Reseña: Anna y el Apocalipsis (2017)

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Para la segunda entrada de nuestra tríada navideña recupero una que no pude ver en el momento de su estreno, Anna y el Apocalipsis (2017), una producción británica (concretamente escocesa) que en aquel entonces se publicitó como una mezcla entre Shaun of the Dead (2004) y La La Land (2016), una comedia musical de terror con zombis de por medio y con la Navidad como ambientación principal. Como ha dicho ya gente más lista que yo, semejantes comparaciones pueden haber subido demasiado las expectativas y terminado haciéndole daño, porque lo cierto es que es mucho más sencilla de lo que parece y sus pretensiones no dan para tanto pese a que la película de Edgar Wright sí que está entre sus más que evidentes influencias, con incluso algunas escenas muy parecidas.

En realidad, y esto sí que es algo que me esperaba, se trata de una película dedicada a un público juvenil acerca de una chica de espíritu rebelde que equilibra sus miserias típicas de instituto con el alzamiento de los muertos y la necesidad de convertirse en heroína para rescatar a su padre. Y claro está, hay canciones de por medio. Tengo que aclarar aquí algo que muy probablemente he mencionado antes y es mi resistencia instintiva hacia los musicales; de todos los géneros cinematográficos, el musical es probablemente el único que encuentro genuinamente anacrónico, y por lo general tiendo a sentir un rechazo hacia ellos. No todos (una de mis películas favoritas de todos los tiempos es precisamente un musical), pero digamos que la idea de que los personajes de repente se pongan a cantar me ha parecido desde siempre tan ridícula que siento que de alguna forma tienen que justificármelo. Esto es un prejuicio mío, evidentemente, y no tiene nada que ver con la calidad de la película en sí.

Una de las formas en que dicha justificación suele darse es, por ejemplo, haciendo de la trama y los personajes algo relacionado con el mundo del teatro o de la música, una idea que ha sido usada en musicales de terror en el pasado y que pensé sería el caso aquí ya que parte del argumento involucra el montaje de un espectáculo escolar de Navidad, pero dicho elemento no pasa de ser una muy breve mención. Otra forma en que se podría hacer es dando mayor relevancia y tiempo de metraje a las canciones que a los diálogos hablados o al menos haciendo que la película empiece con una canción, pero nada de esto ocurre. De hecho, pese a que las canciones en su mayoría me han gustado y están muy bien producidas, algunas de ellas no parecen tener nada que ver con lo que está ocurriendo en pantalla, por lo que se sienten un tanto desconectadas del resto de la película. Además, las coreografías, el ritmo y el estilo de narración en general se me hicieron en ocasiones poco vistosos y con unas diferencias de tono que me echaron un poco para atrás, ya que ese ambiente de High School Musical convive en ocasiones con momentos sumamente oscuros como un plano en el que se ve a un zombi comiéndose a un bebé de un carrito.

Todo esto deja una sensación de que Anna y el Apocalipsis podría haber sido mucho más, quizás en otras manos o con un enfoque distinto que explotara sus posibilidades musicales o su ambiente festivo, el cual dicho sea de paso tampoco parece estar muy relacionado con la Navidad. Es una idea muy buena que podría haber dado más juego, pero al final termina siendo un entretenimiento inofensivo que tampoco consigue destacar tanto ni como musical ni como comedia zombi. Con todo y eso la he disfrutado, el elenco es muy simpático y no me cuesta nada reconocer que tengo una playlist con la banda sonora. Así que queda recomendada, pero ciertamente es mejor bajar un poco las expectativas antes de acercarse a ella.



