Reseña: Dream Home (2010)

Ahora que ha pasado la fiebre del mainstream occidental por el cine de terror asiático, es el momento perfecto para la llegada de una película como Dream Home (2010), una producción hongkonesa que no sólo es una gran muestra de humor negro y virtuosismo gore, sino también la primera cinta de terror (al menos que yo recuerde) sobre la burbuja inmobiliaria, argumento que le viene como anillo al dedo ahora que el auge de China en la economía mundial es un tema ampliamente reconocible. En la película, el personaje principal es una joven empleada de telemarketing con un solo sueño en la vida: hipotecarse hasta el cuello para tener un piso con vista a la bahía de Hong Kong, una idea que asocia irremediablemente a la felicidad. Cuando su deseo empieza a ponerse cada vez más cuesta arriba, la chica decide hacer lo que sea para alcanzar su objetivo, así tenga que hacer una carnicería con sus futuros vecinos.

La película no sigue una estructura lineal sino que va saltando entre diferentes flashbacks y episodios situados en el presente en el que presenciamos la masacre desatada por la protagonista. Estas secuencias son sin duda las que permanecerán en el recuerdo del espectador ya que son de una brutalidad bastante notable, aunque la característica más curiosa de estas escenas es la torpeza con la que se desarrolla una violencia para nada estilizada y dotada de un negrísimo humor que se aprovecha de la evidente falta de experiencia de la protagonista en las artes del asesinato. Pero sería un error quedarnos únicamente con esto y no apreciar por otro lado el ambiente opresivo que crea el director Ho-Cheung Pang a través de la muestra nada disimulada de una ciudad tan carente de espacio como Hong Kong, llena de rascacielos que se montan unos sobre otros y con una realidad cotidiana tan asfixiante que hace que el público inmediatamente asuma a la protagonista como una víctima que ejecuta una merecida venganza contra las circunstancias que la oprimen. Hay mucho de catársis en el arrebato violento de esta mujer que ejecuta su carnicería con vulgares herramientas que recuerdan mucho a la visceralidad setentera de The Toolbox Murders (1978).

Algunos han comentado una supuesta falta de equilibrio entre el contenido sociológico de Dream Home y su entrega a la casquería fina, aunque personalmente no me ha parecido así; por el contrario, creo que ambos lados de la historia están perfectamente balanceados no sólo a través de la estructura fragmentada del relato sino también gracias a la soberbia actuación de la protagonista, Josie Ho, quien consigue de forma sobresaliente la transición por la cual pasa su personaje de sufrida asalariada a psycho-killer sin por ello caer en excesivos dramatismos ni rehuir al humor. La actriz, por cierto, también produjo la película y según cuentan tuvo gran parte del control sobre el resultado final. Es cierto que el cine de terror con crítica social y el más dado a los excesos sanguinolentos no siempre encuentran el mismo público, pero este es un ejemplo que ciertamente marca una excepción y vale la pena. Acercaos a ella sin duda alguna.

 

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Reseña: Piraña 3D (2010)

El 2010 pasó sin que pudiésemos ver en España el estreno de Piraña 3D (2010), pero al menos mi diferente ubicación geográfica me permitió acercarme a ella en condiciones y comprobar en carne propia los motivos por los cuales este tercer remake americano de Alexandra Aja era uno de los más esperados del año. Lo cierto es que con todo y mi reticencia ante el hecho de que este director se haya inclinado por tercera vez consecutiva a revolver la memoria cinéfila del género de terror, debo reconocer que ha conseguido sorprenderme; Aja ha logrado con su revisión de la cinta de Joe Dante de 1978 una película muy diferente a la que me esperaba de él, completamente alejada del explícito mensaje político de Las colinas tienen ojos (2006) o la medianía cansina de Mirrors (2008). Por el contrario, esta versión en tres dimensiones de la horda de pirañas asesinas es (nunca mejor dicho) una auténtica película chorra y un divertimento bastante sincero que no puede engañar a nadie.

La pregunta que surge siempre es qué tanto parecido tiene este remake con el original, y en ese sentido se aprecia por lo menos cierta voluntad de un necesario distanciamiento, puesto que las dos películas terminan siendo muy diferentes. Únicamente la estructura del relato es la misma: las pirañas se liberan y nadan río abajo hasta un enorme festejo turístico donde harán su agosto en las desnudas carnes de los concurrentes. Todo lo demás, sin embargo, cambia; aparte de seguir un espíritu más juvenil en cuanto al argumento y los protagonistas, el origen de las pirañas (esta vez una especie prehistórica liberada tras un terremoto submarino) despoja a la trama del contenido abiertamente político de la cinta de Dante. Asimismo esta vez, y debido ciertamente a un mayor presupuesto y a una mucho más avanzada tecnología, hay un regodeo mucho mayor en los voraces peces carnívoros, auténticos protagonistas de la cinta que alcanzan momentos de una ferocidad inusitada, aunque hay que decir que la imagen que adorna esta reseña está tomada del trailer y no aparece en la película final. De todas maneras, este protagonismo de las pirañas está reñido con la gran cantidad de cuerpos femeninos que la película ostenta y que la convierten en una cinta de explotación genuina y una película de terror de verano (nunca mejor dicho). El desfile y exposición de chicas de la cinta de Aja es descomunal, incluyendo cameos de auténticos pivones como Kelly Brook o las porno-stars Riley Steele, Ashlynn Brooke y Gianna Michaels siendo correspondientemente desmembradas.

