Reseña: REC 4: Apocalipsis (2014)

Iniciando el año con una que tenía pendiente desde hace ya mucho tiempo: REC 4: Apocalipsis (2014) es la entrega final de la que probablemente sea una de las sagas más populares del cine de terror español de los últimos tiempos. De entrada saben todos los que se pasan por aquí que la primera REC (2007), dirigida por el duo Jaume Balagueró/Paco Plaza es además una de mis cintas de horror favoritas, y un proyecto muy exitoso que salió prácticamente de la nada. La segunda entrega, REC 2 (2009) fue muy similar en cuanto a estilo y como secuela debo decir que funcionó bastante bien. REC 3: Génesis (2012) rompió con la tradición no sólo abandonando el formato de metraje hallado de las dos entregas anteriores sino además separando a la pareja de directores de sus predecesoras (sólo Paco Plaza dirigió en aquella ocasión) y al mismo tiempo haciendo de su película una precuela y dándole un muy agradecido toque de comedia que la convirtió en una rareza muy destacable. Para esta cuarta cinta, dirigida esta vez por Balagueró en solitario, el regreso de su protagonista Ángela Vidal prometía una vuelta al horror de la original, un cierre de la historia que había quedado abierta en la segunda entrega y un tono épico que se intuía por la palabra Apocalipsis en el título.

Al final nada de eso ha parecido tener mucha importancia, y lo cierto es que más allá del retraso de una secuela que (honestamente) llega a destiempo, REC 4 ha terminado por ser una gran decepción muy alejada de todas las especulaciones que me había hecho sobre ella. Pero es una decepción no porque Balagueró haya decidido no darnos una continuación de la trama de posesiones diabólicas que ya perfilaba en la segunda REC y abordar en cambio una historia distinta, sino porque el resultado es una cinta tremendamente convencional que desprecia prácticamente todo el legado de sus antecesoras y construye en cambio un remedo barato de una peli de zombis en un barco, con sus personajes en un muy predecible estado de sitio y un tratamiento cutre de sus posibilidades al rendirse a una superficial película de acción en alta mar. Es básicamente una producción de The Asylum rodada en España, perezosa y casi en piloto automático hasta su final.

Mientras la veía lo único que conseguía preguntarme era qué intención existía realmente al hacer esta película, si había alguien que efectivamente quería abordar esta secuela tal como lo han hecho. Después de todo, la segunda entrega ya dejaba asomar en su final un conflicto muy específico que se auguraba como algo grande, con el demonio habitante de la niña Medeiros escapando a la ciudad y Ángela Vidal convertida en villana. Nada de eso ocurre aquí: por el contrario el argumento vuelve en cierto modo a la casilla uno al situar la acción en el espacio reducido de un barco en alta mar. Aparte de eso, el guión hace grandes piruetas para (inexplicablemente) volver a hacer de Manuela Velasco la heroína a pesar de que se pasa gran parte del metraje sin hacer nada y es sólo en los últimos minutos cuando su personaje toma realmente la iniciativa de algo. Por supuesto el formato de metraje hallado y la perspectiva cámara en mano ha sido completamente abandonada en favor de una estructura de película de acción muy básica y sobre todo muy predecible, con giros narrativos imposibles y varias escenas que buscan emular cintas mucho mejores, desde La cosa (1982) de John Carpenter hasta la propia REC original.

En realidad el problema de la cinta se resume muy fácilmente: lo que prometía ser una gran franquicia se ha cerrado con su entrega más convencional, con un nivel de calidad muy inferior a todas sus predecesoras, y hasta el punto de que muy probablemente estemos hablando también del trabajo más pobre en la carrera de Jaume Balagueró, cuyo estilo no encuentro aquí por ningún lado. El abandono de los elementos más interesantes de la saga y la rendición a un género fácil y a una historia simplona con efectos especiales baratos y acción confusa es algo que sólo me puedo explicar si considero que esta fue una secuela que llegó demasiado tarde cuando el interés por la saga ya había decaído. Es una lástima porque había un gran potencial que se ha dejado perder aparentemente sin motivo alguno.