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Reseña: Zombieland: Double Tap (2019)

Woody Harrelson (Finalized);Jesse Eisenberg (Finalized);Emma Stone (Finalized);Luke Wilson (Finalized)

Tengo la certeza de que la opinión que se tenga de Zombieland: Double Tap (2019) dependerá en gran medida de qué te pareció la primera película. Aquella comedia de zombis estrenada ya hace una década ciertamente no necesitaba una secuela, y recuerdo que cuando esta finalmente se confirmó me llevé una sorpresa porque no creo que nadie la haya estado pidiendo. En esta segunda película hay sin duda alguna algo de esa convicción, ya que aunque en muchos sentidos no es más que una repetición de los mismos esquemas que funcionaron en aquel entonces (la película es, de hecho, una road movie al igual que su predecesora), también se atreve a hacer un comentario nada sutil sobre su propia condición de secuela tardía y lo tremendamente desconectados que están sus personajes con el mundo que los rodea.

Transcurridos diez años desde los eventos de la última película, los cuatro personajes protagonistas se encuentran viviendo en la Casa Blanca y asumiendo el Apocalipsis como una apacible cotidianidad. De hecho, una de las cosas más interesantes que tiene el argumento es ver cómo los vínculos entre los cuatro personajes se marcan desde el principio como los de una familia asentada en la rutina: Wichita y Columbus viven su relación de pareja con la familiar rutina de dos personas que llevan una década de convivencia, mientras que Little Rock ha crecido y se encuentra desesperada por obtener su independencia a la vez que Tallahassee la sigue viendo como una niña y a él mismo como una figura paterna. Es precisamente la huída de ambas mujeres del seno familiar lo que impulsa el argumento y convierte esta película en una nueva aventura a lo largo de la América devastada en la que se encuentran con otros personajes.

Fuera de esta mirada a los cambios que han sufrido sus protagonistas, no hay muchas novedades en esta segunda entrega, por no decir ninguna. El principal disfrute por lo tanto vendrá no por una premisa más que gastada sino por el trabajo de sus cuatro actores principales, el cual es ciertamente muy bueno y que demuestra cómo ha evolucionado la carrera de cada uno de los involucrados. A pesar de los diez años transcurridos desde entonces, cada uno de ellos parece dominar por completo su personaje hasta el punto en que gran parte de los diálogos parecen improvisados. En ocasiones me parece que se les va la mano (hay momentos en que me cuesta no ver a Emma Stone, por ejemplo, como una parodia de todos los personajes similares que ha hecho desde entonces), pero funciona, e incluso algunos de los nuevos personajes como la estereotípica rubia interpretada por Zoey Dutch guardan momentos entrañables y disponen de una energía propia que me mantuvo interesado todo el tiempo.

Por supuesto, no es un trabajo de lo que se pueda esperar mucho más; Zombieland: Double Tap es una película extremadamente sencilla en la que no sólo los zombis tienen menos protagonismo sino que encima el propio trailer era engañoso al sugerir giros en su argumento que finalmente terminan teniendo una mucho menor importancia, como por ejemplo esa nueva pareja de viajeros que parecen unos nuevos Columbus y Tallahassee, que parece que van a ser importantes pero que terminan siendo poco más que un cameo. También me pareció extraño que el personaje de Little Rock estuviese ausente durante casi toda la película a pesar de que aparecía como protagonista en todo el material publicitario. De todas formas, con todo y sus carencias y su medianía, me ha parecido una comedia de zombis muy entretenida cuyo principal pecado sea el no llevar a la saga a ningún territorio inexplorado sino conformarse con traernos a sus personajes una vez más. No puedo decir que me haya decepcionado ya que la primera nunca fue una gran película ni mucho menos, así que creo que más no se le puede pedir.

Reseña: Resident Evil: The Final Chapter (2016)

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Ahora que Capcom parece estarse tomando más en serio su propiedad intelectual, y siendo la llegada de un reboot algo inminente, es hora de terminar lo que debí haber hecho hace mucho tiempo y dedicarle unas líneas a Resident Evil: The Final Chapter (2016), sexta y última entrega de la saga que protagonizara Mila Jovovich y que Sony explotó sin ningún tipo de vergüenza durante más de una década. Es también una oportunidad inmensa para hacer un balance de la saga en su totalidad y rescatar lo que se pueda de ella.

