Reseña: Victor Crowley (2017)

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Me sorprende sobremanera que Adam Green haya decidido titular esta cuarta entrega de su saga Hatchet como Victor Crowley (2017). Me sorprende porque a pesar de que es habitual que las sagas longevas abandonen su numeral luego de una tercera parte, esta película (rodada en secreto y estrenada por sorpresa sin ningún tipo de publicidad previa) no parece tener ningún tipo de vergüenza en su condición de secuela alimenticia sino que por el contrario parece una cinta hecha exclusivamente para los fans no sólo de Hatchet (2006) sino del slasher festivo en general. Es sin duda alguna la entrega más inclinada a la comedia, pero por desgracia es también la que tiene el guión más pobre y la que revela que esta fue una saga que debió haberse limitado a su primera película ya que nunca ha conseguido repetir el entusiasmo que esta generó.

Tan claro está que esto no se trata de ningún reboot, que la película incluso parte de una muy obvia referencia a su legado anterior, esta vez contando como protagonista con el actor Parry Shen (quien ha interpretado tres personajes distintos a lo largo de la saga) que se ha convertido en un autor best seller gracias al relato de supervivencia contra el monstruo y que por una fatídica casualidad termina de nuevo en el pantano siendo acosado por Crowley. El protagonismo de Shen es algo que hay que tomar, eso sí, con pinzas, ya que esta es ante todo una cinta coral en la que ningún personaje destaca realmente y en la que el argumento es un disparate de principio a fin, más aún que en cualquiera de las otras entregas, las cuales al menos tenían una premisa definida en la que la amenaza de Victor Crowley tenía algo de lógica.

En esta cuarta entrega no ocurre nada de eso; por el contrario, la reunión de todos los personajes en el pantano se da prácticamente por casualidad tras estrellarse el avión del grupo en plena ciénaga y verse enfrentados a Victor Crowley que espera por ellos fuera del fuselaje que poco a poco se va hundiendo. La consecuencia de esto es que gran parte del metraje se desarrolla dentro de la cabina del avión, algo que no hace sino evidenciar el abandono del pantano como ambientación. Pero es que encima dicha localización no está para nada aprovechada ya que ciertas salidas argumentales como un personaje ahogándose no llevan finalmente a nada y parecen estar metidas allí simplemente porque sí. Es un guión que también parece improvisado en gran medida, con chistes y momentos de humor que se extienden demasiado y sobre todo con una muy escasa participación del personaje de Crowley, que a pesar de que mantiene intacta su brutalidad y nos entrega algunas escenas de muerte destacables, aparece menos que en las otras películas y se siente mucho menos inspirado, con todo y lo admirable que resulta Kane Hodder haciendo el papel con más de sesenta años a cuestas.

Poco interesante, repetitiva y sobre todo sumamente barata y vulgar, Victor Crowley es una película que dilapida gran parte de lo que hacía especial a la original, y más allá del hecho de que este es un tipo de cine que hoy en día no parece tener tan buena acogida, me parece que no le hace justicia ni a sus principales influencias ni tampoco a los picos de disfrute que consiguió en entregas anteriores. Honestamente no creo que esto tenga continuidad pese a que la película incluye una escena post-créditos que afirma lo contrario. También es cierto que esperaba que la tercera fuese la última, así que podría estar equivocado.

Reseña: Hatchet 3 (2013)

Tenía pocas esperanzas en un principio para Hatchet 3 (2013), creyendo que se trataba de una continuación forzada simplemente por el hecho de que esta vez no está dirigida por Adam Green, quien «únicamente» trabaja aquí como guionista y productor. Sin embargo, estaba equivocado; esta tercera (y según sus creadores, última) parte de la saga del slasher Victor Crowley está lejos de ser una obra maestra pero tiene innegables aciertos que la convierten en una película muy divertida, en un sentido descerebrado pero al menos fiel a lo que han sido sus principios estéticos desde el estreno de la primera parte.

