Reseña: The Grudge (2020)

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Apenas veinte años tras su primera encarnación, la gente de Ghost House Pictures nos trae esta nueva versión de The Grudge (2020), su segundo remake americano y décimosegundo largometraje de una saga que se niega a morir (décimotercero en realidad sin contamos este). El anuncio de este remake fue algo que en su momento me tomó por sorpresa, porque no sé si en realidad alguien lo estaba pidiendo. Había sin embargo cierto entusiasmo por ella teniendo en cuenta que su director era Nicolas Pesce, el mismo de la muy celebrada Los ojos de mi madre (2016). Al final no sé qué tanta influencia haya tenido este cineasta ya que esta nueva versión no pasa de ser una película de terror muy convencional de nuestros tiempos, y a pesar de que tiene innegables aciertos, es poco lo que puede hacer para hacernos olvidar el recuerdo ya no de la original, sino incluso de su primera versión occidental del 2004.

A pesar de que en esta ocasión estamos hablando de un soft reboot (es decir, una cinta que pese a ser un remake busca tener también algo de continuidad con la saga original) la trama es básicamente la misma de todas las entregas anteriores: una maldición viral que gira alrededor de un horrible crimen y que se aferra a todos aquellos que ponen pie en la casa donde se perpetró el asesinato. La principal novedad es que en esta ocasión los personajes son todos americanos y la película transcurre por completo en los Estados Unidos. Todo lo demás resulta igual; de hecho, una de las mayores sorpresas positivas que me llevé es que la película mantiene el esquema narrativo de las originales al estructurar el argumento en varias tramas que se intercalan en desorden cronológico. Eso sí, no parece que se hayan fiado mucho de la inteligencia del público ya que la cinta te va guiando no sólo indicando mediante rótulos el año en el que transcurre cada historia (curiosamente entre 2004 y 2006 por algún motivo) sino también con ub marco narrativo que engloba todas las subtramas y lo deja todo bien atadito.

Curiosamente, no he leído casi comentarios acerca de otro de los aspectos que este remake consigue recuperar de la original y es el lado dramático; aparte de la historia de fantasmas, todos los personajes de esta película parecen estar afectados por una pérdida o una situación familiar muy jodida, lo cual puede parecer poca cosa pero tiene el efecto de hacer que como público nos identifiquemos con los personajes y terminemos sufriendo con ellos, algo que puede que no salve la película del todo pero que al menos le da ese tono deprimente y desesperanzador que la original japonesa tenía y que sus contrapartes americanas en mayor parte no supieron reproducir. En ese sentido está muy bien y pienso que consigue momentos y escenas rescatables, ciertamente mucho más que el muy superficial gore (excesivo e innecesario en muchos momentos), los sustos baratos y ciertos momentos de la trama poco creíbles.

Ese viene a ser el único problema que tengo en realidad con la película; no hay casi sorpresas, resulta muy predecible en todo momento y pese a que ciertos pasajes demuestran un oficio mayor de lo que podría esperarse, sigue siendo en el fondo una cinta de terror de las muchas que se estrenan en enero y que están destinadas por lo visto a cubrir una cuota. Me alegra que haya recuperado algunos elementos de la original que se habían perdido con sus numerosas encarnaciones (incluso en Japón) pero sigue teniendo muy poca personalidad. De hecho, la curiosa manera en la que transcurren los créditos finales es lo único que se sale de los convencionalismos del terror comercial y algo que la gente que acudió a mi pase comentó a la salida. No sé por qué, pero esperaba más, y pese a que no es la peor encarnación de The Grudge que hemos visto, dudo mucho que esto vaya a resucitar la saga.

Reseña: Ju-On: The Final Curse (2015)

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Llegados a este punto cada entrada en la que hablamos de The Grudge parece ser una autopsia en la que se intenta averiguar qué pasó no sólo con una de las sagas de terror favoritas de quien esto escribe sino también con el cine de terror nipón en general. Esta nueva entrega, tal como su título indica, viene a cerrar definitivamente (¿?) la historia de los fantasmas de Kayako y Toshio de una forma muy poco satisfactoria, y un rápido vistazo es suficiente para darse cuenta de qué fue lo que se perdió con esta re-interpretación, la cual deja mucho que desear y en cierto punto se encuentra en las antípodas de aquellos aciertos que funcionaron en las muchas versiones anteriores, incluyendo su remake americano, el cual por lo visto está a punto de estrenar una nueva encarnación.