Esto último viene a colación porque pese a no tengo problemas en admitir mi parcialidad hacia una saga que siempre consideré un placer culpable, sigo defendiendo la idea de que la primera entrega de Resident Evil (2002) fue una película bastante decente que puede que no haya guardado mucha fidelidad al material en el que se basa (algo que supuestamente la nueva saga sí hará) pero que al menos ofreció algo que en aquel momento no era tan común y que en cierta forma ayudó, junto con 28 días después (2003) y El amanecer de los muertos (2004), a traer de nuevo el género zombi a la pantalla. Esto es algo que las secuelas irían perdiendo para enfocarse más en la acción hiperbólica con la Jovovich de protagonista absoluta y que esta sexta y última entrega parece querer recuperar, al menos en parte.

Y lo cierto es que, tal como ocurría con Underworld: Blood Wars (2016), hablar del argumento no tiene sentido porque cada entrega de Resident Evil ignora de manera descarada su propia continuidad y reinicia la saga de nuevo con otro estilo diferente y referencias muy superficiales a las anteriores entregas. En ningún otro caso es eso tan evidente como en esta ya que todo aquel cliffhanger de la entrega anterior es completamente dejado de lado: el regreso del villano de la tercera entrega, el nuevo cambio de bando de Albert Wesker (quien recordemos había finalizado la película anterior forjando una frágil alianza con Alice) y la súbita reescritura del pasado tanto de la propia Alice como de la Reina Roja, me hicieron pensar por momentos que se había estrenado una entrega intermedia que por algún motivo no llegué nunca a ver. Tampoco es que importe mucho porque la trama es muy sencilla y las ambiciones de la película son muy básicas a pesar de que está clara su intención de hacer de este el verdadero capítulo final.

Lo que tenemos aquí en realidad es una entrega mucho menos extravagante que las dos anteriores, más sucia y con un mayor hincapié en el Apocalipsis zombi que la mayoría de sus antecesoras. Esto la hace un tanto más digna a mi parecer, y considero que resulta un acierto teniendo en cuenta que el desenlace de la película anterior auguruaba un tono hiper-épico que francamente dudo le hubiese sentado con tanta eficacia. A pesar de eso sigue teniendo los mismos problemas, y aunque comete el acierto de no introducir personajes importantes nuevos (algo que ningún desenlace debería hacer), sigue sin capturar la sencillez de la original para rendirse a un espectáculo vacío que apenas se sostiene gracias a mi absoluta parcialidad hacia Mila Jovovich y su particular estilo de acción. Con todo y eso sigue siendo una de las más disfrutables entregas de la saga, aunque sé muy bien que para muchos eso no será suficiente. Habrá que ver cómo lo hace el reboot ahora que esta ha llegado definitivamente a su fin.

Reseña: A Christmas Horror Story (2015)

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Para abrir nuestro especial de Navidad de este año no se me ocurre nada mejor que una película que, honestamente, debió haber sido mucho más exitosa de lo que fue en su momento. Esto lo digo porque la idea de la que parte A Christmas Horror Story (2015) es una que se veía venir desde hacía mucho tiempo y que misteriosamente no había sido explotada, al menos no desde el cine de terror mainstream. Dicha  idea a la que me refiero es la de una cinta de relatos basada exclusivamente en las fiestas decembrinas, algo que parece una consecuencia lógica ya que varias antologías anteriores como Cuentos de la cripta (1972) ya incluían entre sus segmentos historias ambientadas en la Navidad.

Una cosa que me gusta es que todos los relatos están más o menos parejos en cuanto a calidad, algo por lo general difícil de encontrar en este tipo de cintas. También todos están bastante unificados en cuanto a estilo a pesar de que en ella trabajan tres directores distintos: Grant Harvey, Steven Hoban y Brett Sullivan, nombres que también trabajaron en la trilogía de Ginger Snaps (2000), a la que hay varios guiños conscientes empezando por la mención del pueblo de Bailey Downs. La estructura también resulta de lo más curiosa ya que los cuatro episodios van contándose simultáneamente  entrelazados por un marco narrativo con William Shatner (evidenciando entre otras cosas el enfoque no-tan-serio de la película) y una historia de Papá Noel enfretándose en el polo norte a una epidemia zombi que constituye con toda seguridad el segmento más recordado y al que todo el mundo termina por hacer alguna referencia.

