Reseña: Christmas Bloody Christmas (2022)

Cerramos el especial de Navidad de este año con Christmas Bloody Christmas (2022), una nueva entrega del arquetipo de Papá Noel asesino que llegó justo antes de estas navidades. El esquema es algo que hemos visto muchas veces ya, casi siempre dejando mucho que desear; de hecho considero que probablemente no habría visto esta película si no hubiese estado dirigida por Joe Begos, el mismo de la excelente Bliss (2019) y la también muy destacable VFW (2019). Esta quizá no esté entre sus mejores obras hasta la fecha, pero tiene algunas cosas que la hacen merecedora de un puesto en las inevitables listas de horrores decembrinos que suelen caer por estas fechas.

En un intento de dar un ángulo novedoso a una historia ya muy manoseada, la película de Begos crea la premisa de un Papá Noel robot, un engendro mecánico creado como reclamo publicitario por una contratista de tecnología militar que cobra vida debido a un error informático y desata una masacre en un pequeño pueblo californiano, cebándose sobre todo con un par de empleados de una tienda de discos que deberán primero huir y luego enfrentarse a la criatura para pasar con vida la Nochebuena. El resultado de esta idea es una mezcla de influencias que bebe no solo de conocidos slashers como Silent Night, Deadly Night (1984) sino también de obras de ciencia-ficción como las muy conocidas Terminator (1984) y Hardware (1990), en las que todo el mundo inevitablemente terminará pensando.

En este sentido, y teniendo en cuenta la premisa principal, la película sí que es un pequeño fracaso porque a pesar de todos los esfuerzos por hacer del Papá Noel una amenaza, la sencillez de medios y presupuesto hizo que nunca me creyera ni por un segundo que se trataba de una máquina y no de un tipo muy grande (interpretado, por cierto, por Abraham Benrubi de la serie de Parker Lewis, alguien a quien ciertamente no esperaba ver aquí). Por eso creo que la idea, si bien atractiva, está un poco desperdiciada. Ese sería mi único problema real ya que en todo lo demás esto es un trabajo muy destacable, con un nivel de violencia y brutalidad desvergonzado pero también con todas las señas de autor de Begos: estética de neón, múltiples referencias a los ochenta, una heroína dura e incombustible, un humor sucio y macarra y unos diálogos entrañables. De hecho, toda la primera media hora de la película se va en largas conv conversaciones de los protagonistas sobre música, sexo y películas de terror que parecen haber salido de un Tarantino particularmente inspirado.

Christmas Bloody Christmas ha tenido una recepción un tanto desigual, quizá por tratarse de un director que suele generar ciertas expectativas. Una atractiva idea y premisa principal que se siente un poco desaprovechada debido a sus escasos medios y su negativa a despegarse de los lugares comunes del slasher decembrino. Con todo y eso debo decir que las constantes de su director me la hicieron muy agradable y en general me gustó mucho aunque quizá no por las razones que podría esperar alguien en busca de un clásico de terror navideño.

Reseña: Await Further Instructions (2018)

Siguiendo con el especial de Navidad llega esta pequeña muestra que de terror/sci-fi decembrino que pasó completamente por debajo de mi radar, cosa imperdonable porque contiene muchas de las cosas que me gustan de este tipo de historias. La británica Await Further Instructions (2018) fue además una película tristemente adelantada a su tiempo porque si bien las teclas que toca son cosas que siempre han estado en el imaginario colectivo, no sería sino hasta un par de años después cuando se volverían temas relevantes a nivel de actualidad, y probablemente habría sido vista de una manera muy distinta.

Esto queda claro ya desde el momento en que conocemos la premisa principal: en el día de Navidad, una familia disfuncional queda atrapada dentro de su casa por una misteriosa barrera física que bloquea todas las puertas y ventanas, y su única fuente de comunicación con el exterior son los mensajes que aparecen regularmente en la pantalla de su televisor. Nadie sabe exactamente qué es lo que ha pasado, la naturaleza de la barrera o quien está dando las órdenes, y el encierro poco a poco comienza a hacer más difícil la convivencia de un grupo que ya pasaba por tensiones y rencillas que van escalando a medida que la situación se prolonga.