Ju-on: The Final Curse (2015) es una continuación directa de Ju-on: The Beginning of the End (2014), hasta el punto de que podríamos hablar perfectamente de una única película partida en dos. No sólo la trama tiene una continuidad directa, con la hermana de la protagonista de la película anterior intentando averiguar el paradero de esta varios años después, sino que ambas guardan prácticamente el mismo estilo y unos recursos por lo demás idénticos. Esto quizás se deba a que ambas tienen el mismo director, Masayuki Ochiai, pero lo más probable es que hayan sido concebidas como dos mitades de una única trama, ya que hay un intento sincero de atar todos los hilos argumentales que la anterior había dejado.

El problema sigue siendo que todos esos hilos no eran lo que se dice muy interesantes, y esta segunda parte no trae realmente nada nuevo; tal como ocurría en su predecesora, The Final Curse utiliza su condición de remake encubierto para cambiar por completo la historia de The Grudge, introduciendo una trama de reencarnación que mantiene el carácter cíclico de su argumento, pero sin explorarla debidamente ni atreverse a soltar del todo sus influencias originales. Una cosa que destaca mucho es que en esta ocasión es Toshio y no Kayako quien ocupa el centro absoluto de la trama, pero la película aún así no se atreve a prescindir del fantasma vengativo de la madre a pesar de que no parece tener mucha relevancia más allá del reconocimiento del público y el efectismo puro y duro. Curiosamente, es Kayako quien protagoniza la que quizás sea la única escena que me pareció de verdad terrorífica, una secuencia en una estación de metro que destaca precisamente por una sutiliza que está por lo demás ausente durante todo el resto del metraje.

Por desgracia he perdido la fuente, pero hace un tiempo escuché a alguien decir que la decadencia del nuevo horror japonés vino con la pérdida de esa sutileza formal de sus primeros trabajos y la adopción, en cambio, de un formato hiperestilizado e hiperdramatizado proveniente del anime y que se convirtió en la norma tras el éxito de películas como Llamada perdida (2004) y similares. Es algo que tiene mucho sentido, y que aquí es incluso peor ya que el escaso presupuesto de la cinta y sus poco imaginativos recursos hacen que ni siquiera pueda estar a la altura de esas pretensiones. Estas dos nuevas entregas de The Grudge han sido sin duda alguna el punto más bajo de la saga, al menos de lo que he visto hasta ahora. Podéis pasar de ellas sin problemas.

 

Reseña: Ju-on: The Beginning of the End (2014)

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Ahora que el estreno de su segundo remake americano es inminente, el cuerpo me pedía dedicar tiempo a ver y reseñar aquellas partes de la saga original de Ju-on que no había tenido oportunidad de ver. La primera de estas reseñas está dedicada a Ju-on: The Beginning of the End (2014), séptima película japonesa de la saga que, pese a que se publicitó en su momento como una muy postergada tercera entrega del trabajo original de Shimizu, es en realidad un reinicio de la serie, un remake encubierto que cuenta la maldición de Toshio y Kayako desde el principio, homenajeando en gran medida a las entregas anteriores pero también haciendo grandes cambios a la historia que ya conocemos.

Aunque lo de «conocemos» es algo que hay que tomar con pinzas. Después de todo, los once años que separan esta película de sus antecesoras inmediatas (no contamos aquí los spin-off del 2009) me hacen pensar que muy probablemente esta cinta no haya sido realizada para el mismo público de las anteriores. Algunas constantes se mantienen, por supuesto, y el argumento base sigue siendo el mismo: historias contadas en desorden cronológico que giran alrededor de la maldición de una casa y sus fantasmas asesinos, quienes dan cuenta de todos aquellos que se atreven a poner pie en ella y cuyo maleficio se extiende como una plaga. Hasta ahí la película resultará tremendamente familiar, e incluso recicla algunas de sus secuencias y sustos más famosos de entregas anteriores.

