Reseña: Popcorn (1991)

Por el título y el cartel no lo dirías pero Popcorn (1991, también titulada Skinner en algunos países, no es simplemente una comedia de terror autoconsciente acerca de los lugares comunes del cine de género. Por el contrario, esta película producida por Bob Clark (quien para entonces deseaba distanciarse del horror puro y duro) es un slasher mucho más creativo e interesante de lo que parece, uno que funciona tanto como homenaje al cine serie B (y en particular a la obra de William Castle) como ejemplo de jovencitos perseguidos por un misterioso asesino en medio de un escenario poco habitual.

El escenario al que me refiero funciona tanto como locación como premisa central de la trama: un grupo de jóvenes miembros de un club audiovisual deciden recaurdar fondos alquilando un viejo cine a punto de ser demolido y organizando una maratón de películas de baja estopa llenas de trucos y gimmicks que compartir con el público, sin saber que en ese mismo lugar serán acosados por un asesino que parece estar relacionado con una antigua secta cuyo líder murió en extrañas circunstancias.

Aparte de la premisa, la película no solo muestra grandes ideas sino que se compromete con ellas mediante detalles que me parecieron geniales tales como un asesino que cambia de rostro (imposible no pensar en el Vincent Price de Los crímenes del museo de cera (1953), otra más que evidente inspiración), el empleo de la maquinaria de efectos especiales como arma para los asesinatos o, sobre todo, las tres falsas películas-dentro-de-la-película, mucho más elaboradas de lo que habría esperado hasta el punto de que se sienten como parte intrínseca del argumento y no simplemente como una coña fácil del guión. Gran parte de esto funciona, eso sí, el plano de las ideas, porque en la práctica la película es un tanto desastrosa y torpe, aunque a decir verdad muchas de sus carencias se explican una vez que lees un poco sobre ella y te enteras de cosas acerca de su muy accidentada producción: el rodaje en Jamaica, la lucha contra el SIDA de uno de sus actores o el conflicto entre Bob Clark y el director Alan Ormsby y que llevaron a que este fuera reemplazado, por no hablar de la la imprevista sustitución de su actriz principal en mitad del proyecto. Además sentí que su trama se movía de forma demasiado rápida y aparatosa pasando por encima de muchas de sus propias ideas.

Con todo sus defectos me parecen menores y lo cierto es que la encontré muy ingeniosa e imaginativa, con unas ideas excelentes que serían explotadas luego en otras películas similares que también celebrarían el mundo del cine como escenario del terror, la comedia o ambos. Por desgracia Popcorn fue un fracaso estrepitoso de taquilla en su momento pero ha encontrado un pequeño culto con el tiempo muy similar al de las cintas que parodia de forma tan inteligente. Muy recomendable sin duda y de esas que están llenas de grandes anécdotas acerca de su realización.

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