La idea, como decía, es muy atractiva en sí misma y la naturaleza claramente fantástica de la historia le permite mantenerse en un ambiente de irrealidad y alegoría muy poco sutil. Pero a pesar de que varios de los giros argumentales son predecibles, el ambiente de paranoia y conflicto la hace muy apropiada como historia de terror de Navidad y la convierte en una versión extrema de la ya conocida visión de las fiestas como fuente de conflictos con la familia, algo que la película explota sobre todo resaltando las diferencias de clase entre sus miembros. Todo esto, ojo, en una cinta del 2018 que transmite una vibra muy distinta en un mundo post-Brexit y post-pandemia, no solo mediante su discurso de paranoia y desconfianza resuenan de forma distinta sino también por las reacciones de cada miembro de la familia plegándose por completo a la autoridad. Estas ideas fueron precisamente lo que me gustó más y lo que considero da pie a una discusión más interesante incluso de lo que sus creadores habían imaginado.

Digo esto porque estoy seguro de que en su momento esta película fue producida como un divertimento más al que mucha gente comparó de forma obvia con la serie Black Mirror (quizá por el hecho de ser británica), un simil que no me parece del todo acertado porque el enfoque no está puesto en la tecnología como antagonista sino en las propias limitaciones del ser humano y como este tiende muchas veces a abrazar la autoridad en medio de una situación límite. Por este motivo terminé pensando en cómo hubiese sido recibida hoy en día, lo que hace que merezca ser rescatada.

Reseña: To All a Goodnight (1980)

Abrimos la ya habitual tríada de reseñas de terror navideño viajando al pasado, en concreto al año 1980, para revisar To All a Good Night (1980), un ampliamente conocido ejemplo de slasher temprano que es famoso no tanto por la película en sí sino por haber anticipado muchos de los elementos recurrentes que este subgénero mostraría a lo largo de su edad de oro, que coincide con los primeros años de la década de su estreno. Por mi parte nunca la había visto y aunque no me pareció muy buena sí reconozco que en su contexto tiene algunas cosas valiosas que veríamos una y otra vez en películas mucho mejores.

Esta de la que hablamos hoy comienza con un grupo de chicas en una residencia universitaria que se quedan solas durante Navidad y aprovechan para meter a un grupo de chicos con los que pasar unos días de desenfreno, con la casualidad de que también parecen haber llamado la atención de un psicópata vestido de Papá Noel relacionado, por lo visto, con una trágica muerte ocurrida en la misma residencia varios años atrás. Este argumento, en muchos sentidos calcado de la película de Bob Clark Black Christmas (1974), es sin embargo solo el punto de partida: el verdadero foco de la cinta está en una continua muestra en gran parte gratuita de violencia y sexo con algunas escenas gore y un misterio bastante torpe en cuanto a la identidad del asesino.

El énfasis en el whodunit, el elenco juvenil y las elaboradas escenas de muerte son lo que conforma el principal interés histórico de la cinta al enlazarla no solo con la arriba citada película de Bob Clark sino también (como muchos habrán adivinado ya) con la Viernes 13 (1980) original, a la cual esta cinta se adelantó por varios meses y con la que tiene enormes paralelismos a pesar de que resulta muy inferior tanto en argumento como en actuaciones y efectos especiales. Los parecidos, eso sí, son innegables, sobre todo una vez que se revela la identidad del asesino y llega el clímax de confrontación con la final girl virginal. Estos parecidos son tan evidentes que no tengo ninguna duda de que la comparación entre ambas cintas ha sido lo que la ha mantenido con vida en el recuerdo colectivo de los aficionados al terror. Eso y su ambientación navideña, que siempre asegura un público.

Personalmente diría que es allí donde reside casi todo su atractivo: aparte de su acabado algo amateur, como película es menos divertida que sus contemporáneas, mucho más enfocada en la explotación visual de las chicas y su contenido erótico que en la violencia, y con un asesino mucho menos interesante. A manera de curiosidad he de destacar que el director de esta cinta, David Hess, es alguien que sonará a los seguidores del proto-slasher ya que es conocido por su trabajo de actor como villano en La última casa a la izquierda (1972). Dicha película, por cierto, fue producida por Sean S. Cunningham, el director de Viernes 13, así que la conexión entre ambas quizás no sea tan casual después de todo.