Donde radica la principal diferencia es que The Beginning of the End intenta, no siempre de forma efectiva, revitalizar la saga alterando la trama de Toshio y Kayako y dando a la maldición un origen y justificación distintos a los que siempre había tenido, sugiriendo un argumento de posesiones y un doble crimen que estaba ausente en la película original, así como un subtexto de reencarnación que estaba insinuado en la saga de Shimizu pero que aquí está más que evidenciado no sólo a través de la historia de los fantasmas sino también mediante la imagen recurrente de una espiral a la que no se le da mucho juego pese a que parece ser algo importante. Lamentablemente todos estos temas estan apenas sugeridos y la cinta prefiere centrarse en una recreación muy superficial de momentos que funcionaron en entregas anteriores pero realizados esta vez de una forma más efectista que termina destruyendo el minimalismo que marcaba sus antecesoras.

Esto último es algo que se hace muy evidente a medida que la película avanza y se rinde al uso de unos efectos especiales de saldo y una puesta en escena mucho más frenética e intensa que por desgracia no se ve acompañada por un nivel de producción que le haga justicia; la película se ve tremendamente barata incluso para los estándares de un cineasta como Masayuki Ochiai, quien sustituye a Shimizu como director y que por desgracia no logra repetir la eficacia no ya de las antecesoras, sino incluso de su propio trabajo como la mucho más disfrutable Infection (2004). En cambio, esta nueva Ju-on cae en la trampa de intentar revivir el interés por la saga original mediante la nostalgia fácil pero sin ninguno de los sutiles elementos estéticos y estilísticos que le daban toda su fuerza. Incluso las pocas imágenes y secuencias interesantes que tiene me lo  parecieron únicamente porque me recordaron a las del 2003, las cuales hubiese preferido estar viendo en vez de esto.

 

Reseña: Ju-on: Black Ghost (2009)

Estrenada paralelamente a su gemela ya reseñada aquí, Ju-on: Black Ghost (2009) forma parte de la bilogía de cintas producidas para celebrar el décimo aniversario de la saga de The Grudge. Esta segunda parte del binomio, al igual que White Ghost (2009), está completamente desligada de la serie original y construye en cambio su propia historia siguiendo el estilo de la obra de Shimizu. En este caso, a pesar de que en cierta forma es una especie de precuela de su compañera (parte de la película tiene lugar en la misma casa), se trata de una historia completamente independiente que se puede ver por sí sola, con lo que realmente da igual el orden en que veáis las dos cintas.

Una cosa curiosa, y que muy probablemente sea su mayor marca de identidad, es que en esta ocasión el origen de la maldición viral que acosa a los personajes no tiene nada que ver con un crimen, lo que por otro lado representa una evidente ruptura con el argumento que habían presentado todas las encarnaciones anteriores de The Grudge. El estilo narrativo, sin embargo, se mantiene: pequeñas historias contadas en desorden cronológico alrededor de personas que mueren de forma terrible a manos de un fantasma vengativo. Sin embargo, en un alarde de originalidad poco habitual en esta saga, esta vez el componente estétido es distinto al mostrar el fantasma como una mujer completamente negra de la cabeza a los pies, una sombra viviente que parece estar vinculada a una niña que permanece en coma en un hospital y que va matando a todos aquellos que entran en contacto con ella, extendiendo así la maldición.

El aspecto estético, el argumento más elaborado y el carácter quizás más surrealista de las muertes me parecieeron aspectos bastante originales que, por lo menos ante mis ojos, terminaron encumbrando esta película por encima de White Ghost, a la que supera en prácticamente todo al mismo tiempo que se aleja de forma un tanto más arriesgada de aquellos preceptos que hacieron famosa la saga original. Por desgracia los mismos fallos siguen presentes, siendo el principal de ellos ese acabado tan barato que tiene su producción, acorde con los primeros trabajos de Shimizu pero que termina perjudicando muchas de las escenas de miedo, especialmente aquellas en las que se intenta hacer uso de efectos especiales para mostrar la apariencia oscura del fantasma, así como el desenlace de exorcismo en el que la cinta adopta un tono mucho más alejado de las sutilezas de entregas anteriores.