Todos estos detalles curiosos y las ocasionalmente efectivas ideas que muestra no son a pesar de todo suficientes para encumbrar A Christmas Horror  Story al nivel de otras antologías más destacadas. Es decir, por mucho empeño que le hayan puesto sus responsables no estamos hablando aquí de algo tan destacable como Trick ‘r Treat (2008), que resulta la comparación más obvia por la manera como los segmentos se van narrando de forma simultánea. Esta es, sin embargo, una película mucho menos ambiciosa que muchas veces sucumbe ante sus propios excesos y muestra quizás una confianza excesiva en su premisa al abandonarse a sus aspectos más superficiales y eludir algunos aspectos más inteligentes que asomaban en la manera como se cruzan algunas historias y que no están realmente explotadas salvo por la revelación final, que le da a todo el conjunto un tono mucho más oscuro de lo que parecía al principio.

Con todo, A Christmas Horror Story es una muy buena opción para dar inicio al maratón de películas de horror navideñas de este o de cualquier año. No es la mejor película de antología que podemos encontrar, pero la verdad es que no hay tantas que hayan utilizado esta premisa y sólo por eso (y por ver a Papá Noel luchando contra unos elfos zombi) vale la pena rebajar un poco nuestras expectativas. Sus responsables deben haberlo sabido ya que esta película tuvo una presencia muy tímida en cines y sólo vio alzarse su popularidad en formato doméstico. De hecho, y ya como curiosidad final, la película se vendió con una carátula alternativa titulada A Holiday Horror Story en algunos locales de Walmart en Estados Unidos, debido a la política de dicha empresa de no resaltar el carácter cristiano de la Navidad. Ahora que lo pienso, ese es un chiste que podría perfectamente haber sido incluido en la propia película.

 

Reseña: Maggie (2015)

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Y hablando de interesantes propuestas zombi, es raro que no haya reseñado Maggie (2015) hasta ahora ya que fue una película que en aquel entonces sonó mucho y que incluso yo vi más o menos en la misma época en que todo el mundo lo hizo. Lo que más recordaba, sin embargo, de este drama zombi protagonizado por Arnold Schwarzenegger era que, en su momento, se intentó vender en todas partes como una especie de película anti-Arnold (el término no es mío, pero es sin duda muy apropiado) en la cual el actor hacía uno de sus mejores trabajos dramáticos hasta la fecha. El énfasis en esta idea, según la cual Schwarzenegger puede actuar, me sorprende porque lo cierto es que Arnold es un actor muy eficiente que casi siempre ha sabido hacer un muy buen trabajo al elegir muy bien sus proyectos, y este no es una excepción.

A diferencia de la mayoría de las películas que tratan este tema, Maggie comienza después de que el apocalipsis zombi ha tenido lugar, cuando la humanidad apenas está comenzando a superar la devastación y recuperar terreno a los infectados. Pero también, y eso nos queda claro prácticamente desde el principio, la sociedad parece estar sumida en un estado totalitario en el que el miedo a la epidemia ha convertido a aquellos afectados por el virus en seres peligrosos con los que se debe lidiar rápida y certeramente. Es en medio de esta situación donde nos encontramos a nuestro protagonista, un hombre de familia que se ve obligado a despedirse de su hija una vez que esta empieza a mostrar señales de la infección y debe por lo tanto decidir entre encargarse él mismo de poner fin a su dolor o entregarla a los personeros del gobierno.

Esta premisa debería dejar claro a cualquiera que la película es en realidad un drama en el que los componentes de terror son muy contados. De hecho, y al igual que como pasaba en otras historias como Retornados (2013), hay muy pocas secuencias de violencia zombi y la tensión viene más bien por la posibilidad de que esta se pueda desatar en cualquier momento, sobre todo a medida que transcurre el metraje y la condición de Maggie (interpretada por Abigail Breslin, quien parece ser una figura recurrente en el cine de terror de los últimos años) va empeorando ante nuestros ojos. A decir verdad, mucho más terrible resulta el miedo a que esta sea arrancada de su padre en contra de su voluntad, una posibilidad que se asoma en más de una ocasión y que constituye un cerco que se va cerrando en torno al personaje de Schwarzenegger de una manera palpable y constante.