La película empieza justo donde terminó Hatchet 2 (2010). Lo digo literalmente; el último plano de la segunda parte es el primero de esta tercera entrega, con Marybeth (una vez más interpretada por Danielle Harris) despedazando el cadáver de Victor Crowley y dando con sus huesos en la cárcel, hasta que es reclutada por una reportera que conoce la leyenda y asegura saber la forma de detener la maldición para siempre y poner al monstruo en su tumba de una vez por todas. Una nueva expedición por parte de la policía se salda por supuesto con la montaña de cadáveres que todos esperamos. Lo primero que llama la atención es la presencia en el elenco de antiguas caras conocidas del horror como Zach Galligan y Caroline Williams. La presencia de Derek Mears se siente además como un evidente guiño a los fans de la saga de Viernes 13 al darnos la inevitable confrontación entre él y Kane Hodder, quien una vez más interpreta a Victor Crowley de manera sobresaliente incluso rozando los sesenta años.

Lo que sí es cierto es que esta es una de esas películas en las que todo el presupuesto parece haberse ido por el lado de los efectos especiales; los decorados son nefastos (una vez más se nota que es el mismo trozo de pantano reconfigurado para cada toma) y los uniformes de los polis están al nivel de una película de The Asylum, pero nada de eso importa: Hatchet 3, al igual que sus antecesoras, reniega por completo del CGI y se decanta por los efectos sangrientos de toda la vida, y de esos precisamente no faltan; la película desborda sangre y violencia en cada minuto de metraje, pero aunque su regodeo en la brutalidad es serio, comete el acierto de volver al espíritu de la original e inclinarse más por la comedia (a diferencia de la segunda entrega que parecía intentar ser algo más seria). Es una comedia, sin embargo, hecha desde el respeto, llena de chistes en las interacciones entre los personajes, pero que se pone seria una vez que los ataques de Victor Crowley ocurren. La presencia del monstruo de Kane Hodder, una vez más, es un gran acierto y el alma de la película. A decir verdad son él y sus masacres los auténticos protagonistas porque incluso la final girl Danielle Harris está relegada a un papel secundario y no hace casi nada hasta llegar el desenlace.

Lo más polémico de Hatchet 3 es sin duda el final. Sin revelar realmente nada, puedo decir que llamar a este final «abrupto» es quedarse corto, tanto que sentó bastante mal en el público durante la sesión en la que vi la película. Dicho final se siente en gran parte como una broma a costa del espectador al jugar con las expectativas que solemos tener en cuanto a cómo termina un slasher, pero es tan radical que me hace pensar que Adam Green y compañía no son completamente sinceros cuando afirman que esta es la parte final de la saga. Entretanto, yo recomiendo esta película a aquellos que les haya gustado la primera parte y a los seguidores de aquellos slasher divertidos y con una energía especial. Definitivamente no es para aquellos que esperen ver una película de terror seria, pero en el estado de ánimo correcto se hace muy entrañable.

 

Reseña: Hatchet 2 (2010)

En el 2006, Adam Green sorprendió a todos con Hatchet (2006), película perteneciente al género slasher que parodiaba y a la vez reinvindicaba lo que incluso su material publicitario denominaba la “vieja escuela” del horror americano, personificado incluso en la corpulencia de uno de sus mayores símbolos, el stuntman Kane Hodder, quien con su personaje de Victor Crowley acaparaba la atención del espectador. Cuatro años después, y estimulado por su éxito inicial, Green vuelve a la carga con Hatchet 2 (2010), tomando además el riesgo de estrenarla “unrated” en muy pocos cines. El riesgo de esta decisión, que en los Estados Unidos equivale a poco menos que un suicidio taquillero, se hizo sin duda en la confianza de que el boca oreja funcionaría tanto como en la primera parte y daría a esta secuela su propio fenómeno de culto.

Pero hay algo que no funcionó esta vez, y muchos de vosotros sin duda sabréis ya que Hatchet 2 fue un severo traspié en la carrera de Adam Green. Tras verla, y con mi confianza en el director asegurada no sólo gracias a la primera parte sino también a la muy recomendable Frozen (2010), hay que decir que efectivamente esta secuela huele a oportunidad perdida; y no es exagerado afirmar que Green parece haber olvidado qué hacía interesante la entrega anterior. De hecho, su secuela parece ser poco más que un catálogo de ideas dejadas por fuera en el primer Hatchet, incluyendo una indagación un tanto más profunda en la “maldición” que dio origen al antagonista. Green repite en su voluntad de evidenciar la reverencia hacia los clásicos de los ochenta, principalmente a través del elenco, desde el cambio de la actriz protagonista por Danielle Harris (veterana final girl de Halloween 4 (1988) y Halloween 5 (1989), aunque por desgracia en un personaje poco atractivo) hasta la presencia como actor de Tom Holland, director de Noche de miedo (1985) y Child’s Play (1988), en un papel de cierta importancia. El argumento esconde pocas sorpresas, con la protagonista regresando al pantano para matar a Crowley, acompañada de un grupo de paletos de Louisiana armados hasta los dientes.