 

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Reseña: La cueva (2014)

A manera de anécdota debo contar que vi La cueva (2014) durante el verano pasado en el Berlin Fantasy Filmfest, bajo el mucho más pomposo título In Darkness We Fall. Supongo que este título se debe al hecho de que ya existe una cinta de terror anglosajona del 2005 titulada The Cave y no querían prestarse a confusiones. El caso es que entré sin saber nada de ella, y mi sorpresa fue mayúscula porque la terminé disfrutando mucho a pesar de que en términos generales no creo que vayamos a recordarla de aquí a un tiempo. De todas formas, tampoco creo que las intenciones detrás de ella hayan estado muy alejadas de esto porque tengo la sensación de estar principalmente ante un intento por parte de la productora Filmax de repetir el éxito conseguido años atrás con REC (2007); aquí se repiten varios de los mismos elementos que funcionaron aquella vez, desde el formato de metraje hallado, la cámara en mano en medio de la oscuridad y una situación genuinamente angustiosa de un grupo de amigos de excursión en Formentera que se pierden en una laberíntica caverna y van sucumbiendo a la desesperación cuando el hambre, la sed y el miedo comienzan a apoderarse de ellos.

Todo esto conforma un arsenal de terror bastante básico, hay que admitirlo, pero que por una vez parece funcionar. Es una suerte porque la verdad es que no hay prácticamente nada de originalidad en esta película: ya desde prácticamente el principio quedan muy bien establecidas las distintas personalidades de cada uno de los miembros del grupo, así como la existencia de una capa conflictiva que subyace debajo de lo que a primera vista parece ser una gran amistad, y no sólo eso sino que incluso el menos avispado del público podrá anticipar ya desde los primeros minutos cuál será el papel que desempeñará cada uno de estos personajes una vez que llegue la situación límite en la que se encuentran. En fin, todo muy obvio y prácticamente sin ninguna sorpresa, puesto que incluso el final se puede fácilmente intuir.

Lo que sí es verdad que no pude anticipar fue el uso tan eficiente que la película da a su muy limitado repertorio. Tal como mencionábamos arriba, aquí no hay monstruos ni enemigos de ninguna clase, sino que son los propios personajes los que dan rienda suelta al horror una vez que su relación se resquebraja y comienzan a ser dominados por su desgracia. El recurso de la cámara en mano es un tanto barato y no siempre está justificado más allá de la funcionalidad que tiene para el propio espectador (básicamente la creación de una perspectiva subjetiva que te mete de lleno en la película), pero el gran acierto que tiene, uno del que además puede jactarse ante otras historias de cavernas que hemos reseñado en el pasado, es en su uso de locaciones reales. No solamente estamos hablando de que rodaron en una cueva de verdad, sino que incluso el hecho de que los personajes en ningún momento puedan ponerse completamente de pie ayuda a crear un clima de angustia impresionante que hizo que lo pasara muy mal. No exagero: por un momento llegué a sentirme físicamente mal y estuve a punto de salirme de la sala hasta que el interés por el argumento me retuvo, así que aquellos que sufran de algo de claustrofobia ya quedan advertidos.

Esta sensación visceral es probablemente lo más destacable de La cueva, ya que como decíamos no estamos ante un trabajo muy original o que vaya a marcar una pauta en el cine de terror actual, ni siquiera dentro de este formato tan de moda como el del docu-terror. Sin embargo, teniendo en cuenta mis (justificados) prejuicios ante el uso del metraje hallado como recurso, el que haya encontrado una cinta de estas características como algo rescatable no es algo que se vea todos los días.

 

Reseña: Retornados (2013)

Habría que reconocer el inmenso mérito de Retornados (2013) tan sólo en el hecho de haber conseguido algo nada fácil hoy en día: sacar un ángulo novedoso al muy manido tema de lo zombi. Y efectivamente, es la idea base de la que parte una de las cosas más interesantes de esta producción hispano-canadiense que llegó a mi ciudad luego de haber pasado por varios festivales. Es curioso, sin embargo, que no haya escuchado hablar más de ella durante su paso por España (ni siquiera sé si se llegó a estrenar comercialmente) porque, insisto, me ha gustado mucho y pienso que da mucho juego en una época en la que el cine de muertos vivientes se ha uniformizado aún más de lo habitual.

