Reseña: La profecía 3 (1981)

La profecía 3 (1981) era una reseña que debía desde hace mucho tiempo, no solo a los lectores de esta web sino a mí mismo porque tenía mucho tiempo sin verla y solo recordaba que me había gustado y que había dado un cierre más que digno a la saga iniciada por Richard Donner. Creo que después de todo es posible que la memoria me haya jugado algún truco porque tras verla de nuevo cuarenta años después de su estreno algunas de sus carencias se me hicieron mucho más evidentes y termina banalizando una premisa ya de por sí menos seria de lo que se nos ha hecho creer.

En esta ocasión la película tiene lugar varios años después de los eventos de La profecía 2 (1978), con un Damien ya adulto interpretado por Sam Neill en uno de sus primeros papeles en Hollywood (este último detalle es quizá lo más recordado de la película). Damien está ahora completamente entregado a su rol como el Anticristo y la cinta muestra su lento ascenso al poder en paralelo a su desesperado intento de evitar la Segunda Llegada de Jesús. Asimismo hay una subtrama acerca de una periodista que se involucra sentimentalmente con Damien y que por supuesto tendrá un papel relevante una vez llegado el clímax.

La idea de la que parte es buena y sobre todo es la forma lógica de cerrar la historia, además de que resulta muy interesante la representación del Anticristo como un poder en las sombras que mueve los hilos del poder político a través de la alianza corrupta entre el Estado y el Capital. Este detalle está tan bien llevado a cabo que me hizo pasar por alto la discrepancia cronológica en cuanto a la edad del personaje principal, que no concuerda con las películas anteriores que parecen contemporáneas a pesar de que han transcurrido décadas en la vida de Damien. Lo que sí no me esperaba (vamos, no recordaba) es que esta es con toda seguridad la entrega más light de la saga, considerablemente menos gráfica y violenta que las anteriores a pesar de que contiene una escena de violación y múltiples instancias de niños muertos de forma horrible.

Esta ligereza es probablemente lo que terminó de tumbar la película para mí y darme cuenta de que la saga no ha envejecido tan bien como otras de sus contemporáneas. A pesar de sus aspectos salvables como la premisa y la actuación de Sam Neill (quien sin embargo ha terminado renegando de su trabajo en esta película) es una película demasiado sencilla y carente de la sensación de fatalidad de las dos entregas anteriores. Incluso se permite un final apoteósico y triunfal muy alejado del deprimente desenlace de sus antecesoras. Curiosamente, pocos años después hicieron una cuarta entrega de la que hablaremos en otro momento porque se trata de un trabajo muy distinto al de la trilogía que se cierra con esta.

Reseña: Son (2021)

Ivan Kavanagh, el mismo director de la excelente The Canal (2014) (que un día tengo que reseñar) nos trae su nueva película, Son (2021), una cuya premisa era algo que me llamaba mucho la atención desde que vi algo parecido en la antología XX (2017). Aunque estéticamente se trata de un trabajo menos ambicioso, aprovecha bien sus recursos dentro de su sencillez y la manera en la que se decanta por el gore es muy efectiva a pesar de no abandonar su ángulo más psicológico, creando una mezcla de la que solemos ver muy poco y que sin embargo aquí está muy bien hecha.

Esta premisa a la que me refería arriba es una historia acerca de las dificultades por las que pasa una mujer que es básicamente la madre del Anticristo, en concreto una mujer escapada de un culto religioso y que descubre que su hijo, concebido durante la estancia con dicha secta, ha desarrollado una terrible hambre por sangre humana que en un principio confunde con una enfermedad.

Al ya conocido arquetipo del ser querido convertido en monstruo al que hay que ocultar se suma un estado general de paranoia al descubrir desde ya muy temprano la presencia de ese culto satánico que parece rondar la vida de los protagonistas y que en todo momento se presenta como una amenaza casi tan grande como los poderes del propio niño. De hecho, si debo ser sincero reconozco que fueron precisamente esos momentos dedicados al pasado de la protagonista y la secta los que funcionaron mejor para mí, más incluso que los momentos de violencia. Por desgracia estos momentos de conspiranoia y cultos no se exploran tanto como las escenas gore, aunque hubiesen quedado muy bien como el enfoque principal. A pesar de eso no desmerece y el hecho de que durante gran parte del metraje la aflicción del niño se trate con ambigüedad es algo que funciona muy bien.