A pesar de todo esto, sigue siendo una película de terror muy efectiva con momentos muy buenos que sin duda caerán bien a aquellos seguidores de la saga y que la hacen algo más memorable que otras entregas menos inspiradas. Como nota final, quisiera destacar el hecho de que esta es, hasta la fecha, la única entrega de The Grudge escrita y dirigida por una mujer, la cineasta Mari Asato, que ha seguido trabajando en el género de terror desde entonces. Curiosamente, este es un hecho que nunca se mencionó en su momento a pesar de que la película tiene un énfasis en los personajes femeninos que no muestran otras entregas de la saga. En todo caso, este es otro detalle que la hace interesante y digna de echarle un vistazo.

 

Reseña: Ju-on: White Ghost (2009)

Quienes hayan seguido este blog desde sus inicias conocen de sobra mi confesa debilidad por la saga de The Grudge en todas sus (numerosas) encarnaciones, ya sea con los telefilmes originales, los largometrajes japoneses, su remake americano y un largo etcétera que sería demasiado para este espacio. Recientemente nos enteramos de que Hollywood prepara un nuevo remake (sí, otro) que comenzará la historia desde el principio, y que su director y guionista será Nicolas Pesce, cuya obra The Eyes of My Mother (2016) pasó recientemente por aquí. ¿Qué mejor excusa para volver a la saga original y terminar de echar un vistazo a las cinco películas que nos quedaban para completar la saga?

Lo cierto es que esta que tenemos hoy no se trata de una secuela, sino de la primera mitad de un curioso experimento que surgió en 2009 para celebrar los diez años de la saga: el propio Shimizu dejó esta vez las riendas de la dirección en otras manos y se limitó a producir dos cintas estrenadas en paralelo, al estilo y con los temas de Ju-on: The Grudge (2003) pero con argumentos completamente independientes, películas que homenajeaban la trayectoria de la saga pero que al mismo tiempo volvían a sus más modestos inicios. El primero de estos trabajos que tocaremos aquí es Ju-on: White Ghost (2009).

Si bien, como decíamos arriba, la historia es completamente distinta, todos los puntos importantes de la saga se mantienen: White Ghost trata también sobre una maldición viral ligada a una casa y que se va extendiendo sin piedad a todos aquellos que entran en contacto con ella. Al igual que sus predecesoras, está narrada en fragmentos autoconclusivos que se centran en distintos personajes, presentados en un orden no-lineal que obliga al espectador a ir armando la trama dentro de su cabeza. Esta, sin embargo, es muy sencilla y la escasa cantidad de diálogos hace que sea muy fácil de seguir. De todas formas, como siempre, el énfasis de la película se encuentra en las muertes surrealistas y en la magnífica atmósfera que consigue en unas escenas rodadas en plena luz del día y en espacios cotidianos. En este sentido está muy bien hecha y su homenaje a los aspectos más conocidos de la saga es sincero.

Lo único que podemos criticarle probablemente sea el hecho de que no es tan buena como las anteriores, principalmente porque es una película demasiado sencilla y poco ambiciosa: a pesar de que consigue algunas imágenes realmente inquietantes y hasta cierto punto originales, palidece en comparación con las primeras entregas de Shimizu y tanto la pobreza de sus medios como su escueta duración de una hora le dan una apariencia muy barata en ocasiones que se nota y que rebaja sus por otro lado innegables aciertos, pero incluso los más flamantes logros de este largo estaban presentes ya no en la original, sino en aquellos micrometrajes que el propio Shimizu rodó diez años atrás. La volvi a ver ahora, casi una década desde su estreno, para ver qué tal había envejecido, y aunque sigue siendo interesante y en ocasiones pavorosa, lo cierto es que se ha quedado un poco corta. A pesar de esto, aquellos que como yo sean seguidores de la saga tienen que verla, porque conserva al menos parte de aquello que hizo grande a sus antecesoras.

Reseña: Ju-on: The Curse 2 (2000)

Si bien las primeras partes de cada encarnación de la saga The Grudge tienden a parecerse mucho y tener varios elementos en común entre sí, las secuelas siempre han ido por libre, explorando cada una sus propios argumentos y llevando la historia de Toshio y Kayako a conclusiones bastante distintas. Este es el caso también de Ju-on: The Curse 2 (2000), secuela del telefilme original que dio inicio a la saga creada por Takashi Shimizu y que se estrenó el mismo año. Como su antecesora, esta segunda parte fue hecha para la televisión, pero debido a su éxito también gozó de un breve y limitado paso por los cines de su Japón natal, y con todo y las evidentes prisas para sacarla a la calle, es una muy digna continuación que gustará mucho incluso a aquellos que ya hayan pasado por todas las entregas cinematográficas.