Y por supuesto, es la actuación de Arnold lo que más llama la atención. Sin entrar en si es un buen actor o no, esta es probablemente su actuación más comedida en muchos años, un personaje con una pesada carga de melancolía pero al mismo tiempo con una gran ira contenida que debe hacer frente a lo que a todas luces no es más que la historia de un padre que debe lidiar con la enfermedad mortal de su hija. Para mí al menos ha funcionado, y a pesar de que muchos la han considerado aburrida y un tanto tramposa al no dar lo que promete, me ha parecido que consigue momentos de gran belleza y emotividad. Probablemente el hype en torno a la inclusión de Schwarzenegger en el reparto haya jugado en su contra, pero no me parece que desmerezca para nada.

Reseña: Life After Beth (2014)

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Recordando que me gustó mucho en el momento de su estreno hace ya algunos años, recientemente volví a ver Life After Beth (2014) y comprobé, por fortuna, que sigue siendo no sólo una muy divertida comedia zombi sino también una que tiene varias lecturas más allá de sus logros más evidentes. A pesar de que no se salva de varios de los clichés de la típica comedia juvenil indie (algo en cierta forma resaltado por las escogencias en cuanto al elenco) se trata de un trabajo muy sólido que se sostiene muy bien y una película que pese a su premisa muestra unas dosis de ternura nada desdeñables que la hacen muy emotiva.

Esta premisa de la que hablo es la de un chico intentando superar la trágica muerte de su novia y que descubre poco después que esta ha vuelto de la tumba aunque ya no parezca la misma persona. Y es precisamente eso lo que Zach va descubriendo a lo largo de los días cuando el nuevo comportamiento de Beth revela que se está poco a poco convirtiendo en un zombi con el que tarde o temprano tendrá que lidiar. Esta trama pasa por terrenos ya conocidos al principio, desde los intentos iniciales por parte de Zach de negar aquello que está ocurriendo frente a sus ojos hasta sus esfuerzos por ocultar a los demás la transformación que se va apoderando de su chica.

Todo esto está tratado desde una perspectiva cómica, como ya comentaba arriba, pero al mismo tiempo es una comedia sentimental en el que los chistes no se hacen a costa de las muertes de otros personajes (como ocurriría quizás en una comedia más convencional) sino en la negativa por parte de Zach de admitir que su novia se está convirtiendo en un monstruo. Esto pone de manifiesto el tema principal de la película, uno que ya se intuía en el título pero que se termina de revelar a lo largo del argumento: la dificultad de decir adiós y la necesidad imperiosa de poner fin a una relación dañina. En este sentido es muy importante el hecho de que la película comienza con Beth ya muerta y sabemos muy poco de su relación anterior con Zach y la dinámica que se había formado entre los dos. Todas estas ideas desembocan en un final un tanto grotesco pero también hermoso y coherente con las ideas que la película ha manejad hasta entonces.

Life After Beth despertó opiniones encontradas en el momento de su estreno debido, según muchas, al estiramiento de una premisa que quizás no daba para un largometraje. Personalmente me encantó y se ha convertido en mi recuerdo como una de las comedias zombi que más he disfrutado en un buen tiempo. Es además un trabajo distinto que demuestra una vez más que el subgénero de muertos vivientes siempre logra encontrar una arista sin explorar por mucho que nos empeñemos a veces en lo contrario.