Su premisa tiene lugar precisamente años después del Apocalipsis Zombi, cuando la humanidad se ha salvado gracias no sólo a la erradicación de los muertos vivientes, sino al descubrimiento de una droga capaz de mantener a raya la transformación en aquellos víctimas que están todavía en la fase inicial después de haber sido infectados. Pero la droga tiene un inconveniente, y es que debe ser inyectada periódicamente para detener el virus, por lo que nos encontramos ante una sociedad en la que una parte importante de la población es una bomba de relojería. Estos habitantes, conocidos en todas partes como los «retornados», se convierten así en seres temidos por todos y señalados por el gobierno, lo que por supuesto no pintará bien cuando llegue la inevitable crisis producto de la escasez de la milagrosa cura.

La ambientación de sci-fi realista y la mezcla de elementos de horror con una obvia metáfora social empareja a esta película con otras obras que ya hemos reseñado aquí como Daybreakers (2009) o The Purge (2013), aunque Retornados es quizás mucho menos explícita al tener lugar después de la crisis que da inicio a la trama y manejarse por el contrario bajo la amenaza de que dicha situación de horror pueda regresar. Este detalle es muy significativo porque estamos ante una de las pocas muestras de cine zombi en el que dichos cadáveres ambulantes brillan por su ausencia; de hecho, quitando el prólogo, en toda la película sólo hay una escena de violencia zombi, mientras que todo el resto del metraje no hace sino resaltar que el verdadero peligro reside no en los infectados sino en el miedo que poco a poco domina a la sociedad cuando la escasez y la amenaza del Otro se hacen presentes.

Esto último tiene también una interesante consecuencia y es que ninguno de los personajes se libra de momentos de ambigüedad moral; una de las cosas que la película explota (y muy bien) es hasta dónde somos capaces de llegar por proteger aquello que amamos incluso a costa de actos moralmente reprochables. Son estas ideas y la forma inteligente y honesta en la que maneja su premisa lo mejor que tiene y el motivo de que me haya gustado tanto, ya que del resto es una película muy sencilla en cuanto a estética y desarrollo. Con todo y eso, muy recomendable.

 

Reseña: La sombra prohibida (2011)

La herencia Valdemar (2010), y su secuela La sombra prohibida (2011), forman realmente una sola película dividida en dos partes, y forman también una de las mayores oportunidades perdidas que he visto en ese fantástico mainstream hispano que desde ya hace un tiempo he venido siguiendo. Esta probablemente sea una de las reseñas más banales que haya hecho jamás, puesto que el único motivo para haber revisado esta secuela tres años después es el completismo más absoluto. Había quedado muy desencantado con la primera parte, así que vi esta segunda sólo por curiosidad y me ha parecido aún peor que la primera. Su caos argumental y lo vergonzoso de algunos momentos e imágenes sólo pueden explicarse por su voluntad de querer corregir de forma apresurada los errores de la primera entrega, hasta el punto de ignorar casi todo lo que predecesora había establecido.

Tanto es así, que al final todo el argumento ubicado en el pasado en el que Valdemar trae un demonio del inframundo (con todo y su revelación final y su historia de amor trágico) termina teniendo un peso mucho menor de lo que podía esperarse y no es para nada el centro de la historia. De hecho, esta segunda parte toma el camino opuesto a la primera al estar ambientada en su mayoría en el presente, con una investigación sobre un hermético culto de místicos y la presencia, por supuesto, del famoso Necronomicón lovecraftiano que aquí tiene un papel principal. Aquellos que hayan visto el trailer seguramente recordarán además la presencia del propio Cthulhu, un gigantesco monstruo CGI que se convierte en la principal atracción del atropellado clímax de la película.