Reseña: Silent Night (2021)

Para cuando se publique esta entrada ya será Nochebuena, por lo que la ocasión es perfecta para la tercera entrada de nuestra trilogía de reseñas navideñas, además la última reseña del año y una de mis películas favoritas de este 2021 que se acaba. Silent Night (2021) ha sido, de hecho, una de las sorpresas de esta temporada y una de las raras ocasiones en que como espectador he podido acercarme a una película sin saber nada de antemano ya que para cuando la vi no había trailer ni cartel, ni siquiera una sinopsis. Es muy probable que ahora que se ha estrenado la gente tenga más información sobre de qué trata, pero esta sin duda es de esas a las que es mejor acudir en frío.

Esa premisa que al principio se mantuvo prácticamente en secreto es la de una familia británica que se reúne en Nochebuena para una cena de Navidad muy especial, aunque lo que hace única esta noche es algo que al principio no sabemos y que se revela en algún momento del metraje de forma muy natural pero consiguiendo que cambie toda la película y lo que antes parecía una reunión familiar con personajes de variable grado de tolerancia y desfachatez termina adquiriendo tintes cada vez más siniestros detrás de toda la emotividad decembrina que estamos acostumbrados a ver.

Lo que la directora Camille Griffin consigue aquí es una maravillosa comedia negra con una premisa muy jodida (una vez revelada) que sin embargo consigue momentos de auténtica ternura que te llegan al corazón cuando menos lo esperas. Todo esto con unas actuaciones increíbles (creo que es de las películas que he visto donde me gusta más Keira Knightley) y una trama muy interesante desarrollada principalmente a través de diálogos que te deja roto por dentro. Y sin embargo, es precisamente esa trama y ese tono lo que la hace tan apropiada no solo para Navidades sino concretamente para estas Navidades y lo que ello significa en el ánimo colectivo. Difícilmente se me ocurre una película más apropiada para terminar el año. Lamentablemente no puedo ser más específico ni explicar por qué esto es así o las influencias que oculta. Ni siquiera puedo clasificarla en un género específico porque solo eso ya destriparía detalles que considero mejor descubrir por uno mismo.

Una cosa curiosa que sí puedo decir es que durante su pase en festivales se desató una pequeña polémica por parte de algunos críticos que aseguraban que la película contenía una velada metáfora antivacunas, y aunque puedo entender la lógica que llevó a algunas personas a pensar así, dicha conclusión me parece por lo menos osada. De hecho la proyección que yo vi estuvo precedida por un mensaje de la propia directora desmintiendo esta intención y asegurando que era todo lo contrario. En todo caso, no sé cómo más hablar de ella sin decirles simplemente que vayan a verla aunque sea fuera de Navidad.

Reseña: Le calendrier (2021)

La segunda entrega de nuestro especial navideño de este año es esta producción franco-belga titulada Le calendrier (2021) o The Advent Calendar, como se le ha titulado en muchos otros países, incluyendo España. Se trata de una producción de terror de Navidad muy en la onda de otros trabajos ligeros pero también un poco más retorcida de lo habitual. No siempre funciona, pero al menos contiene una premisa atractiva y una que, al igual que la maravillosa Krampus (2015), echa mano de tradiciones culturales fácilmente reconocibles que (para variar) no están tomadas de la concepción americana de las fiestas, y eso ya es algo interesante.

Esta premisa a la que me refiero es la de una joven parapléjica que recibe como regalo un misterioso calendario de adviento artesanal que una amiga suya robó durante un viaje a Alemania y que, como no tarda en descubrir, concede deseos con cada día que pasa, deseos que por supuesto tienen una contraparte siniestra pero que prometen un «milagro de Navidad» si su dueña continúa el juego hasta el final, así como una terrible desgracia si no lo hace. Debo admitir de entrada que esta idea me gustó mucho y hace que las reacciones de la protagonista sean mucho más creíbles de lo que normalmente tendríamos en una película de este tipo, y si no terminó de funcionar conmigo es porque ese tono tan interesante que prometía se ve roto casi desde el principio.

Esto es así porque la película insiste en guardar un tono serio y solemne a pesar de que todo lo que ocurre desde el primer momento es completamente absurdo. En las pocas ocasiones en que abandona esta seriedad lo hace también de forma muy poco creíble despachando situaciones muy dramáticas de forma inexplicable (un intento de violación a la protagonista, por ejemplo, es algo que no parece tener consecuencias de ningún tipo más allá de aquello relacionado con el caldendario). Esta misma incosistencia se nota también en varias de sus decisiones estéticas con momentos que parecen a ratos una comedia o una muestra de terror festivo tipo Cuentos de la cripta mezclados con las apariciones de una criatura que parece salida de alguna de las entregas de Hellraiser (1987) y que rompe prácticamente desde el principio el misterio alrededor del objeto maldito.

