Aunque no llega nunca a los niveles de la primera parte, Bride of Re-Animator (1990) es una muy digna secuela que lleva la historia de Herbert West a nuevos niveles pese a contar más o menos la misma historia. En este sentido, uno de los mayores aciertos del equipo responsable fue el de pasar las riendas de la dirección a Brian Yuzna, quien fuera también productor de la original y probablemente el cineasta más indicado para dar continuidad a la visión de Stuart Gordon gracias a su predilección por lo grotesco y lo surrealista, cosas que dan a su estilo un empaquetado de horror al que no abandona ni siquiera durante sus evidentes concesiones a la comedia.
En esta ocasión Yuzna construye además una entrañable parodia de La novia de Frankenstein (1935) en la que Herbert West intenta ayudar a su amigo y compañero Dan a encontrar la forma de traer de vuelta a su chica aunque para ello tenga que construir una criatura a base de partes reanimadas de distintos cadáveres. Al igual que en la primera entrega ambos deberán enfrentarse a una serie de dificultades encarnadas no solo en la comunidad médica sino también en un policía que intenta vengar a su esposa (quien fuera reanimada por el misterioso suero del doctor West en la película anterior) y en el regreso del villano de la primera parte dispuesto a cobrar su propia venganza a pesar de haber quedado reducido solo a una cabeza viviente a la que terminan pegándole alas de murciélago.
De todas formas el argumento es lo de menos, a pesar de que es demencial y lleno de secuencias alocadas como todo lo que hace Brian Yuzna. Si hay un auténtico protagonista en esta película sería el increíble trabajo de efectos especiales prácticos de Screaming Mad George, que consiguen superar a los de la película original proporcionando algunos de los mejores momentos de la cinta, sobre todo en el clímax cuando el experimento de Herbert y Dan rinde sus frutos a la vez que son atacados por la horda de muertos vivientes traídos por su rival. Es en este apartado donde realmente la película hace justicia a sus orígenes y se convierte en una secuela mucho mejor de lo que cabría esperar, por mucho que se sientan carencias en cuanto a ciertos detalles interesantes que se dejan de lado. Uno de estos sería por ejemplo el regreso del villano de la primera parte, que parece estar aquí únicamente para proporcionar el toque épico del final sin que tenga mayor justificación en el resto de la historia, una que maneja quizá demasiadas subtramas simultáneas sin el mismo grado de interés.
De todas formas y a pesar de todo esto es una película muy divertida y una continuación más que solvente que eleva a la cinta original y al mismo tiempo nos regala más de aquello que la hacía grande, como los ya mencionados efectos especiales o el siempre genial Jeffrey Combs, aquí de vuelta en el papel que le hizo famoso. Si no me creéis, basta compararla con la tercera película, Beyond Re-Animator (2003), la cual sí vio reducido su presupuesto considerablemente y no resulta ni por asomo tan memorable o energética como esta. Una pequeña joya a rescatar, y para los seguidores de la obra de Yuzna una de las imprescindibles.