La revelación final de la película resulta algo predecible si se han visto otros trabajos parecidos, y para mí tiene el defecto de robar a la película de esa ambigüedad y misterio que se insinuaba al principio, pero en general me ha gustado mucho y pienso que cosas como la imagen con la que cierra la cinta son cosas que entroncan directamente con un cine de terror que personalmente disfruto y del que hacía tiempo no veía nada. Muy bien, la verdad, y esperando desde ya lo próximo de Kavanagh con toda confianza.

Reseña: El exorcista 3 (1990)

Me temo que esta va a ser una de esas entradas en las que mi opinión quedará en la minoría, ya que El exorcista 3 (1990) es una película de la que nunca he sido muy amante. Si bien con el tiempo ha llegado a trascender su modesta recepción inicial convirtiéndose en una película de culto, esto es algo que se ha dado precisamente por motivos por los que a mí personalmente no me gusta. De todas formas esto no es importante, porque incluso teniendo en cuenta mi opinión personal, es una secuela valiente que al menos se atreve a alejarse de la sombra de su antecesora y construir una trama que no solo ignora los eventos de El exorcista 2 (1977) sino que crea una historia de terror psicológico en el que el aspecto demoníaco está presente pero es abordado de otra manera, una mucho más novedosa.

Esto se debe en gran medida al trabajo de William Peter Blatty, autor de la novela original de El exorcista (así como del guión de su adaptación) y que aquí no solo adapta su propio libro Legión sino que además dirige la película con un estilo totalmente propio. Lo que tenemos esta vez es un policial en el que un detective investiga unos asesinatos de aparente inspiración satánica idénticos a los que realizara un asesino en serie apodado «El Géminis» (evidentemente inspirado en el Asesino del Zodiaco) que fue ejecutado quince años atrás. Esta investigación le lleva por supuesto a una explicación de origen sobrenatural y a una revelación en un psiquiátrico que redimensiona en cierta manera los eventos de la película original trayendo de regreso a un personaje que creíamos muerto (o quizá no, en realidad es más complejo que eso).

Complejo sería además la palabra adecuada ya que en muchos sentidos esta es una película muy fuera de lo común con momentos muy buenos sobre todo a nivel de imagen, incluyendo una famosa secuencia de un largo plano sostenido en un pasillo que ha sido incluso copiada en numerosos trabajos posteriores. Al mismo tiempo, es también una película tremendamente discursiva con una gran cantidad de diálogos, discursos grandilocuentes y actores que por lo visto creen que gritar hace todo más dramático. Estos aspectos, que ciertamente se salen de lo común y que han terminado siendo alabados por mucha gente, me hacen sin embargo pensar en algo que cree ser más inteligente de lo que es, cuando a la hora de la verdad detrás de todos los artificios hay un argumento muy sencillo cuya mayor extravagancia es quizá la forma en que justifica la inclusión de cierto personaje y reescribe el final de la primera película, algo que probablemente funciona mejor en la novela. Esto último lo digo sin mucho conocimiento del tema porque no la he leído, pero en el contexto de la película me molesta un poco porque destruye el relativo realismo que la primera entrega tenía y que era una de sus principales señas de identidad, aunque al menos esta tiene la ventaja de intentar construir su propio argumento y no depender tanto de la iconografía de su antecesora, como sí pasaba con la fallida segunda entrega.