No todo es malo, por supuesto: la actuación de la protagonista es muy buena y la película mantiene las truculencias varias que una contraparte hollywoodense probablemente no habría hecho, pero a pesar de su gran idea base y algunas diatribas morales interesantes ya cerca del final, me da la impresión de que sus responsables no supieron realmente qué hacer con su premisa y terminaron desaprovechándola un poco. De todas formas sí puedo decir que esta no es la única película de terror navideño que usa la figura del calendario de adviento, pero sí es la que mejor lo ha hecho de todas las que he visto.

Reseña: Christmas Evil (1980)

Nuestra tradicional tríada de reseñas navideñas comienza este año con una que tenía prometiendo desde hace mucho, la fundacional Christmas Evil (1980), uno de los mayores clásicos de terror de Navidad de la historia y mencionado a menudo como la película que inauguró el subgénero del Papá Noel asesino tal como lo conocemos. A pesar de que la tengo en gran estima, tenía años sin verla de nuevo y el recuperarla para este especial me ha servido para comprobar que gran parte de sus puntos fuertes continúan intactos, pero también es necesario aclarar algunas cosas sobre ella teniendo en cuenta que la idea de San Nicolás matando gente en las fiestas es algo que se ha extendido tanto que puede dar una idea errada de lo que esta película realmente es.

Mejor dicho, es importante tener en cuenta lo que esta película no es; pese a su premisa base de un hombre que pierde la fe en la Navidad y comienza a castigar de forma mortal a aquellos que no creen en ella, Christmas Evil (también conocida con el título Better Watch Out) no es un slasher. De hecho, si tuviera que encontrar un punto de comparación este sería más bien con la también muy recomendable Maniac (1980), de William Lustig, que casualmente se estrenó el mismo año y que también utilizaba el esquema del cine de asesinos para construir un proto-slasher desde el punto de vista del monstruo y su desmoronamiento mental, más que en los crímenes en sí. En el caso de esta película es aún más evidente ya que las primeras víctimas mortales del protagonista, Harry, no llegan hasta la mitad del metraje.

Mucho más interesantes es, me parece, la idea de cómo llega hasta allí, puesto que Harry es ante todo un alma traumatizada a quien se le despoja de su inocencia cuando siendo niño descubre el momento de sexo consensuado entre su madre y Papá Noel y más adelante, ya de adulto, ve como esas mismas fiestas cuyo espíritu ha dedicado su vida a proteger son arruinadas por el consumismo depredador y la hipocresía de quienes le rodean. Esto hace que la masacre que desata adquiera los tintes de una odisea justiciera, pero también consigue momentos altamente emotivos como la escena en la que reparte juguetes en un orfanato y aquella (mi favorita) en que unos niños defienden a Papá Noel de aquellos adultos que saben quién es.

Todo esto tiene como resultado una película que combina momentos de auténtico candor navideño con escenas de gran violencia, haciendo de este un trabajo mucho más transgresor que otras obras más superficiales como Silent Night, Deadly Night (1984), con la que erróneamente se le compara. Además tiene uno de los mejores y más delirates planos finales que he visto en muchos de estos ejemplos de terror navideño. Sin duda es una gran película y siempre es buena idea rescatarla gracias a la gente de Vinegar Syndrome, que sacó hace unos años una edición en Blu Ray remasterizada y de una calidad muy sobresaliente que hace que valga la pena más que nunca.

Reseña: Better Watch Out (2016)

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Una de las más recientes joyas del terror navideño cierra nuestra tríada de películas decembrinas. Better Watch Out (2016), conocida originalmente con el mucho más atractivo título Safe Neighborhood, es una magnífica pieza de invasión domiciliaria que consigue darle un interesante giro sorpresa a lo que quizás sea uno de los más manidos estereotipos de terror: la niñera en peligro. Lo hace además de una forma poco habitual en el cine mainstream americano, con un enfermizo y en ocasiones desagradable subtexto de violencia y un psicópata de fabricación propia que determinará en gran medida la opinión que se tenga de la película en sí.