Los problemas, sin embargo, son fáciles de señalar; el primero de ellos tiene que ver con el hecho de que sorprendentemente, y a diferencia de lo que ocurría en la primera entrega, gran parte del metraje de esta secuela se va en largas secuencias de exposición (honestamente, creo nunca había visto un slasher con tantos diálogos) y escenas que no llevan a nada, como una interminable discusión acerca de unas galletas. El personaje que se lleva la palma es sin duda el de Tony Todd, que en la primera película no era más que un cameo pero que aquí parece ser el personaje principal incluso por encima del propio Victor Crowley, el cual aparece en el prólogo y a quien luego no se le ve durante casi una hora (!).

Aparte de esta mayor abundancia en el diálogo, Hatchet 2 parece estar hecho desde la confianza en la calidad de la primera entrega, y sobre todo desde un intento por hacerla menos dada a la comedia y buscando un tratamiento más oscuro y «serio», dos términos que no siempre van de la mano. El énfasis en la violencia exagerada hizo una vez más que Adam Green tuviese problemas con la censura en su país de origen, que le obligó a cometer la osadía de estrenar la película sin clasificación por edades. La cosa no funcionó, y esta segunda parte dejó bastante indiferentes a los seguidores de la primera entrega. Es una lástima porque Green sigue mostrando sus buenas dotes y Kane Hodder sigue demostrando que está en plena forma teniendo en cuenta su edad, pero por lo visto la saga de Victor Crowley no tendrá más continuaciones. Habrá que ver si en el futuro los intentos de Adam Green por resucitar la vieja escuela del horror americano tendrán más éxito.

 

Reseña: Hatchet (2006)

En un ejemplo de escasa sutileza, el tagline de Hatchet (2006) reza «old school american horror», con lo que debería quedar claro que esta película de Adam Green, que no se topó con buenas críticas en su momento pero que ha conseguido un fiel culto tras su estreno, busca emular esquemas y fórmulas utilizadas en décadas pasadas pero con una energía propia desprovista de las concesiones normalmente empleadas en productos nostálgicos del horror mainstream. Estas intenciones se evidencian también en el hecho de que la película reúne a varios rostros familiares del género de terror de los ochenta como Robert Englund, Tony Todd, Kane Hodder y John Carl Buechler, quien se encarga de los efectos especiales con gran maestría. Eso sí, no hay que engañarse: la mirada de Green hacia los excesos sangrientos de los ochenta no está desprovista de cierto distanciamiento e ironía, puesto que Hatchet en el fondo no es más que una parodia de todas aquellas franquicias de asesinos carismáticos, siendo la saga de Viernes 13 (1980) la principal y más evidente referencia de una cinta fuertamente inclinada hacia la comedia.

Hacíamos mención de la saga de Jason Voorhees por varias razones, entre ellas que Hatchet parece tomar exactamente la misma premisa de innumerables slasher juveniles: un grupo de incautos perdidos en un pantano donde son acosados por un legendario asesino llamado Victor Crowley, un gigante deforme que despedaza a todos aquellos que se atreven a profanar sus dominios. La ambientación de la película en los pantanos de Lousiana la enlaza con toda una tradición de monstruos y permite asimismo la recreación de un paraje selvático y hostil que es sin embargo puramente americano, tal como la película nos ha prometido. El mismo Victor Crowley, sin embargo, se diferencia de la mayoría de sus congéneres enmascarados en el hecho de que su origen es establecido desde el principio como sobrenatural, una especie de fantasma corpóreo de fuerza sobrehumana que gusta de destrozar a sus víctimas de la forma más brutal y exagerada posible. En ese sentido se agradece que la película no sólo no se tome a sí misma demasiado en serio sino que además vaya al grano y nos ofrezca al personaje en todo su esplendor casi desde el principio sin por ello perder el interés. No nos engañemos: es Crowley el verdadero centro de atención, el resto de los personajes son carne de cañón que sólo está allí para morir. De hecho, en un alarde de referencialidad demasiado curioso para ser casual, todos los protagonistas de Hatchet son auténticos estereotipos de los slasher films… pero de esos estereotipos que generalmente terminan palmándola.

