Reseña: February (2015)

A pesar de que ocupó el segundo lugar en nuestro podio de terror del año pasado, es muy probable que la mayoría de los que leen estas líneas no hayan tenido todavía la oportunidad de ver February (2015). En tal caso, sirva este texto para poneros sobre aviso y que no dejéis pasar uno de los trabajos de horror más interesantes (al menos para mí) de tiempos recientes, una película minimalista y nada convencional que esconde bajo su apariencia de thriller psicológico varios temas que hemos tocado en el blog en más de una ocasión. Los lugares comunes que puede presentar se refieren más a los ya conocidos arquetipos de producción y estética del horror indie que a cualquier cliché que pueda presentar su argumento.

En su debut como director, el guionista Osgood Perkins (hijo por cierto del actor de Psicosis (1960), Anthony Perkins) construye un relato íntimo de dos jovencitas en un internado femenino que, por motivos distintos, se quedan solas en el inmenso colegio durante las vacaciones de invierno. Una de ellas buscará aprovechar ese raro momento de libertad mientras la otra, mucho más tímida y retraída, comienza a sospechar de una siniestra presencia en las paredes de la institución, algo relacionado con un misterioso crimen del pasado ocurrido en esos mismos pasillos. Dicho así el argumento parece algo sumamente común y ciertamente pudo haberse abordado de esa manera, pero Perkins monta por el contrario una historia nada condescendiente hacia el público y muy sutil en su tratamiento del horror, dando prioridad a una atmósfera cargada de silencios, pasillos oscuros y una tenebrosa caldera donde se esconde aquello de lo que la protagonista intenta escapar y no puede.

Si me convenció tanto February ha sido no sólo por este tratamiento inusual del horror sino también por ciertos temas recurrentes en este tipo de cine y que por lo general me atraen mucho: el siniestro ambiente colegial, la soledad como preámbulo de la locura y un subtexto de satanismo urbano que está tratado de forma más inteligente de lo normal. Sobresaliente además la actuación de sus protagonistas, aunque estoy seguro de que la inclusión de estrellas televisivas en su elenco como Emma Roberts (American Horror Story) y Kiernan Shipka (Mad Men) obedece al inevitable reclamo comercial de una película que definitivamente no está dirigida a un público mayoritario.

Hablando de Emma Roberts, esta aparece como una tercera chica que viaja por carretera en una especie de huída hacia adelante cuyo propósito no se nos revela casi hasta el final y que constituye el principal juego argumental de la historia de la que hablamos hoy. Dicha revelación nos muestra además el verdadero tema de la película a pesar de que contiene una resolución un tanto efectista. En todo caso, y reconociendo además mi subjetividad ante los arquetipos que se muestran aquí, February ha sido un descubrimiento que no esperaba, y una que recomiendo ampliamente.

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Reseña: Krampus (2015)

Desde hace algún tiempo atrás vengo reivindicando la Navidad como época perfecta para una maratón de películas de terror, por encima incluso de Halloween, y aún así debo reconocer que en los últimos años estábamos cortos de ejemplos que pudiesen formar parte del imaginario de horror de estas fiestas. En este sentido la llegada de Krampus (2015) ha sido toda una sorpresa, y para variar de las más positivas que he tenido últimamente. Por mucho que este personaje del folklore austro-bávaro se haya puesto de moda últimamente (de hecho no es la primera ni la segunda cinta que hay por ahí suya), estamos ante una gran historia de terror que a pesar de su ligereza tiene un gran componente de crueldad y está llamada a convertirse en una referencia del horror navideño como en su momento lo fue Gremlins (1984). Así de contento he quedado.

Todo esto, repito, ha sido toda una sorpresa para mí, puesto que las anteriores cintas que tenían al Krampus de protagonista habían sido por lo general subproductos bastante lamentables, por lo que cuando por primera vez escuché hablar de este proyecto no estaba lo que se dice muy entusiasmado. Mis esperanzas aumentaron al ver que al frente de todo estaba el director Michael Dougherty, quien después de la muy recomendable Trick’r Treat (2008) se apuntaba nuevamente a un relato de horror basado en una festividad, y ha sido precisamente adaptando un personaje que ni siquiera forma parte de la tradición americana aunque sí de un arquetipo muy popular en este tipo de cine: el Papá Noel malvado. En el fondo es de eso de lo que trata Krampus: la pérdida de fe de un niño en la Navidad que invoca a un terrible demonio que viene a castigar a aquellos que han destruido la esencia de las fiestas. Ya desde los créditos iniciales se nos deja muy claro que el principal tema de esta película es la degradación de la Navidad y el ajusticiamiento de sus profanadores a través de unos monstruos que hablan mucho de los orígenes paganos de esta celebración.