Y es que a pesar del escaso tiempo entre las dos producciones, esta segunda parte resulta más ambiciosa que la anterior al aumentar las dosis de surrealismo presentes no sólo en Ju-on: The Curse (2000) sino también en la obra de Shimizu en general. La película nuevamente maneja varias líneas argumentales y está dividida en segmentos representados en las víctimas de la maldición: el agente inmobiliario que vende la casa, la psíquica de su hermana que le advierte de la presencia de los espíritus, la nueva familia que se muda a la residencia e incluso los policías que investigan la misteriosa desaparición de los anteriores inquilinos. Algunos de los elementos de estas historias serían tratados en encarnaciones posteriores, pero es en esta donde se aprecia una mayor creatividad no sólo en el apartado de las muertes de los personajes sino en las diferentes formas que tiene el horror de manifestarse en la cotidianidad. Impresionante resulta otra vez la capacidad de Shimizu para otorgarnos imágenes inolvidables aún contando con las limitaciones técnicas del vídeo y un recurrente uso de la luz natural.

Estos grandes aciertos a nivel de atmósfera y unos muy sencillos pero ingeniosos trucos de cámara usados por su director (como esa Kayako que se multiplica durante la persecución a una de sus víctimas) hacen que perdonemos algun que otro efecto especial sonrojante, que sin embargo no entorpece para nada nuestra apreciación de la película ni opaca los momentos en los que Shimizu inserta en el mundo moderno los arquetipos fantasmales japoneses del Yōkai y el Yūrei. De hecho, sólo se me ocurre un defecto que atribuirle a la película, y tiene que ver más con las prisas de su proceso de producción: Ju-on: The Curse 2 dura aproximadamente setenta y cinco minutos, de los cuales treinta son metraje reciclado de la película anterior. De no ser por este detalle, estaríamos hablando quizás de la mejor de las secuelas (o segundas partes) que conforman esta peculiar saga. Aún así, los cuarenta y cinco minutos de material original son lo suficientemente terroríficos para hacerla imprescindible para los seguidores de este par de iracundos fantasmas nipones.

 

Reseña: Ju-on: The Curse (2000)

Todo el que pasa por aquí conoce ampliamente mi parcialidad hacia la saga The Grudge, del japonés Takashi Shimizu. Sin embargo, y a pesar de que considero la primera entrega cinematográfica una de las mejores películas de terror orientales que nos han llegado, no fue sino hasta mucho después que pude ver los dos telefilmes originales que le dieron vida, aquellos en los que la historia de Toshio y su madre Kayako vio la luz por primera vez. El que nos ocupa hoy es el primero de esos telefilmes, estrenado hace ya casi una década y titulado Ju-on: The Curse (2000). A pesar de la popularidad de la saga, esta película no es fácil de localizar en Occidente (a menos no de forma oficial), y es una lástima porque este es uno de los productos televisivos que más me han impresionado en cuanto al género de terror, con todo y sus evidentes limitaciones, o quizás gracias a ellas.

La historia empieza de la misma forma que ya conocemos: un hombre asesina a su esposa y a su pequeño hijo y, poco después, los fantasmas de estos comienzan a acosar a todo aquel que ponga pie en la casa donde tuvieron su triste fin. La residencia en cuestión es la misma que en las otras películas, y el esquema es similar también, con la cinta dividida en segmentos narrados en desorden cronológico. El argumento, sin embargo, no es el mismo que en la cinta del 2003, en el sentido de que esta vez son otras las víctimas y otro el conflicto, que va intercambiándose entre el maestro de escuela de Toshio y una familia que se muda a la casa varios años más tarde. La trama con el maestro es muy importante porque ayuda a explicar el origen del crimen que dio inicio a la maldición. Dicho argumento está ausente en la película japonesa del 2003, pero sí sería reciclado hasta cierto punto en el personaje de Bill Pullman del remake americano del 2004.

