal Activity es lo contrario; al ocurrir todo dentro de un mismo escenario, el público llega a conocer al dedillo la casa de Katie y Micah, y la forma en la que está estructurada la película denota un uso del miedo que juega con el arma de la expectación, en el sentido de que el público sabe que el auténtico terror viene con la llegada de las escenas nocturnas, y por eso anticipa, teme y espera dichos momentos. En otras palabras, mientras que su antecesora más famosa era una historia narrada en forma de espiral desorientadora, esta de la que hablamos hoy es una montaña rusa con picos cada vez más pronunciados y que culmina en un final de esos que no dejan indiferente a nadie, y que en mí ha funcionado bastante bien. Ignoro las posibilidades que tendrá esta película de ser re-visitada una vez que se pierde la sorpresa de su primer visionado, pero, una vez más, yo rompo aquí una lanza en favor de ese cine de terror visceral y emotivo que tanto hace falta de vez en cuando.