Por desgracia esto es todo lo que se puede decir del argumento porque no hay mucho más que sacar. En su afán de ir desechando aquello que el público rechazó en la primera parte (incluyendo esa trama amorosa que parecía ser el centro del argumento), la película muestra una estructura anti-narrativa sin pies ni cabeza. No es ese el único cambio que se ha hecho para peor, puesto que un detalle en apariencia insignificante revela cómo a veces no hay que hacer caso a nuestros prejuicios; así como en la primera parte teníamos la aparición de Aleister Crowley como personaje, en La sombra prohibida aparece nada menos que  el propio H.P. Lovecraft, incorporado a la trama de forma un tanto gratuita, he de decir. Recordaréis que en la primera entrega comentábamos lo extraño que nos parecía escuchar al famoso ocultista Crowley hablando en un perfecto castellano. Pues bien, alguien parece haber escuchado, puesto que el Lovecraft de esta secuela aparece hablando en español con un muy marcado acento anglosajón, lo cual lejos de mejorar su interpretación lo hace parecer aún más ridículo y da a sus escenas un extraño aire de comedia involuntaria que no le sienta nada bien.

Tras ver La sombra prohibida me reafirmo una vez más en dos idea que me venían a la mente tanto en aquel entonces como ahora: que esta descalabrada historia parece más bien el resultado de rodar una larga partida de rol de inspiración lovecraftiana, y que el dilatado tiempo transcurrido entre el estreno de la primera parte y el de su continuación se debió no tanto a la fría recepción que tuvo La sombra Valdemar (que también) sino a la necesidad de retocar un sinfín de detalles que intentaron desandar el camino de su antecesora aún a costa de la coherencia interna del relato. Una pena porque al final lo que más ha trascendido de la película ha sido por un lado su forma de financiación privada (en unos tiempos en los que el apoyo institucional al cine recibía críticas por todos lados) y por otro el aluvión de reseñas negativas que le cayeron encima y que llevaron al director a pronunciarse públicamente. En resumen, este costoso experimento ha terminado por ser una terrible película a la que no encuentro cómo recomendar.

 

Reseña: Mamá (2013)

Uno de los estrenos principales del horror comercial de este año, la co-producción española Mamá (2013) tiene el problema que (para mí al menos) suelen hacer frustrantes casi todas las películas de terror producidas por Guillermo del Toro, y es que al final nunca terminan de ser totalmente películas de terror. Al igual que como ocurre en otras de sus producciones como El orfanato (2007) o Splice (2009), o incluso en aquellas que él mismo ha dirigido como Cronos (1993) o El espinazo del Diablo (2000), en Mamá hay un claro elemento de fantasía oscura y toque de cuento de hadas que la aleja de los preceptos del cine de miedo. Lo bueno es que dicha tendencia la ayuda a tener su propio imaginario y a conseguir interesantes logros estéticos, pero esto mismo puede terminar alejando a aquellos que, como yo por desgracia, buscan algo más dado al horror sobrenatural y que ya se prometía en el trailer.

Por supuesto, es sabido por todos que esta película está basada en un cortometraje de terror que el propio director y guionista Andrés Muschietti realizó hace unos años. El atractivo del corto original es principalmente estético y de ambientación, por lo que es de esperarse que el argumento de la película no tenga realmente mucho que ver, y se vaya más bien por los lados de un hombre que tras cinco años de frenética búsqueda encuentra a sus sobrinas en una cabaña abandonada en el bosque. Las niñas, reducidas a poco más que animales en el tiempo que han estado apartadas de la civilización, se van a vivir con su tío a una casa de acogida y poco tardamos en descubrir que han traído consigo a «Mamá», un ente sobrenatural que al parecer es quien cuidaba de ellas en el bosque. La naturaleza de este ente y la forma de deshacerse de él es de lo que en el fondo va la película.