El resto es bastante similar en cuanto a estilo, y resulta impresionante lo que logra Shimizu teniendo en cuenta los limitados recursos técnicos de la película. Incluso la mayoría de las escenas ocurren de día, algo diametralmente opuesto a lo que ocurre en las entregas cinematográficas. Muy a menudo vemos muertes surrealistas que ciertamente no son tan impactantes como las de sus contrapartes en cine, pero que ya contienen el germen de la saga en cuanto a la idea de que el fantasma puede venir de cualquier parte. El suspense creado por cada escena está muy logrado, y puede que esto sea una apreciación subjetiva, pero la película consigue su objetivo emocional de meter miedo incluso con cosas tan sencillas como planos de lugares solitarios o un aprovechamiento de los silencios francamente envidiable. La cinta incluso se permite un momento gore bastante desagradable que, por cierto, también fue incluído en el remake americano, pero que en esta resulta mucho más impactante.

De hecho, mi única queja hacia la película es de orden narrativo. Ya habíamos contado más arriba que la historia está narrada en desorden cronológico, pero Shimizu comete el error (en mi opinión al menos) de tomar el segmento más impactante (aquel que cierra el argumento enlazando con los orígenes de la maldición) y no colocarlo al final, optando más bien por seguir con un nuevo segmento a manera de epílogo destinado a dar continuidad a la obra a través de una posible segunda parte. El resultado es un anticlímax considerable que resta efectividad al conjunto. En todo lo demás, Ju-on: The Curse es una gran película, quizás no tan poderosa como su remake cinematográfico, pero sí mucho más contundente que la mayoría de los trabajos hechos para televisión. Para fieles seguidores de la saga resulta indispensable.

 

Reseña: The Grudge 3 (2009)

Séptima cinta de una de las más famosas sagas del fantaterror japonés actual, The Grudge 3 (2009) es la continuación de su vertiente americana, la primera de ellas sin contraparte japonesa, y la primera de la saga The Grudge que no está dirigida por su creador y máximo responsable, Takashi Shimizu. Se trata de una secuela directa a vídeo que continúa casi en el mismo punto en que terminó la segunda película de la saga americana (de hecho, es necesario haberla visto para poder entender de qué va toda la cosa), con la maldición de Toshio y Kayako cruzando el océano Pacífico y extendiéndose por un antiguo edificio de apartamentos en la ciudad americana de Chicago, algo que ya se exploraba en la entrega anterior y que aquí se convierte en el centro de la trama.

De entrada hay que decir que la película es mucho más básica y convencional que todas sus antecesoras, algo que se nota en el hecho de que es la única de la saga que está narrada de forma lineal, con todos sus eventos narrados en perfecto orden cronológico. Asimismo, la ausencia de su director original, que imprimía su particular estilo a un argumento que en el fondo no dejaba de ser extremadamente sencillo, se nota bastante, para desgracia del espectador. La película tiene una pinta bastante genérica, y al transcurrir prácticamente todo el metraje dentro del mismo escenario, tenemos constantemente la sensación de estar ante algo que hemos visto no seis, sino cientos de veces, incluyendo el mismo grupo de tontos incrédulos que llevan escrita sobre la frente su condición de pasto para los cabreados fantasmas nipones. Numerosas escenas, asimismo, no tienen el más mínimo sentido, y la trama constantemente está forzando su camino hacia más momentos de miedo que intentan emular las características más notables de las dos primeras entregas, pero de forma superficial y explotativa, para colmo con unos recursos bastante baratos entre los cuales no puede faltar gente que, de forma muy natural, se adentra en una habitación a oscuras únicamente porque escuchó un ruido extraño.

Otra cosa que me desagradó bastante al ver esta nueva secuela es que la estética es, incluso para los estándares del directo-a-DVD, demasiado plana y pobre, exageradamente artificial y por debajo en cuanto a calidad a todas las demás entregas, incluyendo los telefilmes japoneses originales. Esta artificialidad no sólo choca con la estética de las dos entregas anteriores sino que además deja bastante en evidencia graves carencias técnicas como el maquillaje de los fantasmas. En cuanto a estos, los nuevos actores que los interpretan no me convencieron para nada. La primera vez que vemos al nuevo Toshio, por ejemplo, parece que estamos viendo a un adolescente de al menos catorce años, y uno de los personajes ni siquiera parece extrañarse ante el hecho de estar viendo un niño azul (!). La dirección también se nota desganada en todo momento, y son numerosas las ocasiones en que nos damos cuenta de escenas con un gran potencial para el miedo que se desaprovechan por el simple hecho de usar un ángulo convencional y una luz genérica bastante habitual en la mayoría de estos productos.