Tengo entendido, aunque no lo puedo asegurar, que la novela es incluso más enrevesada y que de hecho Blatty tuvo que hacer muchas concesiones para hacerla más accesible, incluyendo una escena de exorcismo en el clímax que fue literalmente una imposición del estudio y que de hecho se siente como tal. Existe por lo visto un corte alternativo mucho más cercano a la visión original del director, pero ese no lo he visto. Es muy probable que lo haga porque esta es una película a la que termino dándole otra oportunidad cada tantos años aunque sigue sin convencerme del todo, esto a pesar de los innegables aciertos de varias secuencias individuales tremendamente retorcidas y que me habrían gustado quizá en una película distinta, una menos discursiva y que no alternara de manera tan brusca sus escenas de largas conversaciones con momentos gore destinados quizá a hacerla más reconocible como cine de miedo.

Reseña: Warlock: The Armageddon (1993)

Debería comenzar diciendo que para mí es imposible ver con malos ojos algo en lo que Julian Sands haga de villano, pero es bien sabido que siento una gran debilidad por la saga de Warlock, al menos las dos primeras que son las que he visto. El caso de la segunda parte, Warlock: The Armageddon (1993) es curioso porque no la había visto en mucho tiempo y hacerlo de nuevo me ha servido entre otras cosas para darme cuenta de lo fresca que la tenía en la memoria, ya que hay varias escenas y secuencias en concreto que nunca he olvidado por mucho que sea una secuela claramente inferior a la primera parte. Aún así tiene mucho a su favor, y como mucho estaríamos hablando de oportunidades perdidas y potencial no alcanzado.

De entrada una cosa que hay que aclarar es que esta es una película muy distinta a la de la primera parte: Julian Sands regresa como el villano a pesar de que está claro desde el principio que este brujo no es el mismo del de la primera parte sino el Anticristo en persona, que debe recolectar seis piedras mágicas con las que conseguirá abrir un portal al infierno que traiga a su padre a la tierra. Al mismo tiempo, un grupo de druidas modernos en un pueblo americano, los últimos de su clan, deben prepararse para enfrentarse a él e impedir a toda costa que cumpla su cometido, usando como principal arma a un chico y una chica que heredan los poderes de sus ancestros de la peor manera.

A pesar de que yo haya hecho un pésimo trabajo resumiéndola, la verdad es que la trama de la película es muy buena y el hecho de que muestre a los druidas como una estirpe en decadencia es una gran idea porque realmente sientes que se forma una gran expectativa a la hora de preparar a los dos jovencitos para una labor que los supera y para la cual las posibilidades de triunfar son escasas. Eso hace que el principal atractivo sean las escenas en paralelo con el brujo, en el que este recorre Estados Unidos recolectando las piedras y preparándose para la confrontación final. Esta narración a dos bandas hace sin embargo que parezca que estamos viendo dos películas distintas: mienttras todas las escenas centradas en el brujo contienen elementos gore y muertes creativas (el director de esta cinta, Anthony Hickox, curiosamente dirigió Hellraiser 3 (1992) justo el año anterior), todo el tramo que sigue a los héroes parece más bien una película de fantasía juvenil con dos de los chicos protagonistas más «noventas» que te puedas imaginar.

Como decíamos arriba, Sands es lo mejor, y a diferencia de la primera parte parece que esta vez sí le han dado rienda suelta a su trabajo como actor y explota mucho mejor su personaje y el retorcido sentido del humor que puede desplegar. Además muchas de sus escenas son bastante osadas incluso para los estándares actuales, cosa que me sorprendió positivamente. Si la película no termina de funcionar en ocasiones es principalmente por el resto del elenco (más que nada el elenco joven) y sobre todo por los efectos visuales, tremendamente cutres incluso para lo que solemos ver en los dírecto-a-vídeo de los noventa y algo que termina afectando a la película de forma muy negativa porque varias de las secuencias son muy dependientes de los efectos, y si estos hubiesen estado al nivel de lo demás la cosa habría funcionado mucho mejor. Porque al final es eso: me ha sorprendido lo bien que está en general y lo mucho que la recordaba, tanto como para darme cuenta del error que cometí al verla en streaming (concretamente en Amazon Prime) en una versión horriblemente censurada con gran parte de las escenas gore eliminadas de forma muy chusca, como pude comprobar después. Este es otro de los motivos por los que hay que proteger el formato físico.