Pero si la película funciona es por dos elementos que la colocan muy arriba. El primero de ellos es sin duda la presencia de Kane Hodder, que está aquí que se sale en el papel de Crowley. Hodder, innegable clásico de este tipo de cine, da una energía increíble a su personaje y es sin duda una de las mejores cosas de la película, tanto que sinceramente esta no habría funcionado tan bien si no le hubiese tenido. Se comentó en su momento que el papel era su forma de desquitarse por no haber sido incluído en Freddy vs Jason (2003), cosa perfectamente posible dado el cameo de Robert Englund como una de las primeras víctimas de Crowley. El otro punto fuerte de la cinta son los efectos especiales de John Carl Buechler, veteranísimo factotum del cine de terror que logra aquí el que considero uno de sus mejores trabajos en cuanto a excesos gore, todo real, nada de extravagancias informáticas. Pienso que en ellos se debe haber ido la mayor parte del presupuesto ya que los decorados no pueden ser más falsos; es tremendamente evidente que los supuestos escenarios del pantano están hechos en un plató: planos cerradísimos, poca profundidad y una estética muy repetitiva.

Adam Green consiguió con Hatchet una muy genuina resurrección del slasher tradicional que homenajea este estilo de películas al mismo tiempo que las parodia sanamente. Después de verla es fácilmente comprensible no sólo el culto que ostenta sino el ninguneo que sufrió por un amplio sector de la crítica actual. Muy previsiblemente, al señor Green le han pedido más y ha terminado por darnos una secuela del 2010 que todavía estoy pendiente de ver pero que caerá por aquí sin duda. En cuanto a todos vosotros, sólo puedo aconsejaros que dejéis de lado remakes insulsos y desabridos de antiguos clásicos y echéis un vistazo a esta joya modesta pero efectiva que vale la pena atesorar.

 

Reseña: Jason Goes to Hell (1993)

Recuerdo todavía la emoción que fue para mí en su momento el estreno de Jason Goes to Hell (1993), ya que para ese entonces por fin tenía la edad suficiente para ver en un cine alguna entrega de la saga de Viernes 13. Viéndola de nuevo hoy en día, es fácil darse cuenta de que, a pesar de que tanto el título como la publicidad aseguraban que esta novena parte era el auténtico capítulo final (sí, otra vez), en realidad se trataba de un nuevo comienzo; la Paramount había cedido a New Line Cinema los derechos de explotación de su lucrativo personaje (es por eso que esta y entregas posteriores no ostentan el nombre Viernes 13 en el título), y los nuevos jefazos buscaron renovar por completo la saga al mismo tiempo que le devolvían varios de sus elementos originales, empezando por la presencia como productor de Sean S. Cunningham, director de la Viernes 13 (1980) original.

Aparte de esto, y envalentonados sin duda por el éxito de la saga de Pesadilla en Elm Street, New Line Cinema convierte su primera entrega en una película que comienza de una forma bastante auto-referencial e irónica, en la que a Jason le tienden una trampa (con suculenta carnada incluída) para literalmente volarle en pedazos antes de transcurridos los primeros cinco minutos de la cinta. A partir de aquí el guión toma un camino sorprendentemente distinto en el que aquel que hasta entonces había sido un asesino convencional aunque «zombificado» es reconvertido en una especie de entidad demoníaca capaz de pasar de un cuerpo a otro en una suerte de posesión ultraterrenal (habilidad que nunca hasta entonces había demostrado tener). Pero contrariamente a lo que se pueda creer a simple vista, el aspecto sobrenatural de la película está bien llevado, muy a pesar de evidentes gazapos y agujeros argumentales que, por suerte, la cinta sabe compensar bastante bien.

Los compensa entre otras cosas en el apartado de violencia. Esta es, de hecho, una de las entregas de Viernes 13 más sangrientas de todas, y el rojo (y negro) líquido vuela por los aires de forma bastante generosa. La historia, que muestra incluso a otros miembros de la familia Voorhees, da bastantes tropiezos en ocasiones, y en general la película es inferior a otras entregas más «básicas», pero eso sí, está a años luz de la abominable entrega transcurrida en Nueva York. Teniendo en cuenta que el director, Adam Marcus, era un novato en este negocio, su trabajo es bastante sobresaliente, sobre todo en lo que respecta a una gloriosa escena en la que Jason, ataviado con uno de sus nuevos cuerpos, ataca un restaurante en una secuencia digna de los tiempos de John Carpenter.