Con todo y eso, lo más terrible que podemos decir de The Grudge 3 es que es una película tremendamente mediocre. Tampoco nos engañemos: si algo hemos aprendido en el último par de años es que estas secuelas tardías producidas para formato casero suelen ser baratas, carentes de todo tipo de inspiración o imaginación, y destinadas únicamente a ser trampas caza-bobos en las que el estudio reduce los costes de producción al mínimo para vampirizar el buen nombre de otra(s) cinta(s). The Grudge 3 no es el peor de estos sub-productos, pero sigue siendo parte del mismo pozo negro de mediocridad del cual sólo es rescatable, en la opinión del que esto escribe, el Wrong Turn 2 (2007) de Joe Lynch. Esta de la que hablamos ahora no. Una lástima.

 

Reseña: The Grudge 2 (2006)

Por sexta vez, el director japonés Takashi Shimizu aborda el tema de su saga de cabreados fantasmas nipones con The Grudge 2 (2006), última bastardización del japo-terror que lleva un par de semanas en cartelera. La insistencia de Shimizu en este tema hace tiempo que ha dejado de molestarme, no sólo porque soy un admirador irredento de esta película, sino porque he terminado de reconocer que no es algo que no hayamos visto antes (porque, siendo sinceros, ¿alguien puede decirme que las enésimas partes de Viernes 13 o Pesadilla en la calle Elm no eran, en el fondo, la misma película?). En todo caso, es de admitir que, por esta vez, Shimizu parece haber girado al menos un poco el volante, ya que esta película no es, ni mucho menos, un remake de Ju-On 2 (2003), sino una historia «nueva» que continúa la trama esbozada por The Grudge (2004) casi desde el momento en que esta termina.

Mucho más que la parte anterior, The Grudge 2 se guía por el esquema formal de presentar varias historias intercaladas en un desorden temporal, de la cual la más importante es la de Aubrey Davis (Amber Tablyn), quien viaja a Tokio para traer de vuelta a su hermana Karen (una Sarah Michelle Gellar retomando brevemente su papel de la primera parte), sólo para encontrarse de bruces con la leyenda de una de las casas más embrujadas de todo Japón, habitanda por los espíritus de Toshio y Kayako, irrefrenables en su sempiterna furia. Esta trama se entrelaza con la de un trío de chicas de instituto que cometen el error de poner pie dentro de la casa donde fueran asesinados estos espíritus vengadores, así como la historia de una familia americana (en Estados Unidos, no más) que poco a poco comienza a notar la presencia de una fuerza maligna que se apodera de su viejo edificio de apartamentos. Por medio de Aubrey, sin embargo, terminamos averiguando más sobre los orígenes de Kayako y la razón verdadera de la maldición que acosa a todos los que pongan pie en su antigua morada.

Si el que lee estas escuetas líneas es uno de esos que se sintieron fascinados con las encarnaciones anteriores de esta saga, entonces no hay desperdicio posible, ya que The Grudge 2 prácticamente agota las salidas más surrealistas al horror producido por sus fantasmas, incluso en las situaciones más inesperadas. La sensación de no estar salvo en ningún lugar y en ningún momento es llevada hasta el paroxismo, aunque es evidente que la fórmula empieza ya a agotarse después de haberlo visto tantas veces. Sin embargo, algo que jamás le he podido negar a Shimizu es la capacidad que para mí tiene de producir un terror puramente orgánico y sensorial, aún cuando su propuesta rompa todos los cánones de la lógica. Esto no me molesta, sino todo lo contrario, ya que el de terror es (para mí) un género de sensaciones, no de intelecto. Aunque claro, teniendo esto en cuenta, es lógico que esta sensación sea completamente subjetiva; si piensas que la imagen del niño abriendo la boca y maullando como un gato es cosa de risa, entonces simplemente no eres el público al que esta cinta está intentando llegar. Por mi parte, Shimizu las tiene ganadas conmigo no sólo gracias a esta saga, sino también con otras películas que por desgracia no han tenido tanta repercusión en nuestro lado del mundo, como Marebito (2004) o Reincarnation (2006), cuyo desconocimiento hace creer al espectador promedio que el director japonés es un perro de un solo truco.