Ahora solo me queda saldar una deuda pendiente y ver finalmente la tercera.

Reseña: Deliver Us From Evil (2014)

Scott Derrickson, director que ya hemos celebrado anteriormente aquí gracias a cintas como El exorcismo de Emily Rose (2005) y Sinister (2012), cierra su trilogía demoníaca con Deliver Us From Evil (2014), probablemente la más floja de las tres y una en la que parece haber claudicado ante un estilo híbrido que no le ha sentado muy bien. Si digo esto es porque la película parece en muchos momentos una mezcla entre El exorcista (1973) y Seven (1995), en el sentido de que se trata de un thriller policial en el que una serie de horribles asesinatos tienen una explicación sobrenatural. Dicho así se parece mucho a otros trabajos que hemos reseñado antes, y aunque es cierto que la originalidad no es su mayor fuerte, tampoco es la principal pega que le he encontrado.

Mi mayor problema con ella quizá tenga que ver con una frustración personal que tengo y es que por lo visto el tema de las posesiones diabólicas es un callejón sin salida en cuanto a cine de terror, ya que no parece haber ninguna obra capaz o dispuesta de desprenderse de la influencia de la arriba citada película de William Friedkin. Esta de la que hablamos hoy es otro ejemplo de ello, y si bien Derrickson ya había tocado el tema de los exorcismos de una forma si se quiere un tanto novedosa, en esta ocasión se rinde ante un trabajo muy burdo que explota no sólo los clichés del cine de posesiones (incluso abriendo con una escena en Irak, tal como hiciera Friedkin en los setenta) sino también los del thriller nihilista protagonizado por un policía abrumado por los horrores que encuentra a diario y que ve puesta a prueba su postura ante la vida al encontrar un improbable aliado en el cura interpretado por Edgar Ramírez, quien le ayudará a encontrar al demonio responsable por las muertes y enfrentarse a él.

Es precisamente este personaje el que le termina de quitar a la película toda su seriedad; el aprovechamiento del actor a la hora de interpretar un cura moderno con un pasado de sexo y drogas termina pareciendo una parodia de sí mismo y provocando que el propio Ramírez recuerde a aquellos personajes que solía interpretar Antonio Banderas en el Hollywood de mediados de los noventa. En verdad no exagero si digo que todas las interacciones de los dos protagonistas con el aspecto sobrenatural de la historia dan mucha pena y dinamitaron, al menos para mí, todas las posibilidades de que me tomara la trama en serio. Esto último es particularmente frustrante porque la idea de un mal foráneo traído a tierras americanas como consecuencia de su intervención en conflictos extranjeros era si se quiere algo interesante que podría haber sido explorado de otra forma si se hubiese tenido la voluntad artística para ello.

En lugar de eso nos queda esta historia de horror con mensaje espiritual de redención y un policía atormentado que redescubre su fe al exponerse a la idea del Mal como algo absoluto y tangible de procedencia externa al hombre, es decir el mensaje opuesto a lo que Seven intentó transmitir en su día. Derrison no ha vuelto a dirigir nada de terror desde entonces, gracias entre otras cosas a su éxito en el universo Marvel con Doctor Strange (2016), pero espero que cuando vuelva lo haga con algo mejor que este último y muy mejorable esfuerzo.

Reseña: Hereditary (2018)

credit: Reid Chavis/A24

Ahora que hemos finalmente vuelto tras esta larga pausa, toca intentar ponerse al día con los estrenos importantes que ha habido este año, y entre todos ellos pocos tan sonados como Hereditary (2018), un trabajo que vino precedido por un tremendo hype y al que le han llovido críticas positivas que la pintan no sólo como lo más destacado del año sino como una de las películas de terror de la década. En cierto sentido, ha sido un fenómeno muy similar al que tuvo La bruja (2015) hace un par de años: ambas son producciones independientes realizadas por directores noveles que han sabido abordar una historia de terror con temas si se quiere bastante convencionales, pero dotada también de una forma única y un talento formal inusitado en una ópera prima que termina elevando un material que probablemente no hubiese funcionado tan bien en otras manos.