El único problema real de la película, uno que por desgracia le resta varios enteros, es que el Jason que todos conocemos no aparece más que en los primeros cinco minutos y los últimos diez, lo que no sólo desperdicia la presencia del siempre inmenso Kane Hodder, sino que encima se siente un poco como un timo. En este sentido, la trama sobrenatural del Jason usurpador de cuerpos es, si bien una agradecida innovación a nivel de argumento, el talón de Aquiles de esta novena entrega. Es este hecho el que me hace tener las mayores reservas a la hora de dar a Jason Goes to Hell un puesto alto en la apreciación general de la saga.

Y claro está, la imagen final, que por supuesto no develaré aquí para aquellos que no hayan visto la película, es, sin duda alguna, un auténtico chiste que remata una cinta que no es lo que se dice muy seria. Sin embargo aquí reconozco mi parcialidad, ya que puedo aseguraros que en el momento en que dicha imagen se vio en el cine, causó una enorme impresión y una gran expectativa por lo que prometía ser el deathmatch del siglo, uno que lamentablemente todavía habría que esperar durante una década.


Importante aclaratoria: tras haber reseñado ya la saga de Viernes 13 en su totalidad y haber obtenido de ella una nueva perspectiva, he hecho algo que no se había perpetrado antes en este blog: he reescrito una reseña y modificado (un tanto) su sentencia inicial. He aquí, por lo tanto, la reseña «redux» de Jason X (2001).

 

Reseña: Viernes 13 parte 8 (1989)

Continuando con nuestra disección de la saga de Viernes 13, llegamos a Viernes 13 parte 8: Jason toma Manhattan (1989), realizada en el ocaso de la década de los ochenta y destruyendo en gran medida todas las bondades de las cintas anteriores. Se trata de una película en la que se hace evidente que el camino seguido por sus creadores ya no daba para más, y únicamente el regreso de Kane Hodder como Jason se alza como el solitario acierto de la que probablemente sea la peor y más desganada de las entregas de esta prolífica franquicia de terror.

Quizás para soplar nueva vida a una máquina taquillera que se notaba algo cansada tras siete películas, los responsables de Viernes 13 parte 8 decidieron tomar un camino distinto en esta ocasión. Ya habíamos comentado anteriormente que estas últimas entregas de la Paramount partían de «situaciones» a menudo disparatadas para ambientar las matanzas del asesino de la máscara de hockey, y esta es la prueba perfecta de ello al intentar responder la pregunta de qué haría Jason fuera del ambiente de Crystal Lake y desatando su furia en la gran ciudad de Nueva York. Sin embargo, por motivos de presupuesto (y muy a pesar del engañoso título), la Gran Manzana sólo aparece en la última media hora de la película, mientras todo el resto transcurre a bordo de un crucero lleno de jóvenes graduandos que pasarán a engrosar la voluminosa lista de víctimas de nuestro carnicero favorito.

El guión es probablemente uno de los más desastrosos que la saga ha tenido, comenzando por el sorprendentemente escaso número de jóvenes que componen un crucero en el que supuestamente participa toda una clase. Encima, los estereotipos de las víctimas no están muy bien definidos, algo que se agrava teniendo en cuenta que la mayoría de ellos la palma muy rápidamente. Además, esta octava entrega pierde terreno frente a las anteriores al ofrecernos muy pocos momentos de erotismo juvenil y unas muertes timoratas, muy poco imaginativas y bastante aburridas. Como contraste a esto el Jason de Kane Hodder parece distinto: si bien posee todos los manierismos físicos que Kane había conseguido en la séptima entrega de la saga, este Jason se comporta de forma más inteligente, y parece en cierta medida disfrutar con el miedo de sus víctimas. De todas formas este es un detalle anecdótico en medio de un sinfín de despropósitos; los actores en ningún momento parecen estar metidos en la película (la mayoría de ellos simplemente sueltan los diálogos sin ganas), la protagonista tiene continuamente visiones que no tienen una aparente razón de ser o explicación, y Jason parece tener una inusitada capacidad para teletransportarse (esto no es ninguna exageración, lo digo en su sentido más literal: ¡en verdad se teletransporta!).