Si no cuento más es porque la naturaleza de la amenaza que se cierne sobre la protagonista es algo que llega genuinamente de sorpresa, a menos que se haya visto el material promocional de la película, que ya se encargó de destriparlo. Así que os recomiendo no ver ningún trailer ni buscar imágenes de la cinta antes de verla ya que la llegada de este giro (que de todas maneras se da muy temprano) cambia por completo el tono de la historia y convierte lo que originalmente era una invasión domiciliaria de libro en un relato de terror en el que el verdadero monstruo parece ser la misoginia y el ansia de dominación de los hombres hacia las mujeres, una historia de psicopatía que como expectadores veíamos venir desde muy temprano pero no a este nivel, o al menos eso me pasó a mí.

Es también una película muy sencilla que transcurre toda en la misma casa con muy pocos personajes, por lo que el principal peso de está en las actuaciones. Curiosamente, entre el elenco principal se encuentra la misma pareja de niños protagonistas de La visita (2015), notablemente creciditos pese a que ambas cintas se rodaron apenas con un par de años de diferencia. Pero quien realmente se echa toda la cinta sobre sus hombros es el joven Levi Miller en el rol de uno de los críos, quien tiene sin duda el personaje más difícil. He leído muchas críticas negativas de su trabajo pero sinceramente creo que la mayoría está confundiendo su animosidad hacia el personaje con las capacidades actorales de quien lo interpreta, porque esa rabia que como público sientes hacia él es sin duda alguna intencional. La joven protagonista Olivia DeJonge hace también un muy buen trabajo, y siempre es un gusto ver cintas como esta en la que las chicas no son retratadas como víctimas sino que se enfrentan valientemente a su situación e intentan revertirla en todo momento.

Better Watch Out es una gran película de terror navideño y una que sin duda ha de ser revisitada en futuras fiestas. Comienza como algo muy ligero y mantiene ciertas dosis de humor a lo largo de su recorrido, pero de vez en cuando te sorprende con momentos y secuencias bastante perturbadoras. De nuevo, es mucho más sencilla de lo que parece, pero sabe jugar con las expectativas de un género muy manido y tiene un deje de crueldad que yo en lo particular tenía tiempo sin ver en el cine americano. Y por supuesto, como mirada terrorífica a la masculinidad tóxica me parece mucho mejor y más inteligente que algunas muestras recientes que han pasado por aquí.

Reseña: Anna y el Apocalipsis (2017)

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Para la segunda entrada de nuestra tríada navideña recupero una que no pude ver en el momento de su estreno, Anna y el Apocalipsis (2017), una producción británica (concretamente escocesa) que en aquel entonces se publicitó como una mezcla entre Shaun of the Dead (2004) y La La Land (2016), una comedia musical de terror con zombis de por medio y con la Navidad como ambientación principal. Como ha dicho ya gente más lista que yo, semejantes comparaciones pueden haber subido demasiado las expectativas y terminado haciéndole daño, porque lo cierto es que es mucho más sencilla de lo que parece y sus pretensiones no dan para tanto pese a que la película de Edgar Wright sí que está entre sus más que evidentes influencias, con incluso algunas escenas muy parecidas.

En realidad, y esto sí que es algo que me esperaba, se trata de una película dedicada a un público juvenil acerca de una chica de espíritu rebelde que equilibra sus miserias típicas de instituto con el alzamiento de los muertos y la necesidad de convertirse en heroína para rescatar a su padre. Y claro está, hay canciones de por medio. Tengo que aclarar aquí algo que muy probablemente he mencionado antes y es mi resistencia instintiva hacia los musicales; de todos los géneros cinematográficos, el musical es probablemente el único que encuentro genuinamente anacrónico, y por lo general tiendo a sentir un rechazo hacia ellos. No todos (una de mis películas favoritas de todos los tiempos es precisamente un musical), pero digamos que la idea de que los personajes de repente se pongan a cantar me ha parecido desde siempre tan ridícula que siento que de alguna forma tienen que justificármelo. Esto es un prejuicio mío, evidentemente, y no tiene nada que ver con la calidad de la película en sí.