En mi caso particular debo reconocer que gran parte del motivo por el cual la película funcionó para mí es el hecho de que no sabía prácticamente nada de ella e incluso el trailer era muy parco en información y se preocupaba de no develar detalles del argumento, algo que por supuesto mantendremos aquí ya que el descubrimiento de lo que va pasando es algo que tenéis que experimentar por vosotros mismos. Tan sólo puedo adelantar aquello que ya sabemos por el material publicitario: la historia de una familia cuya vida empieza a tomar un matiz cada vez más siniestro tras la muerte de la abuela y el descubrimiento progresivo de varios de sus secretos. El dolor del duelo, el miedo a lo desconocido y la aparición de un mal que parece enfocado en afectar a la familia en cuestión (de ahí el título) son temas grandes que ocultan sin embargo una historia con referentes muy obvios en el cine de terror tanto clásico como reciente, unos que además no tardaréis en reconocer.

Digo esto porque lo cierto es que tras una escena específica sumamente cruel e impactante, el argumento de Hereditary toma un giro mucho más convencional y definitivamente menos arriesgado, y aún así la cinta se salva precisamente gracias a una magistral dirección, una muy cuidada y coherente estética y, sobre todo, unas actuaciones soberbias entre las que destaca una Toni Collette que debería llevarse todos los premios del mundo por su trabajo en esta cinta. Por supuesto, este cambio no perjudica a la película porque todo lo que ha ocurrido antes ha sido suficiente para acaparar por completo la atención del espectador y mantenerlo en vilo hasta el final a pesar de que todo el tercer acto se siente como algo muchas veces visto en cuanto a argumento, tanto que todo lo que ocurre (incluyendo el final) está cantandísimo desde mucho antes.

Todo esto no me impide sin embargo llegar a la conclusión de que Hereditary es, efectivamente, una de las películas de miedo más interesantes de este 2018, y aunque aún estará por ver si efectivamente la recordaremos de aquí unos años, al menos es de las pocas que han sabido conjugar correctamente la visión singular de un autor joven con unos arquetipos de terror más que conocidos dentro del cine comercial. Si todavía la tenéis en cines echadle un vistazo porque vale muchísimo la pena, sobre todo si podéis evitar la cantidad de spoilers y análisis que han salido (algunos, en mi opinión, un tanto exagerados ya que esta película no me parece tan intelectual como nos han querido hacer creer). De las mejores del año, sin duda alguna.

 

Reseña: XX (2017)

Lanzada de forma modesta el año pasado pero con cierta repercusión una vez llegó su estreno digital, XX (2017) es otra cinta de antología temática de las que tanto parecen abundar hoy en día y de las cuales ya hemos tocado numerosos ejemplos, casi siempre girando alrededor de un gimmick que sirve de punto de unión para los diferentes segmentos que la componen. En esta ocasión, el gancho está en que los cuatro relatos independientes están todos dirigidos por mujeres. Este detalle es quizás su punto más interesante y aquello que me hizo querer verla, aunque el resultado ha sido una ligera decepción por varios motivos.

El primero de ellos es que en general no ha sido lo que se dice muy memorable salvo por el primer segmento, titulado The Box y basado en un cuento corto de Jack Ketchum. Este relato es el mejor de los cuatro y uno que tiene un tono inmejorable que hubiese funcionado muy bien para toda la antología. Los otros tres son una comedia de terror acerca de una mujer intentando ocultar un cadáver durante la fiesta de cumpleaños de su hija, una historia de campistas que se encuentran con un monstruo invocado por unas misteriosas pinturas rupestres, y un relato sobre el Anticristo contado desde la perspectiva de su madre humana y el vínculo que esta llega a sentir con un hijo al que no puede evitar amar a pesar de ser literalmente la encarnación del Mal.