Ya comentábamos arriba que la última media hora de la película es la única que transcurre en Nueva York, pero incluso esto está realizado de forma bastante pobre y simplemente se limita a una persecución a lo largo de las calles que culmina en el metro y el alcantarillado. Sumemos a eso un final surrealista, una subtrama romántica increíblemente forzada y un desarrollo que va en continuo piloto automático y tenemos sin duda una de las peores entregas de Viernes 13, tras la cual los derechos de explotación de Jason pasarían a las manos de New Line Cinema para una nueva etapa.

Como nota curiosa, y ya para terminar, tenemos dos detalles; el primero es la presencia de la actriz hawaiana Kelly Hu (ni por asomo tan guapa como la veríamos después), que participa aquí en su primera película. El segundo detalle a destacar es que el cocinero que Jason arroja contra un espejo en el último acto de la cinta es el stuntman Ken Kirzinger, quien años más tarde interpretaría a Jason cuando este se enfrentara a Freddy Krueger.


Nota: aparte de la actuación de Kane, lo único que sí puedo rescatar es la canción «The Darkest Side of the Night«, de Metropolis, que abre y cierra la película. Muy buena.

 

Reseña: Viernes 13 parte 7 (1988)

Con la sexta parte de su exitosa franquicia, la Paramount decidió darle a los fans de Viernes 13 lo que querían y centrarse exclusivamente en la figura del asesino, con muy buenos resultados. En cierta forma, dicha entrega fue la última en la que se usó el concepto básico de las primeras películas, y con ello la saga de Jason Voorhees abandonaba la trilogía de Tommy Jarvis para empezar una nueva etapa en la que abrazaba toda su condición de caspa ochentera. Tras Viernes 13 parte 7: La nueva sangre (1988) cada secuela del asesino de la máscara de hockey surgía alrededor de la idea de un «concepto» que a veces funcionaba y a veces no. Fue a partir de este año cuando comenzó a barajearse la posibilidad de enfrentarlo a Freddy Krueger, pero los dos estudios (Paramount y New Line Cinema) no lograron ponerse de acuerdo, y de esta forma, coincidiendo con el estreno de Pesadilla en Elm Street 4 (1988), llega la séptima entrega de las crónicas de Crystal Lake y su no tan modesto body count.

A pesar de que esta séptima parte permanece en mi recuerdo como una de las que más disfruté en su momento, he de reconocer que no se encuentra entre las mejores. Sin embargo, tiene suficientes elementos destacables que la convierten, al menos, en una de las más importantes. La primera de ellas es, como ya podéis adivinar, el hecho de que es la primera en la que el stuntman Kane Hodder interpreta a Jason. Siempre se ha dicho que el suyo es el mejor hasta la fecha, y razones no faltan; prácticamente todos los manierismos que con el tiempo hemos identificado con el personaje comienzan con Kane, y si bien es cierto que el personaje ya tenía un largo camino recorrido, no es hasta que Hodder se pone la máscara cuando Jason alcanza su perfección como reconocible icono de los slasher films. De la misma forma, la premisa que en esta ocasión se sacan de la manga los guionistas es harto curiosa: toda la trama gira en torno a una chica con poderes telekinéticos que, sin quererlo, resucita a Jason de su tumba acuática para que pueda despachar con impunidad a un grupo de jóvenes fiesteros en una cabaña a las orillas del lago. Este concepto, llevado con pulso firme por el polifacético e inagotable director John Carl Buecher (artífice de Troll (1986), una de las más gloriosas «pelibirras» de todos los tiempos), convierte la película en Jason vs Carrie.

A diferencia de la sexta parte, Buechler no llega a empujar su película hasta los terrenos de la comedia, y tampoco da a Jason tanta presencia en la pantalla, lo que no significa que no haya momentos de genuino humor. Los personajes de los jóvenes son lo más estereotipado posible (para que el público pueda diferenciarlos), y las viejas reglas de la saga se mantienen impolutas (en un determinado momento hay tres parejas teniendo sexo simultáneamente). El desarrollo del argumento es, eso sí, completamente irracional y dedicado al público más que a los mismos personajes. Me explico: casi ninguna de las víctimas sabe en ningún momento de la película quién es Jason Voorhees pero nosotros como público sí, a pesar de que la final girl encuentra el famoso e inexplicable album de recortes de periódico que aparece en varias partes de la saga. De la misma forma, si bien las muertes de los jovenzuelos no son tan exageradas como las de la sexta entrega, sí que resultan extrañas debido a la gratuita omnipresencia del asesino, que aparece de repente desde ángulos imposibles mostrándonos una vez más que aquello que está fuera del encuadre de la pantalla no existe ni siquiera para los personajes de la película. Mención especial merece, por supuesto, el ya famoso «susto del gato», que se hace aún más especial teniendo en cuenta que el dichoso felino nunca había aparecido antes. Jason también parece dedicar un tiempo considerable a colocar los cadáveres en sitios estratégicos para que los encuentre la siguiente víctima, y también parece tener una predilección especial a la hora de usarlos para decorar árboles (lo cual, pensándolo bien, podría haber sido una poderosa herramienta visual).