 

Reseña: Day of the Dead: Bloodline (2018)

undk3rltmyKpgeZlUeeInEwaoIxDemostrando hasta donde se puede llegar para mantener una máquina rodando nos llega esta nueva versión de El día de los muertos (1985), hasta donde sé sin título en España, y llegando casi de tapadillo a varias plataformas de streaming sin demasiados comentarios ni para bien ni para mal. Day of the Dead: Bloodline (2018) no es más que un nuevo intento por rentabilizar el nombre de la saga romeriana más allá de toda lógica o sentido de la dignidad, algo que no es la primera vez que se hace. A decir verdad, lo extremadamente modesto de sus medios, sumado a la escasa repercusión que ha tenido su estreno y el que este se haya dado exactamente diez años después del último remake (el cual valga decirlo también pasó sin más) es para mí la prueba definitiva de que esta película se hizo única y exclusivamente para mantener atados los derechos sobre la original de 1985. No me lo puedo explicar de otra manera.

Lo cierto es que esta co-producción bulgara no tiene absolutamente nada que ver a nivel argumental con El día de los muertos en ninguna de sus versiones anteriores, aunque debo decir que al menos guarda ciertas similitudes que hacen creer que sus responsables al menos sí se vieron la película de Romero para más que simplemente estampar su nombre en los créditos; su ambientación postapocalíptica, el escenario de un bunker militar y la rivalidad entre soldados y científicos son evidentes paralelismos con la original, por no hablar del zombi inteligente que es el centro absoluto de la trama. Esta vez, sin embargo, dicho personaje tiene incluso una historia previa con la protagonista, ya que se trata de un hombre que solía acosarla mientras estuvo vivo y que ahora, gracias a una inusual concentración de anticuerpos en su sangre, ha pasado a ser una especie de híbrido zombi/humano que resultará clave para encontrar una vacuna contra el virus de los no-muertos.

Es este personaje a decir verdad lo único más o menos destacable del argumento, algo que además da un absoluto aunque muy triste protagonismo al actor Johnathon Schaech, quien básicamente repite el mismo rol de silente depredador sexual que ya le vimos hacer hace un década en el remake de Prom Night (2008). Es una lástima que tengamos que verlo reducido a una película como esta ya que Schaech es con diferencia el único que hace un trabajo más o menos inspirado que destaca en medio de un elenco atroz lleno de unas actuaciones a nivel de cine porno, con una estética plana de televisión noventera y un diseño de producción increíblemente falso y cutre que hace imposible tomarse esta película en serio a pesar de que algunas de sus ideas son interesantes, como por ejemplo el conflicto que representa tener que mantener vivo al villano y monstruo principal si se quiere encontrar la cura para el virus.

Pero claro, todas estas ideas son cosas que mucho me temo estaban destinadas a un guión que nada tenía que ver con la película de Romero y que terminó siendo reciclado para una producción mercenaria y barata hecha con el solo propósito de mantener el control intelectual sobre una película que merece permanecer en nuestro recuerdo y que ya no es necesario adaptar más puesto que su sombra prevalece en la mayor parte (por no decir todo) el cine zombi de hoy en día. Day of the Dead: Bloodline, por el contrario, es supérflua, aburrida y no se me ocurre motivo alguno para recomendarla.

Reseña: Cargo (2017)

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Demostrando nuevamente que el subgénero zombi sigue más vivo que nunca nos llega esta interesante producción australiana que utiliza el apocalipsis para hablar no tanto de los muertos reanimados sino del desmoronamiento de la sociedad. Además lo hace en términos muy específicos, puesto que precisamente el ángulo más atractivo de Cargo (2017) es que en ella sus directores Ben Howling y Yolanda Ramke (que básicamente adaptan en formato largo su propio cortometraje del 2013) hablan del colapso de la civilización del hombre blanco y de cómo la epidemia que ha devastado el mundo provoca una especie de vuelta a los orígenes. Son ideas que se van descubriendo de forma progresiva a lo largo de la película pero están ahí, disfrazadas bajo la fachada de un hombre que viaja con su bebé a través de la estepa australiana persiguiendo la elusiva promesa de un lugar seguro.