Este último segmento, por cierto, me pareció muy curioso porque aunque no sea tan memorable en sí mismo, es el único de los cuatro que cuenta con una premisa exclusivamente femenina, a diferencia de los tres restantes que tocan temas más genéricos. Es también una premisa muy buena y genuinamente interesante que podría perfectamente haber sido ampliada en forma de largometraje. El episodio está dirigido por Karyn Kusama, una directora que ya hemos reseñado aquí con películas interesantes como Jennifer’s Body (2009) o la excelente The Invitation (2015) y que es la única cineasta del conjunto que se puede considerar conocida en el horror mainstream, un detalle extraño por sí mismo ya que normalmente estas cintas de antología suenen reunir nombres con cierta trayectoria. Teniendo en cuenta que en los últimos años ha habido varias ejemplos de directoras de terror que han alcanzado renombre, no deja de resultar raro.

A pesar de todas sus carencias, XX tiene momentos muy interesantes, grandes aciertos a nivel estilístico y, en general, un acabado menos comercial que la hace al menos más arriesgada en comparación con muchas de sus contemporáneas a pesar de que el resultado final sea un tanto olvidable. Insisto en que el primer episodio es el único realmente redondo, pero sabe a poco en una película algo mediana que desaprovecha muchas de sus oportunidades.

 

Reseña: Ava’s Possessions (2015)

Al igual que como me ocurrió con Tucker and Dale vs Evil (2010), con Ava’s Possessions (2015) el principal punto de interés que le hallé fue precisamente su premisa, tan evidentemente atractiva desde el punto de vista de una comedia de horror que para mí resulta todavía sorprendente el que nadie lo haya intentado antes. El tema de las posesiones diabólicas ha sido tocado hasta el hartazgo en los últimos años, pero con la posible excepción de aquella parodia con Leslie Nielsen y Linda Blair titulada Reposeída (1990), la verdad es que no había visto un acercamiento cómico que abordara de forma exclusiva este tema. Esta que tenemos aquí hoy, además, lo hace con inteligencia y con un conocimiento del subgénero muy amplio que esconde algo que siempre se ha comentado de las películas de exorcismos: que en el fondo son elaboradas metáforas de problemas como la adicción o los trastornos psicológicos, temas que se tocan también aquí.

La premisa a la que me refiero es la siguiente: la protagonista es una joven llamada Ava que, previsiblemente, ha sido poseída por un demonio y exorcizada. La diferencia es que en esta ocasión la trama comienza donde estas historias normalmente terminan: después del exorcismo, cuando Ava, ahora liberada por fin de la entidad que la mantenía sometida, debe afrontar las consecuencias legales de todo lo que hizo mientras el demonio habitaba en su cuerpo. Como única alternativa para evitar ir a la cárcel, la joven acepta ingresar en un programa de ayuda destinado a víctimas de posesiones diabólicas, donde descubrirá a otros como ella y se dará cuenta de que quizás su inesperado huésped no ha terminado todavía de martirizarla.

A partir de aquí se construye una muy interesante película que va no tanto sobre posesiones diabólicas y mucho en cambio sobre la situación de vulnerabilidad en la que queda alguien dañado por situaciones como los trastornos mentales o la toxicodependencia. Digo estas cosas no porque en la película se mencionen sino porque todos los aspectos del grupo de ayuda y las situaciones de abuso y peligro por las que pasa Ava son calcadas de este tipo de argumento. Claro, la película en el fondo sigue siendo una comedia, pero el trasfondo es mucho más siniestro de lo que originalmente parece aún con su estética indie y su constante sátira de la nada envidiable situación de su protagonista. Lo consigue, como decíamos arriba, mediante el aprovechamiento de una premisa con mucho potencial, algo que se nota en cómo da respuesta a numerosas interrogantes que surgen de este tipo de cine: en un mundo donde las posesiones diabólicas son reales, ¿quién se encarga de los daños ocasionados por los poseídos? También es muy divertida la forma en que cada personaje lidia con su situación, destacándose especialmente una jovencita del grupo de ayuda que añora la conexión especial que tenía con su demonio y que hará lo que sea para ser poseída de nuevo.

