Reseña: Los chicos del maíz 3 (1995)

Tras el fracaso de la segunda entrega y su paso a Dimension Films, la saga de Los chicos del maíz comenzó una larga y prolífica vida en el formato doméstico que se inició con esta tercera entrega, la primera de muchas continuaciones que buscarían explotar la idea principal del relato de Stephen King una y otra vez. Sabiendo esto de entrada, lo cierto es que Los chicos del maíz 3 (1995) me sorprendió porque esconde algunas muy buenas ideas dañadas en parte por una ejecución mediocre y algunas decisiones algo cuestionables salpicadas por momentos de inusual atrevimiento que la hacen muy distinta de sus dos predecesoras.

El subtítulo original de «cosecha urbana» propone asimismo una idea curiosa que es la de llevar a los niños asesinos a la ciudad de Chicago, en concreto una pareja de hermanos del pueblo de Gatlin que son adoptados por una pareja pudiente, sin saber que uno de los chicos es el nuevo líder de la secta que trae consigo el conocimiento del Mal que asoló aquel pequeño pueblo y que se encargará de esparcir entre los chavales de un insituto religioso mientras su hermano mayor intenta por todos los medios detenerlo.

La idea de traer la trama a un entorno urbano me gustó porque recrea la maldición de Gatlin como algo parecido a una infección pero sin perder de vista el componente sobrenatural. Al igual que la película anterior, aquí se mezclan cosas en principio antagónicas como la relación entre el ente demoníaco detrás de la secta y el maíz como elemento de difusión del Mal, todo muy poco esbozado y vago y tratado de forma desigual por una película que parece olvidar sus propias reglas; el niño predicador/líder es realmente el único crío porque todos los demás son adolescentes ya mayores, lo que rompe con el aspecto más icónico de la saga. Entre estos jóvenes por cierto tenemos los inicios de futuras estrellas como Nicholas Brendon haciendo de «Jugador de baloncesto 1» y nada menos que Charlize Theron en su primera aparición en pantalla, esto como extra ya que ni siquiera sale en los créditos.

Lo cierto es que la idea base me gusta y el crío que pusieron como líder de la secta me pareció mejor que los anteriores a pesar de que considero que aborda su personaje como si la película fuese una comedia. Difícil no hacerlo porque muchas de las cosas que ocurren no tienen sentido alguno y en los últimos 15 minutos la cosa se desmadra a tal punto que parece una cinta de Troma, con un nivel de cutrerío que me dejó boquiabierto a pesar de que fácilmente se reconoce el estilo de los efectos especiales de Screaming Mad George. De todas formas una cosa me ha quedado clara y es que Dimension hizo esta película (y todas las demás secuelas) únicamente como una estratagema para retener los derechos del relato de Stephen King, tal como hicieron en su día con Hellraiser y otros ejemplos similares.

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