Una de las formas en que dicha justificación suele darse es, por ejemplo, haciendo de la trama y los personajes algo relacionado con el mundo del teatro o de la música, una idea que ha sido usada en musicales de terror en el pasado y que pensé sería el caso aquí ya que parte del argumento involucra el montaje de un espectáculo escolar de Navidad, pero dicho elemento no pasa de ser una muy breve mención. Otra forma en que se podría hacer es dando mayor relevancia y tiempo de metraje a las canciones que a los diálogos hablados o al menos haciendo que la película empiece con una canción, pero nada de esto ocurre. De hecho, pese a que las canciones en su mayoría me han gustado y están muy bien producidas, algunas de ellas no parecen tener nada que ver con lo que está ocurriendo en pantalla, por lo que se sienten un tanto desconectadas del resto de la película. Además, las coreografías, el ritmo y el estilo de narración en general se me hicieron en ocasiones poco vistosos y con unas diferencias de tono que me echaron un poco para atrás, ya que ese ambiente de High School Musical convive en ocasiones con momentos sumamente oscuros como un plano en el que se ve a un zombi comiéndose a un bebé de un carrito.

Todo esto deja una sensación de que Anna y el Apocalipsis podría haber sido mucho más, quizás en otras manos o con un enfoque distinto que explotara sus posibilidades musicales o su ambiente festivo, el cual dicho sea de paso tampoco parece estar muy relacionado con la Navidad. Es una idea muy buena que podría haber dado más juego, pero al final termina siendo un entretenimiento inofensivo que tampoco consigue destacar tanto ni como musical ni como comedia zombi. Con todo y eso la he disfrutado, el elenco es muy simpático y no me cuesta nada reconocer que tengo una playlist con la banda sonora. Así que queda recomendada, pero ciertamente es mejor bajar un poco las expectativas antes de acercarse a ella.



[Recuerda que tienes hasta la medianoche del 26 de diciembre para votar en nuestra encuesta de lo mejor del 2019]

Reseña: Black Christmas (2019)

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Abrimos la tríada de reseñas navideñas de este año con Black Christmas (2019), tercera versión del clásico de Bob Clark de 1974 que ya había visto un remake del 2006 dirigido en aquella ocasión por Glen Morgan. Ahora, cuarenta y cinco años después del original, esta nueva adaptación cae en las manos de la directora Sophia Takal, quien además escribe un guión que reinventa por completo la película; estamos ante una nueva versión que no solamente no se parece en nada a las dos encarnaciones anteriores sino que tampoco tiene que ver nada con la Navidad. Por el contrario, Takal y su coguionista April Wolf construyen una alegoría marcadamente feminista muy alejada del protoslasher de Clark y más al estilo de otras muestras de horror con protagonistas femeninas como Satan’s School for Girls (1973), The Slumber Party Massacre (1982) y la versión original de The House on Sorority Row (1983), a la que me recordó muchísimo ya incluso desde sus primeros avances.

A decir verdad, este subtexto feminista del que hablo arriba es probablemente lo más interesante que la película tiene, algo que debe haber estado muy claro para sus realizadoras teniendo en cuenta lo destacado y explícito que está. Si bien es cierto que la Black Christmas (1974) original también hacía mención de temas políticos de su época, esta nueva versión lo subraya tanto que su trama termina yéndose de las manos. La cinta balancea una cantidad impresionante de temas, desde la crítica a los típicos roles de género, la cultura de la violación, el estereotipo del Macho Alfa universitario y la representación de la mujer en los estudios clásicos, así como la valoración de la sororidad por encima de todo y lo hace de una forma tan frontal y carente de sutileza que se convierte ya desde el principio en su principal muestra de identidad hasta el punto de hacerla parecer una parodia. Para que lo tengáis claro, imaginaos una de esas películas de propaganda cristiana pero sobre las principales causas del feminismo, con escenas y diálogos tan evidentes en su intención que, honestamente, se me hicieron imposibles de tomar en serio.

Por si fuera poco, la campaña publicitaria parecía haberla dañado de forma muy especial debido a un espantoso trailer que destripaba casi toda la película, aunque después de haberla visto me he dado cuenta de que no ha sido completamente así porque el misterio acerca de quién está matando a las universitarias y por qué es algo que se ve claramente en los primeros diez minutos, y además se nos aclara en más de una ocasión de forma literal: personajes explicando mediante diálogos lo que está ocurriendo, como si hubiesen considerado que el público no se enteraría de otra manera. Todo esto es algo que estaba dispuesto a pasar por alto sin problemas hasta que llega el tercer acto y la película toma un giro sorpresa (el único, por cierto, que no te contaban en el trailer) que cambia la naturaleza de la cinta por completo pero a partir del cual parecen haberse dado por vencidos, desembocando en una confrontación final con los villanos que parece más bien una sátira en lugar de una cinta de terror.