En fin, una comedia de terror muy divertida que no sólo conoce bien el subgénero que está parodiando sino que encima logra colarnos un trasfondo mucho más oscuro de lo que parece. El hecho de que incline la balanza tan fuertemente hacia la comedia probablemente impedirá que se convierta en un clásico, pero aquellos que sepan pasar esto por alto la disfrutarán mucho. Yo ciertamente lo hice.

 

Reseña: Starry Eyes (2014)

Durante una escena crucial de Starry Eyes (2014) hay un personaje que suelta un discurso acerca de la decadencia de Hollywood, de la apatía de sus habitantes y de la miseria de una ciudad envuelta en niebla e indigna de la gloria de su pasado. En estos diálogos se esconde el punto central de una de las películas de terror que mayor impacto han causado en mí recientemente, y una que sorprende más aún por el hecho de que sus muy interesantes ideas se esconden tras la fachada de una historia muy sencilla que incluso puede ser resumida en unas pocas líneas: Sarah Walker, una de las miles de aspirantes a actriz que pueblan la ciudad paseando entre un trabajo miserable y decenas de castings infructuosos, recibe de repente la oportunidad de su vida cuando un ataque de histeria llama la atención de los misteriosos jefes de una muy antigua productora que le ofrecerá convertirla en una estrella a cambio de un muy alto precio.

Siguiendo las constantes del género que tocamos aquí, es muy probable que quien lea estas líneas ya pueda intuir a qué se refiere ese precio que Sarah habrá de pagar, así como los puntos clave de una historia que toca un gran número de puntos comunes con otros relatos de terror: satanismo urbano, sectas, y sobre todo el pacto sobrenatural producto del choque entre una ambición idealista y las frustraciones del mundo real. En el caso de Starry Eyes esto está aderezado con una fijación casi enfermiza en el sufrimiento del personaje de Sarah, quien a lo largo de la cinta no sólo sufre las vejaciones propias de su frustrante situación sino que también pasa por una martirizante transformación física que constituye probablemente la mayor concesión que la película hace al cine de miedo, con una mirada muy evidente a la obra de otros directores que han tratado el tema tales como el Polanski de antaño.

Digo que esto es la mayor concesión porque los principales logros de la cinta están en su muy marcado simbolismo; desde el nombre de la productora (Astraeus Pictures) hasta la constante visión de la colección de fotografías que Sarah tiene en su habitación y que muestran a grandes estrellas del pasado, revelando así el carácter cíclico del argumento, eso por no hablar de la manera cómo se representa un Hollywood oscuro, gris y casi permanentemente nublado (sólo he visto la película dos veces pero creo recordar que no hay ningún plano en donde se vea el sol). Pero lo que probablemente sea el tema que más me ha interesado ha sido la manera cómo la cinta describe un conflicto generacional visto a través de los amigos de Sarah, un grupo de jóvenes a los que la película muestra como seres completamente indolentes que se reúnen para pasarlo bien y que se autodefinen como artistas pero a quienes nunca vemos hacer realmente nada. Es este carácter vacuo lo que empuja a Sarah a aceptar el pacto y dejar que sus responsables cambien su vida infundiéndole unos nuevos ojos, una nueva perspectiva que la transforma por completo.

Es precisamente esta transformación final y su muy sangriento desenlace lo que el público suele recordar más de una película como Starry Eyes, y también el motivo por el cual se puede enmarcar dentro del género de terror. El resto de la película es muy asfixiante morality tale acerca de la ambición pero también acerca de la búsqueda de sentido vital en medio de una existencia gris de la que vale la pena escapar así sea a través de lo monstruoso. Una gran obra llena de detalles a la que ha valido la pena revisitar.

