Desde que fuera por primera vez anunciada en 1988, Freddy vs Jason (2003) fue uno de los crossover más esperados del cine de terror gracias a la promesa de reunir a dos de los más versátiles asesinos de la década de los ochenta, cuyo enfrentamiento ya estaba asegurado gracias a la imagen final de Jason Goes to Hell (1993). Finalmente, tras numerosos retrasos y reinvenciones, y después de literalmente decenas de escenarios y posibilidades distintas, fue el director hongkonés Ronny Yu, artífice de esa gran comedia de terror llamada La novia de Chucky (1998), quien se encargaría de llevar a cabo el festival de mamporros entre Freddy y Jason. El resultado, sin embargo, me parece un tanto desigual, algo entre otras cosas predecible desde el momento en que el propio Yu confesó no haber sido nunca un devoto de Viernes 13 (1980) o Pesadilla en Elm Street (1984), y de hecho, nunca había visto ninguna película de dichas sagas.
El argumento es bastante sencillo: en una larga introducción narrada, Freddy nos comenta que está atrapado en el infierno simplemente porque sus víctimas ya no le recuerdan y nadie cree en él, así que decide liberar a Jason Voorhees en Springwood para que desate una masacre entre los adolescentes y así reavivar su leyenda, sin sospechar que luego no será tan fácil deshacerse de su nuevo aliado. De entrada la historia es tremendamente simplona (recuerdo haber leído especulaciones de fans en cuanto al argumento mucho más interesantes) y pasa de aclarar muchas cosas (¿por qué Freddy puede sacar a alguien del infierno pero no puede salir él?), así que es mejor seguir con el asunto y no hacer demasiadas preguntas, ya que después de todo, dudo mucho que el planteamiento de la película pueda ser tomado muy en serio.
Mis recelos tienen otros motivos: uno de mis problemas con la cinta es que, a final de cuentas, el argumento va realmente sobre Freddy y los chicos de la calle Elm. A pesar de ser quien se carga a la mayoría de las víctimas, hay momentos en los que literalmente te olvidas de que Jason está en la película. Otra cosa con la que tengo algunos inconvenientes (y esto independientemente de la ausencia de Kane Hodder) es la visión que tiene Ronny Yu del gigante de la máscara de hockey: el Jason de esta película es bastante distinto al engendro despiadado de la saga de Viernes 13 y se asemeja más al monstruo de Frankenstein, en el sentido de que se nota que Yu espera y desea que el público sienta pena por él. Esto, sumido a momentos de humor bastante forzados (a estas alturas del calendario, los típicos chistes sobre el uso de la marihuana resultan zafios y predecibles), delata a la película como una de las entradas más tontas de ambas sagas (lo que no es poca cosa). Cualquier escena en la que aparecen los protagonistas «humanos» es terrible, no hay nada atractivo en ninguno de estos personajes. La protagonista Monica Keena se pasa toda la película hablando a voz de grito, y el personaje de Kelly Rowland (una de las antiguas integrantes del grupo Destiny’s Child) es tan molesto y cargante que no haces sino rezar por su pronta muerte. Y por mucho Jason y Freddy que haya, si ninguno de los chicos protagonistas pinta nada, al final es bien poco lo que se puede sacar de la película.
Por fortuna hay una cosa que casi redime todo el desastre, y es la batalla final entre Jason y Freddy, que ocupa gran parte de la última media hora de la cinta y es a todas luces el punto donde mejor se nota el buen oficio de Ronny Yu. El guión intenta justificar el antagonismo de los dos personajes a través de un curioso juego de contrarios (realidad/sueño, agua/fuego) que en ocasiones chirría un poco y delata cierto desconocimiento del material (cualquier fanático de Viernes 13 sabe que Jason realmente no murió ahogado), pero es algo que fácilmente se puede perdonar al ver como estos dos gigantes del cine de terror literalmente se arrancan la carne en una secuencia acrobática poco menos que genial. Es aquí también donde notamos otro de los elementos que diferencian a esta película de cualquier otra parte de la saga, y es que Ronny Yu asume la lucha entre Freddy y Jason como el enfrentamiento entre dos super-héroes de cómic, y aunque reconozco que no es el acercamiento que me hubiese gustado, en general está logrado de forma muy eficiente y conforma una secuencia que vale la pena.
Al final, sin embargo, dicha pelea no es suficiente para terminar de elevar a Freddy vs Jason. Quizás los quince años que separan el estreno de esta película de su concepción inicial hayan dañado sus auténticas posibilidades, pero ciertamente no es lo que esperaba. Pienso que con ella se perdió la oportunidad de hacer una película que nos remitiera al primer Jason y al primer Freddy, y no a sus banalizaciones cómicas. A pesar de que la pelea final cumple a la perfección con lo que se esperaba de ella, me parece que la historia acerca del por qué dicha lucha se lleva a cabo se la podrían haber currado un poco más. Esta película, en últimas instancias, pasará a la historia como la contenedora de una gran secuencia sumergida en una trama bastante insulsa y banal, incluso para los estándares de dos de las sagas más prolíficas del terror de los ochenta. Con todo y eso, en el momento de su estreno resultó todo un éxito taquillero, tanto que incluso se habló de la posibilidad de una segunda parte. Sin embargo, ahora que tanto Viernes 13 como Pesadilla en Elm Street han tenido sus respectivos remakes, dicha posibilidad se ha esfumado por completo.