Creo que lo que más me ha decepcionado es que los primeros minutos prometían algo mucho mejor. Como decía arriba, el ángulo feminista de la película, aún con su inexistente sutileza y claro sermoneo, era al menos su punto más destacado e interesante, pero el acabado final es tan cutre y poco serio que termina dañando toda su promesa inicial. Además, la cinta es tremendamente light en su intento por alcanzar una clasificación de edad PG13, por lo que ni siquiera podemos argumentar un disfrute superficial de un slasher común y corriente. Me temo que esta será una de esas obras que algunos rechazarán por los motivos equivocados, despotricando de su explícito tono político en lugar de sus poco aprovechados recursos, su guión que raya en la autoparodia, y lo ilógico de muchas de sus salidas argumentales. De momento, y a juzgar por los comentarios que he leído sobre ella, es algo que por desgracia está pasando.



Puede que la de hoy no haya valido la pena, pero recuerda que todavía puedes votar aquí por tus favoritas de este año que se acaba.

Reseña: Cuento de Navidad (2006)

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Nuestra trilogía decembrina de este año cierra con una entrada que debería haber caído por aquí hace mucho tiempo, en los inicios mismos de este blog. El telefilme Cuento de Navidad (2006), sexta y última de aquellas Películas para no dormir que produjo Narciso Ibañez Serrador a mediados de los dos mil (y de las cuales todavía nos queda una por reseñar) es una que además ha crecido en mi recuerdo con el pasar de los años, y un nuevo visionado reciente me ha servido para darme cuenta no sólo de que estamos ante la que con toda seguridad es la mejor de su particular ciclo, sino también ante uno de los mejores trabajos del director Paco Plaza. Es una película que además engaña al público tentándole con la carnada de la nostalgia facilona de los ochenta para luego adoptar un tono y contexto oscuro y violento que poco tiene que ver con la Navidad pero que aún así no pierde en ningún momento su perspectiva infantil.

Esta perspectiva a la que me refiero es porque, como todos sabemos, la película está ambientada en un pueblo costero en la España de los ochenta y protagonizada por un grupo de niños que descubren en un agujero en medio del bosque a una ladrona de bancos vestida de Papá Noel, a la que torturan y maltratan para intentar localizar el dinero que ha robado. Esta premisa de la que parte todo es interesante no sólo por mostrar el siempre efectivo tabú de la crueldad infantil sino también porque representa un giro tremendo con unos chavales que en las primeras escenas constituían una referencia a los Goonies y al Equipo A y que terminan viviendo su propia aventura pero como villanos, todo de una forma muy grotesca y malsana pero también muy efectiva y por momentos genuinamente desagradable.

El tono infantil se mantiene también no sólo a través del ambiente desfasado de «veraneo» o la batería de referencias a los años ochenta que hay (sobre todo la secuencia inicial) sino en detalles estéticos como el hecho de que, salvo la ladrona, nunca vemos la cara de ningún personaje adulto, lo que mantiene a los niños de protagonistas. Y lo mejor de todo es que en ningún momento se siente condescendiente hacia los críos, ni siquiera durante el clímax de persecución, que es el único momento en que la película parece bajar la guardia en cuanto a su oscuridad a la hora de intercalar la violencia con momentos de humor hechos a costa de su antagonista y que se ven de repente truncados por un desenlace oscuro y siniestro que francamente no me esperaba y que le sienta de maravilla al relato.

El experimento de Ibáñez Serrador con Películas para no dormir no terminó lo que se dice demasiado bien ya que no tuvo continuidad ni ayudó particularmente a impulsar las carreras de los directores en él involucrados, pero ahora, doce años después de su estreno, Cuento de Navidad merece convertirse en un ejemplo de un relato de terror sencillo pero efectivo, y sobre todo un nuevo clásico navideño sumamente cruel que merece mucho la pena. Como propósito para el Nuevo Año prometo ponerme al día y reseñar el último de estos seis telefilmes que nos queda por visitar, así que si no los habéis visto ya tenéis algo que hacer.