Y es precisamente en este imaginario donde la película de Dougherty destaca: el diseño de las criaturas, y especialmente del propio Krampus, es glorioso, completamente alejado de cualquier atisbo de caspa o ironía, y a pesar de sus muy evidentes intenciones cómicas durante gran parte del metraje hay escenas y secuencias realmente horribles que no temen ni siquiera a meter caña a través de la muerte (espantosa) de niños. En un principio la película parece engañarnos debido a un elenco compuesto en gran medida por actores famosos por comedias, pero el tono de la película está perfectamente equilibrado y aunque nunca llega a ser realmente terrorífica, tampoco llega a ser del todo cómica. La comparación de arriba con Gremlins en este sentido no es nada fortuita porque al igual que aquella construye la comicidad al mismo tiempo que presenta una amenaza real que pone la vida de los protagonistas en verdadero peligro.

Unos efectos especiales muy buenos, un diseño de criaturas sobresaliente y una atmósfera muy buena que me recordó en más de un momento a otras películas de estado de sitio como La niebla (2007), Krampus es el nuevo clásico de las Navidades y probablemente la película que más satisfecho me ha dejado este año, un año en el que los trabajos más interesantes han estado fuera de lo común. No llega a los niveles de excelencia de Trick´r Treat, pero es sin duda muy recomendable como ejemplo de un tipo de cine que ya no se hace, aquel que puede servir para iniciar a un joven público en el cine de terror, una oscura fantasía muy superior a cualquier otro ejemplo de Papá Noel maligno que se me pueda ocurrir ahora mismo.

 

Reseña: German Angst (2015)

Mi primera candidata a lo más destacable del año, German Angst (2015) es la nueva entrada en esta tendencia cada vez mayor del cine de terror de antologías, especialmente aquel que recupera viejas glorias del cine de miedo de décadas pasadas. En el caso de la que hoy nos ocupa, se trata de una producción de la cual no había escuchado mucho y de la que ni siquiera vi en su momento el trailer; un avance engañoso, por cierto, ya que la mayoría de sus imágenes se realizaron con actores y escenarios diferentes a los que terminaron apareciendo en la película. Pero a pesar de que fui prácticamente a ciegas, tenía grandes expectativas sólo por el hecho de que uno de los tres segmentos traía de vuelta a Jörg Buttgereit, director de la controversial Nekromantik (1987) y uno de los nombres más conocidos del cine de terror alemán de las úlimas décadas y a quien le perdí la pista hace muchos años. El resultado superó todo aquello que podía esperar; se trata de una película muy sólida que no sólo es muy desagradable de ver en ocasiones sino que incluso guarda un discurso coherente en torno a su procedencia ya intuible desde el título, que hace un juego entre un término que habla de la identidad típicamente germana con una palabra que, además, significa literalmente «miedo».

Buttgereit dirige el primer segmento, Final Girl, probablemente el menos convencional y el más minimalista en cuanto a su pequeña puesta en escena, sus escasos personajes y su total ausencia de diálogos más allá de una voz en off desconectada de una acción principal, una historia transgresora al involucrar una joven adolescente y una trama de psicopatía, abusos y mutilación explícita. El segundo segmento, Make a Wish, pertenece a Michal Kosakowski, director del documental Zero Killed (2012) y que aquí explota su origen polaco en pos de la creación de un relato de torture porn con un mensaje marcadamente político. De las tres historias, esta es probablemente la más difícil de ver no sólo por lo violenta que es sino por su tono profundamente pesimista acerca del carácter abritrario de la violencia racista y su vuelta macabra a los conceptos de víctima y verdugo. Este relato en particular, coherente además con el tono que ha mostrado Kosakowski en sus anteriores trabajos, terminó diviendo al público de la sesión que presencié.

Finalmente el tercer relato de la película, Alraune (nombre alemán de la mandrágora que guarda un gran parecido fonético con la palabra alemana para «pesadilla») fue mi favorito de los tres. Está dirigido por Andreas Marschall, y a pesar de que es el más convencional en cuanto a narrativa (con tres actos muy diferenciados y una narración líneal), es también el más elaborado en cuanto a estética, lo que evidencia de forma clara tanto su trabajo de ilustrador de portadas heavy metal como su preferencia por el Giallo italiano que ya había demostrado en Tears of Kali (2004). En esta ocasión se trata de una historia de contenido erótico/surrealista que se va por los derroteros de la Nueva Carne y cuyo explícito tratamiento de lo sobrenatural la convierte en la única de las tres historias que se puede considerar cien por cien de terror.

En general puedo decir que salí de esta experiencia muy impresionado, y sintiendo que estaba ante una de las mejores del año. A pesar de que son pocas las historias, German Angst consigue algo que normalmente no se suele encontrar en este tipo de cintas de antología y es un equilibrio en cuanto a la calidad de los segmentos y un hilo temático unitario que en este caso se debe principalmente a su excelente manejo de los rincones ocultos de Berlín como escenario del terror. De las tres, Alraune (sabiamente colocada al final) es la que quizás termine gustando más a todo el mundo ya que se siente como un largometraje sin partes de relleno, mientras que las otras dos poseen argumentos mucho más sencillos y pueden llegar a ser muy desagradables para un público mayoritario. En todo caso, si tenéis oportunidad de verla, entrad sin duda.