Uno de los elementos más importantes en este sentido es la decisión de tener un protagonista británico, blanco y de ciudad, alguien absolutamente foráneo y que se nos presenta desde el principio como alguien de buenas intenciones pero torpe y poco preparado ante un desafío que le supera. Precisamente por eso se hace doblemente acertada la elección de Martin Freeman en el papel principal al tratarse de un actor que consigue ese equilibrio perfecto entre la incompetencia y el favoritismo del público ya que desde el principio el espectador se identifica con él y desea que llegue exitoso a su destino a pesar de que sabemos que la fatalidad se cierne sobre su cabeza: uno de los aspectos más terribles del argumento es la propia infección que acecha por todas partes y que constituye un peligro tanto como esa naturaleza salvaje a la que el protagonista debe enfrentarse.

Además de todo esto, ha sido precisamente en el tema de los zombis/infectados donde la película ha alcanzado ciertas dosis de originalidad por medio de curiosidades en un principio estéticas, no sólo en la apariencia enferma y desagradable de los zombis sino en su rechazo a la luz que les lleva incluso a enterrar su cabeza en la arena, lo que consigue algunas imágenes interesantes. Pero lo mejor de todo quizás sea, como mencionábamos arriba y como han señalado muchas reseñas antes de esta, la inclusión del componente aborigen en la trama que lanza un muy incómodo pero pertinente subtexto de vuelta al origen y restitución del orden pre-colonial como contraparte a una sociedad que no ha podido salvar a sus ciudadanos y que de hecho se ha rendido, como demuestran los «kits de suicidio» que el protagonista va encontrándose.

Con el tiempo veremos si Cargo se hace un hueco en el catálogo de películas memorables del subgénero zombi, ya que es posible que su muy lento y poco artificioso desarrollo no cale tanto con el estilo que han generalizado este tipo de historias, pero personalmente me ha encantado y pienso que su ambientación y los temas que toca me han mostrado ángulos nuevos para explorar en el cine de muertos vivientes. Este es, como siempre, un modesto pero importante acierto que hay que señalar en cada oportunidad que se tenga.

 

 

 

Reseña: The Cured (2017)

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Una vez mencionábamos que en el panorama de cine de terror hay varias constantes que se repiten cada año, y una de ellas es la por lo visto necesaria entrada del subgénero zombi, del cual muchas veces suele haber más de un ejemplo. Uno de los más interesantes de tiempos recientes, para mí al menos, es The Cured (2017), una producción irlandesa estrenada comercialmente a principios de este año que no pertenece a la variante de muertos vivientes sino de infectados, pero que consigue emplear su premisa de una forma bastante inteligente y con un claro discurso político que la aleja de sus contemporáneas más explícitas.

De forma muy similar a la hispano-canadiense Retornados (2013), esta película tiene lugar después del apocalipsis zombi, cuando los científicos del gobierno han conseguido una cura para el virus que convertía a la gente en asesinos irracionales. No todo, sin embargo, es positivo: la historia sigue el día a día de un joven rehabilitado que no sólo debe lidiar con lo que hizo durante su tiempo entre los infectados (todos ellos recuerdan con claridad lo que hicieron bajo la influencia del virus) sino que debe enfrentarse tanto a una sociedad que le recrimina su pasado como a un gobierno que recela de él y los suyos manteniéndoles aislados y monitoreados hasta convertirlos en ciudadanos de segunda en medio de un férreo control militar que ha terminado por excluirles de la sociedad a pesar de que como curados son inmunes al virus. Pese a su ambientación contemporánea, la película se siente casi como una distopía futurista, y el ambiente de tensión que muestra mediante su aparente calma social se percibe como algo muy real y cercano.

Parte de lo que crea esta cercanía reside precisamente en su ambientación; al estar situada en Dublín, la premisa y trama de The Cured muestra unos más que evidentes paralelismos con la historia reciente de Irlanda y las secuelas de su conflicto político con el IRA, así como con la idea de la nada sencilla reinserción en la sociedad de aquellos con un pasado violento. Por si esto no estuviese lo suficientemente subrayado, la cinta reitera esta idea también en el plano doméstico al retratar el conflicto de su protagonista con su cuñada, interpretada por Ellen Page quien en los últimos años ha venido apareciendo en varias películas de horror. Pero no todo forma parte de este discurso: a pesar de que el argumento se mueve de forma bastante lenta y con un peso particular en el drama, las escenas de violencia zombi son muy efectivas y la tensión por aquello que está por ocurrir (y que inevitablemente termina por estallar al convertirse los antiguos infectados en una nueva raza de parias) se hace realmente insoportable.