Pero a pesar de todos estos fallos hay algo realmente bueno y que redime casi en su totalidad a la película, y es el enfrentamiento final entre Jason y su no-tan-indefensa-víctima. Por fin, después de seis películas, el gigantón de la máscara y el machete tiene un contrincante digno de él, y es a través de toda esta larga secuencia en la que comprobamos la fiereza del personaje interpretado por Hodder, resaltada además por uno de los maquillajes más grotescos de la saga en su totalidad. La lucha entre los dos personajes está plagada además de destrozos, muebles volando por los aires, cables y raíces que atacan, lenguas de fuego, explosiones y demás artificios, por desgracia rematados con un Deus Ex Machina imprevisible por lo arbitrario e inexplicable que resulta, tanto a nivel de imagen como de argumento. Evidentemente no contaré aquí cual es dicho momento, pero si habéis visto la película sabéis a qué me refiero.

En fin, una de las entregas más golpeadas de la saga, pero con suficientes aciertos para hacerla una de las más recomendables. Sólo por la actuación de Kane y por su enfrentamiento final contra la Carrie-que-no-es-Carrie hay que echarle un vistazo. Por supuesto, de sobra sabemos que esta no sería la última vez que el carnicero de Crystal Lake haría una aparición, pero de eso hablaremos en otro momento.

Reseña: Jason X (2001)

A pesar de ostentar el numeral romano del 10, Jason X (2001) no es realmente una secuela. Más bien se trata de una parodia en la que el personaje de la saga de Viernes 13 es llevado al espacio, un camino que ya habían recorrido antes que él otros personajes de longevas sagas del cine de terror en cintas como Hellraiser: Bloodline (1996) y Leprechaun 4: In Space (1997). Sin embargo, en esta ocasión funciona, principalmente porque, a diferencia de lo que ocurrió con la entrega espacial de la saga de Pinhead, Jason X nunca comete el error de tomarse demasiado en serio a sí misma, y, contrariamente a Leprechaun, demuestra un genuino aprecio por la saga que le precede al aumentar exponencialmente todos los elementos que le hicieron famosa.

El director Jim Isaac, antiguo discípulo de David Cronenberg (quien por cierto hace un cameo como una de las primeras víctimas), es en gran medida el responsable al dar a la película un evidente y agradecido giro hacia la comedia que parte del hecho de no intentar dar demasiadas explicaciones a la situación de Jason en el espacio: el gigantón de Crystal Lake es congelado accidentalmente junto a una científica que estudiaba la forma de destruirlo, y ambos son despertados cuatro siglos después a bordo de una nave espacial repleta de estudiantes jóvenes y libidinosos a los que el asesino de la máscara de hockey se irá cargando de uno en uno con su acostumbrado estilo injustificado. El resto es un no parar de situaciones cada vez más extremas y descabelladas que incluyen una sexy androide armada hasta los dientes (uno de los escasos rivales dignos que ha tenido Jason), una reproducción del famoso Holo-Deck de Star Trek y hasta una visita al Crystal Lake de antaño. El propio Jason también recibe un upgrade convirtiéndose en una bestia cibernética que representa la mejor despedida que pudo tener Kane Hodder para el personaje que ayudó a popularizar al enlazar de forma bastante curiosa con su trabajo en Project: Metalbeast (1995). El tono paródico de la cinta está presente no sólo a través de los más que obvios guiños referenciales al resto de la saga, sino también en un sentido del humor bastante entrañable («beam us out»?).