Ciertamente, The Grudge 2 no está realizada con la maestría de su homónima japonesa, y no faltarán voces que se quejen de la evidente explotación que hace su director del tema, pero aún así pienso que no es una película que merezca pasar desapercibida. Tiene lo que su antecesora americana no tuvo: la valentía de despegarse del original, pero al mismo tiempo consigue lo que este ya nos había mostrado en su climático desenlance: la certeza ineludible de que el Mal que se ha desatado en aquella casa es indetenible e inexorable, y que la furia de Kayako no conoce límites ni fin. Si la ficción imita a la realidad, entonces estos fantasmas seguirán viniendo a por nosotros una y otra vez, y nunca podremos deshacernos de ellos. Si esto es una buena o una mala noticia, eso es algo que tendrá que decidir cada quien. Mi respuesta ya la conocen.

 

Reseña: Ju-On: The Grudge 2 (2003)

¿Se puede dar un caso en el que «más de lo mismo» sea algo bueno? Evidentemente sí, o al menos eso pienso después de haber visto Ju-On: The Grudge 2 (2003), con la que el director Takashi Shimizu básicamente continúa la historia con lo que parece ser el material sobrante de su ópera prima (¿se puede seguir llamando así después de que consideramos que en este momento está haciendo la sexta película de esta «saga»?). En todo caso, y aunque estoy de acuerdo con todo el mundo en que ya es hora de que el señor Shimizu haga las maletas y deje de sacar pasta de la gallina de los huevos de oro, tengo que reconocer que la segunda parte de la vida y milagros de Toshio y su cabreada madre me sigue aterrando como el primer día.

Ju-On: The Grudge 2 es una secuela con todas las de la ley, en el sentido en que la historia comienza exactamente donde terminó la primera, y sigue exactamente la misma estructura: una serie de «capítulos» desordenados cronológicamente, cada uno de ellos titulado con el nombre de la siguiente víctima de los fantasmas de aquella famosa casa, la cual, en un alarde de autoreferencialidad y plena consciencia por parte del director, pasa a formar parte de la trama de un reportaje de televisión que investiga las extrañas muertes ocurridas en torno a ella. No hace falta decir que todos aquellos hombres y mujeres involucrados en el programa y que cometen la osadía de poner un pie en aquella morada sufrirán las consecuencias de ser pasto para los apetitos de sus fantasmagóricos residentes.

Por todo esto se podría inferir que yo considero esta segunda parte como una mala película, cuando la verdad está muy lejos de serlo. Lo dije antes y lo diré otra vez: es increíble como esta película puede llegar a dar tanto miedo aún a sabiendas de lo que va a suceder. Esta constante se mantiene en la secuela, y salvo un personaje que aparece al principio (una mujer embarazada que no tarda en tener su propio encuentro con Toshio y Kayako), el destino de todos los personajes sigue siendo tan catárquico y tan «inútil» como siempre: el fantasma de los habitantes de la casa existe sólo para matar, aunque se agradece que en esta ocasión, el ansia asesina de Kayako tenga una finalidad más «trascendente» que la simple voluntad asesina, finalidad que se nos revela en los últimos minutos de la película y que por supuesto no revelaré aquí.

Lo que sí es cierto es que esta segunda parte sigue manteniendo su fuerza. Si se es uno de los que disfrutaron con el miedo causado por la primera película (que sigo considerando lo mejor que nos ha llegado del «terror oriental») entonces la segunda no puede decepcionar. Puede que no alcance los niveles de maestría de la primera ahora que la fórmula ha sido develada (no solamente por la anterior parte sino por sus innumerables imitaciones) pero no queda duda de que a la hora de mostrarnos el terror en estado puro y el Mal en su faceta más inexplicable, Kayako y su hijo Toshio siguen siendo dos de los personajes que menos me gustaría encontrar, y en últimas instancias, ninguna discusión sobre originalidad o innovación tiene sentido alguno cuando te enfrentas al recuerdo de esta película en la soledad de tu habitación, sumido en la oscuridad.