Es en este último apartado cuando la película de Alexandre Aja va más allá de la de Dante, puesto que Piraña 3D es sin duda mucho más violenta y sangrienta que la original, sobre todo en ese tramo final del ataque de las pirañas donde el francés encuentra mil formas diferentes de descuartizar seres humanos ante la cámara. Por fortuna lo hace sin renunciar al humor que hacía de la original una película tan disfrutable, permitiendo así que su versión sea todo lo sangrienta que quiera sin jamás llegar a ser desagradable. Gran parte de este humor también está apoyado por el trabajo de un elenco acertado que incluye a Christopher Lloyd como un extravagante científico (again), una Elisabeth Shue cachas y Jerry O’Connell haciendo de un lascivo presentador que resulta un evidentísimo doble paródico de Joe Francis, presentador de la famosa serie de vídeos de Girls Gone Wild.

Todos estos aciertos se ven ligeramente afectados por la decepción que supone, eso sí, el uso del 3D. Hay que decir en primer lugar que en el caso de esta película estamos hablando de un falso 3D (es decir, agregado en post producción), por mucho que la cinta haya sido planeada desde un principio para incluir este efecto. Aparte de momentos muy puntuales como la gloriosa secuencia de las «sirenas», lo cierto es que el 3D de esta película es perfectamente prescindible y poco impresionante si se le compara con otras cintas de terror recientes que han sabido aprovechar mucho mejor el formato, tales como My Bloody Valentine (2009) o Destino final 4 (2009). Así que si sólo conseguís verla en dos dimensiones tampoco os perderéis mucho. Pero este detalle aparte, lo cierto es que Aja ha conseguido realizar una película muy divertida (sobre todo en su tramo final) que fácilmente califica como una de las más destacables del 2010 con todo y su aparente ligereza. Personalmente sigo prefiriendo la de Joe Dante, que me parece una cinta mucho más redonda con un planteamiento mucho más interesante que va más allá del evidente plagio de Tiburón (1975), pero al menos Piraña 3D es un homenaje bastante correcto y una de las cintas de terror más disfrutables del año que recién ha pasado.

 

Reseña: Buried (2010)

Una de las cosas en las que todo el mundo parece estar de acuerdo en cuanto a Buried (2010) es la manera como el director Rodrigo Cortés sale airoso de lo que de entrada se perfilaba como el mayor reto de la película: conseguir mantener el interés del espectador por un thriller de noventa minutos que transcurre literalmente en un solo escenario (minúsculo además) y en el que sólo vemos a un actor. Y sin embargo, esta película lo logra con creces hasta el punto de contar una historia genuinamente emocionante en la que siempre está ocurriendo algo y que hace de sus supuestas limitaciones su mejor arma a la hora de montar una intriga digna de un Hitchcock confinado a una locación mínima: un hombre secuestrado en Irak y enterrado vivo dentro de una caja de madera donde la única conexión con el exterior que tiene es un teléfono móvil con el que intentará conseguir su rescate. El punto de vista nunca abandona esa locación ni ese actor (un especialmente inspirado Ryan Reynolds) y con todo y eso mantiene la intriga y la genuina tensión de una carrera contra reloj que depara una que otra sorpresa.

La idea de la intriga vivida y narrada por un personaje aislado del mundo exterior no es nueva; en este sentido Buried recorre el camino trazado anteriormente por clásicos como La ventana indiscreta (1954), del ya mencionado Hitchcock o cintas más recientes como Última llamada (2002), de Joel Schumacher, entre otros ejemplos. La película de Cortés es si acaso más radical en cuanto a la limitación intencional de su espacio, pero al igual que en las otras dos, lo interesante no está únicamente en el gimmick narrativo, ya que al interés argumental hay que sumar el empleo de los esquemas del thriller para tejer una historia con una postura antibelicista y anticorporativa bastante evidente pero en la que el contenido político no se siente forzado ni opaca el factor de angustia y carrera contra el tiempo. Es por eso básicamente que sería un error valor la película únicamente por el hecho meramente anecdótico de transcurrir toda ella en una caja de madera.

Esto me parece así porque a pesar de la sensación de claustrofobia del punto de vista, hay determinados momentos en los que como espectador uno logra olvidarse que está dentro de la caja al dejarse llevar por la entrada de otros personajes en forma de audio que salen del teléfono móvil del protagonista, aparato que por lo demás tiene el propósito de hacer avanzar el argumento insinuando al público una acción paralela a varias bandas que tiene lugar fuera de los confines de madera en los que estamos encerrados y que seguimos con interés en todo momento. El complemento de ambos planos narrativos, por otro lado, está bastante conseguido en el sentido de que realmente nos interesamos por saber qué ocurrirá al final más allá del morbo de ver a Ryan Reynolds retorciéndose y ser sometido a las vejaciones que le depara la película. El desenlace (que por supuesto no revelaré aquí) funciona muy bien (a pesar de ser un tanto tramposo a nivel de construcción) porque revela hasta qué punto Cortés y el guionista Chris Sparling han sabido jugar con las emociones y los nervios de su cautivo público. Todo eso hace que desde aquí consideremos Buried como una de las mejores del año que está por finalizar y una muy digna continuadora de ese tormento y angustia por el que de vez en cuando nos gusta pasar en una sala de cine.