Al principio pensé que The Cured no me gustaría creyendo que repetiría la misma idea de Retornados, pero por el contrario me he topado con una cinta muy inteligente que maneja muy bien sus recursos. Ambientación, estilo y contenido la asemejan también a otros trabajos del cine de infectados de años anteriores, hasta el punto en que perfectamente podríamos estar hablando aquí de aquella soñada 28 meses después que nunca llegamos a ver. Si es que hasta el título le habría venido como anillo al dedo. Muy recomendable, sin duda alguna.

Reseña: What We Become (2015)

Ahora que lo zombi se ha vuelto casi un género propio, es normal que cada año tengamos uno o dos ejemplos que logran causar cierto revuelto, y aunque parezca mentira no todos son parodias. Lo bueno de esto es que a veces se cuela algún que otro trabajo que vale la pena mencionar. Eso es lo que sucede con What We Become (2015), un eficiente relato de muertos vivientes que llega desde Dinamarca y que parece tener claro qué es lo que ha funcionado en este tipo de historias, y aunque no es lo que se dice muy original y no parece hacer grandes esfuerzos por abrir terrenos inexplorados, resultó mucho mejor de lo que esperaba en su momento.

La película tiene lugar en un pequeño pueblo danés de Sorgenfri (que también pone el poco sugerente título de la cinta en su idioma original), un apacible lugar de clase media-alta donde una familia se ve de repente asediada por una epidemia zombi que los recluye en sus casas. Sin embargo, y tal como se evidencia en imágenes como la que adorna estas líneas, su situación empeora cuando el ejército acordona su otrora idílico suburbio y decide contener la infección a como de lugar, y a medida que los muertos vivientes se van multiplicando, pronto queda claro que las fuerzas del orden son otro enemigo a vencer si nuestros protagonistas desean escapar con vida.

Lo más interesante de este argumento es que la subtrama militar evidencia las intenciones de una película que sigue no sólo los pasos de El amanecer de los muertos (1978) sino también de otra famosa cinta de George Romero: The Crazies (1973), en la que el verdadero peligro no son los cadáveres reanimados sino los personeros de un gobierno que no duda en sacrificar a sus ciudadanos con tal de mantener el orden. Este discurso anti-establishment es de hecho algo que está muy resaltado en el argumento, ya que desde el principio la película pinta un retrato nada positivo de esta familia de burgueses acomodados que ilusoriamente han decidido poner toda su confianza en la supuesta bondad de un gobierno protector que no tarda en volverse dictatorial una vez que las cosas se ponen difíciles. Es muy interesante en este sentido la imagen que del padre de la familia como un buenista disoluto que se muestra absolutamente incapaz de proteger a su familia cuando es necesario y cuyas convicciones éticas van poco a poco viniéndose abajo. La cinta en cambio pone todo el enfoque positivo en el personaje de su hijo rebelde, quien parece tener las cosas mucho más claras.

Este discurso de cuestionamiento de la autoridad, especialmente enmarcado en una sociedad que desde siempre se ha mostrado como el ejemplo de un gobierno bien llevado, es a mi juicio lo más interesante de What We Become, ya que el resto es algo bastante típico que se ha convertido en prácticamente el estándar desde que lo zombi terminó de explotar gracias a series como The Walking Dead. Aquí de hecho vemos los mismos giros argumentales y los mismos elementos de este tipo de ficción, sólo que para variar está bien hecho y por fortuna no llega nunca a convertirse en parodia de sí mismo o en una burda película de acción. Es una película muy eficaz y bien llevada, y si eres de los que gusta del subgénero de muertos vivientes deberías por lo menos darle una oportunidad.