 

Reseña: La profecía 2 (1978)

Cerrando esta trilogía de reseñas sobre secuelas abandonadas, confieso que en esta ocasión he decidido hacer trampa, ya que a diferencia de las dos anteriores esta vez hablo de una cinta que ya había visto. No sólo eso; La profecía 2 (1978) es una de las primeras películas de terror que recuerdo haber visto en mi vida, si no la primera. En aquel momento varias de sus imágenes se me quedaron muy grabadas, en mayor medida incluso que la película original, la cual no llegué a ver sino muchos años después. Desde entonces, sin embargo, no la había vuelto a ver, así que he decidido aprovechar esta oportunidad para revisitarla y comprobar cómo ha envejecido. El resultado ha sido ligeramente decepcionante ya que es evidentemente muy inferior tanto a La profecía (1976) como a mi propio recuerdo de ella, pero tiene muchos detalles curiosos para mencionar y que intentaré explicar en la medida de lo posible.

La película tiene lugar siete años después del desenlace de la primera parte, con un Damien adolescente que vive con su familia adoptiva sin saber nada de su destino hasta que se enfrenta a la revelación de ser el Anticristo. Ya de entrada el detalle de hacer de Damien el protagonista de la historia es algo innovador, aunque sólo está hecho a medias; gran parte del metraje sigue al tío de Damien, interpretado por el veterano William Holden y que aquí repite en cierta forma el personaje que ya hacía Gregory Peck en la original. Con todo y eso hay un énfasis claro en la formación de Damien y en la forma como descubre ser el hijo de Lucifer. Dicha subtrama está por desgracia sólo insinuada y de hecho la película es muy inconstante en cuanto a la supuesta maldad de Damien, sus habilidades o el grado de voluntad que hay detrás de las muertes de aquellos que le rodean.

Esta inconstancia de la que hablo es el principal problema que le veo a la película, más allá del innegable hecho de que trata su tema con mayor superficialidad que la cinta de Richard Donner. Como decíamos arriba, parte de lo que hace interesante el argumento es que Damien parece ignorar al principio de la película cuál es su destino y es sólo más adelante cuando lo descubre. La revelación parece en un principio causar un conflicto en él, pero esta idea se deja inmediata e inexplicablemente de lado: una vez que descubre quién es, Damien abraza su destino de forma automática e incuestionable hasta el punto que da la impresión de que siempre supo quién era, lo que roba a la película de unas grandes oportunidades dramáticas que se desperdician, como la confrontación entre el joven y su primo al que siempre había tratado como a un hermano. La escena no funciona porque todo el mundo parece aceptar muy fácilmente la idea del Anticristo como si fuese algo muy natural, cuando en realidad lo único sospechoso de Damien es la impresionante cantidad de gente que muere a su alrededor. Este body count (mucho más alto que el de la primera película) contiene algunas muertes memorables, pero son tantas que terminan siendo predecibles y pierden todo su impacto a pesar de que la película bombardea al espectador con la música de Jerry Goldsmith.

Y sin embargo hay cosas muy rescatables, siendo la principal de ellas (para mí al menos) el joven actor Jonathan Scott-Taylor en el papel de Damien, todo un acierto de casting que le da un punto de legitimidad a una película menos seria de lo que parece en un principio. Es una lástima que la cinta no haya explotado el lado dramático de su personaje y que el propio Scott-Taylor no haya tenido una carrera más fructífera, porque definitivamente es él lo mejor de una película que ya tenía un muy buen elenco. Hablando de esto último, hay un punto más que me ha parecido curioso y que quisiera resaltar, y es que el argumento de la cinta muestra dos personajes que se revelan desde muy pronto como aliados del Anticristo y que ayudan a Damien a descubrir su verdadera naturaleza. Estos dos personajes, a la hora de la verdad, no hacen realmente nada en la película y siempre me pregunté por qué. Investigando un poco, sin embargo, me he enterado de que los responsables de La profecía 2 planeaban estrenar una tercera parte al año siguiente, así que muy probablemente estaban reservando esos dos personajes para la secuela. Dicha tercera entrega llegó a realizarse en el año 81, pero con un elenco completamente distinto y ambientada años más tarde con un Damien adulto. Entretanto, concluyo con que esta segunda entrega de una de mis películas de terror favoritas es todavía pasable, evidentemente más superficial y no tan efectiva, pero con algunas interesantes ideas.