Por estos motivos, además de por otorgar a la cinta un tratamiento estético de vuelos mayores a los que estabámos acostumbrados, esta entrega me sigue pareciendo una de las mejores y más disfrutables de la saga de Viernes 13, superada únicamente por el supuesto «capítulo final«. Evidentemente, no todo el mundo lo vio así, empezando por la propia New Line Cinema: la película sólo obtuvo un estreno menor en su país, meses después de que rodara por las salas europeas, y en general el estudio únicamente vio esta película como un abreboca para la esperada Freddy vs Jason (2003), que finalmente sería estrenada dos años después. Por fortuna, los responsables directos de Jason X sí que creyeron en ella; la cinta está hecha por gente cuyo aprecio por la saga se nota, y esta entrega en particular dispone de una energía y ferocidad mucho más destacable que otras secuelas que sólo calificaron como sub-productos.

Y todo esto, no lo olvidemos, en una película que no deja de ser en el fondo una parodia y un auténtico placer del que para nada me siento culpable.

Míticos: Kane Hodder (1955 – )

Aprovecho hoy para comenzar una nueva sección, dedicada a aquellas personas que han hecho del género de terror uno de mis mayores placeres. La primera entrada quiero ofrecérsela al hombre que ven en la foto que encabeza estas líneas, el semi-dios de la Serie-B Kane Hodder.
Kane Hodder es más que un actor. En realidad, su profesión es la de «stuntman» (ese término cinematográfico erróneamente traducido como «especialista»), es decir, la del hombre de acción que corre todos los riesgos que los actores no pueden asumir. Es el que aguanta las palizas, el que se la juega, el que se cae por los precipicios, el que se enfrenta a las bestias. En fin, ya me entienden. El caso es que Hodder es, además, muy conocido entre los fans del cine hemoglobílico por ser el hombre que más veces ha interpretado al asesino Jason Vorhees, campeón de la saga de Viernes 13 (1980). Kane se ha encasquetado la máscara de hockey y el machete en cuatro ocasiones (es el único, a decir verdad, que lo ha hecho más de una vez) y para muchos, es el que mejor ha sabido dar cuerpo al personaje.
Nuestro amigo nació en Auburn, California, el 8 de abril de 1955. Dice la leyenda cursi que es el bebé más grande que ha nacido en dicha localidad (pesaba 11 libras al llegar al mundo), aspecto que le reportaría muchos beneficios en su carrera futura. Su descomunal envergadura y su natural predisposición a todo tipo de abusos físicos le permitió abrirse paso como «stuntman» (ya he dicho lo que opino del término en castellano) desde 1983, año en que participó en la película Lone Wolf McQuade, una de las tantas que hiciera Chuck Norris a principios de los 80.
Por supuesto, el género donde más se ha aprovechado a este hombre ha sido el de terror, especialmente a la hora de dar vida a criaturas tan grandes como espantosas o a asesinos violentos y desproporcionados. Risible resulta su gorila de House 2 (1987), pero realmente se luce con otros «monstruos» en Project Metalbeast (1995), sin duda la mejor película que se ha hecho sobre «hombres-lobo-cibernéticos-creados-en-secreto-por-la-CIA».

Pero lo que sin duda hace reconocible a Kane es su interpretación de Jason Vorhees, uno de los personajes icónicos del cine de terror actual. De las once películas en las que aparece este personaje (bueno, diez, dependiendo de si aceptamos o no la primera), Hodder le ha dado cuerpo en cuatro ocasiones, y son ya famosos los extremos a los que ha llegado para demostrar a todos cuanto ama a este grandulón de la máscara y el machete; desde negarse a socializar con el resto de los actores del elenco para que así el «miedo» de estos hacia Jason sea más genuino hasta tatuarse la palabra KILL en el labio inferior. Por eso Kane es el favorito indiscutible de los fans de la saga, y la mayoría (me incluyo) considera criminal su exclusión de la película Freddy vs. Jason (2003), en la que Kane brilló por su ausencia, cuando es precisamente él quien ha construido los ademanes típicos y fácilmente reconocibles del personaje.

Actualmente Kane está redirigiendo su carrera hacia la de «coordinador de stunts«, aunque sin abandonar del todo la acción en primera persona. Lo hace no solamente en películas de terror, sino también en producciones que gozan del mal llamado «prestigio» de la crítica (me refiero sobre todo a la reciente película Monster, por la que Charlize Teron ganara el Oscar). Los amantes del género podremos disfrutar de su trabajo como coordinador en Los renegados del diablo (2005), la nueva película de Rob Zombie a estrenarse este año.

En todo caso, el futuro promete para Kane. Esperemos que, si algún día Jason resucita de nuevo, lo traigan también a él de regreso.