Como ya decíamos antes, el tono de cuento de hadas infantil está muy bien conseguido, y de hecho la película comienza de forma inmejorable, con grandes aciertos estéticos y dos de los críos más inquietantes que he visto en mucho tiempo (mención especial para la más pequeña de las niñas y la forma cómo se resuelve el hecho de no haber aprendido a caminar correctamente). En este sentido es de agradecer que el argumento, a diferencia de la mayor parte de este tipo de cine, no se centre en la figura paterna sino en el drama personal de la novia del prota (una Jessica Chastain que sale muy guapa aquí, debo decir) que se ve obligada a cuidar de las crías debido a la ausencia del personaje del tío en gran parte del metraje. De hecho se podría decir que es ella la que acaba cobrando el papel protagónico y la que termina en cierta forma de impulsar adelante la inevitable trama de investigación que suele surgir en una historia de estas características. Todo este trozo inicial está muy bien hecho, con algunos sustos muy buenos cuanto más sutiles, y con algunas instancias de terror que hacen pasar por alto varios de los lugares comunes que suelen poblar estas producciones.

Lo malo es que precisamente a medida que avanza, la película va dejando atrás esa sutileza que tan bien funcionaba. Es así como del ambiente malsano dado por la amenaza no vista de la «madre» pasamos a la presencia cada vez mayor de un monstruo realizado por ordenador que va perdiendo su carácter grotesco para convertirse en una caricatura a medida que lo van mostrando cada vez más. Esto es lo que termina por empujar la película de lleno en el terreno de la fantasía hasta llegar a un clímax final que hará tirar la toalla a aquellos que busquen una película de terror. A pesar de que me parecen interesantes algunos de los innegables logros de Muschietti en esta cinta, la pérdida del componente de miedo y el apresurado y atropellado desenlace destruyen gran parte de su propuesta inicial. Pero sobre todo decepciona el hecho de que con todo y su atrevimiento estético, Mamá termine rindiéndose a una convencional historia de fantasmas vengativos a la que únicamente se ha añadido el twist de cuento de hadas típico por otra parte de su productor Guillermo del Toro. A pesar de eso, es una película curiosa, pero poco más.

 

Reseña: REC 3: Génesis (2012)

Si os pasó como a mí, en un principio habréis puesto pocas esperanzas en REC 3: Génesis (2012). De entrada el título prometía en principio una precuela que no se me antojaba muy interesante que se diga, y si bien me encanta la primera parte y considero la segunda incluso buena, no pensé que hubiese forma de seguir explotando el argumento más allá. Luego llegó un trailer que me hizo cambiar de parecer, y la película ha terminado de confirmar lo errado de mi recelo inicial. La verdad es que esta tercera entrega dirigida en solitario por Paco Plaza es una excelente película que logra salir airosa tras romper con gran parte de las señas de identidad que hicieron famosas a sus dos antecesoras. Probablemente sea también la mejor película que ha dirigido Plaza hasta la fecha, cosa que tiene mérito ya que estamos ante una historia bastante sencilla que transcurre no antes ni después sino paralelamente a las otras dos entregas, específicamente en una boda en la que se desata la epidemia de los zombis/endemoniados. Aún así, las referencias a las entregas anteriores son muy escasas, tanto que casi se podría afirmar que no hace falta haberlas visto para disfrutarlos.

El alejamiento no se da únicamente en el plano argumental sino también en cuanto al estilo; uno de los mayores aciertos de la película es la decisión por parte de sus responsables de abandonar el formato de metraje hallado en favor de la perspectiva tradicional, un cambio que se da de forma muy ingeniosa tras los primeros veinte minutos. Es una lástima que lo hayan revelado en los trailers y en todo el material publicitario, ya que hubiese quedado muy bien como sorpresa, aunque imagino que gran parte del público que ha tenido la película no hubiese ido a verla si no hubiese sabido que se abandonaba el estilo de cámara en mano de las anteriores.

Estamos también ante una película mucho más autoconsciente y clásica en cuanto a sus referencias, ya que en varias ocasiones parece abrazar los ineludibles ejemplos de los que la saga bebe, con escenas que remiten a The Evil Dead (1981), Demons (1985), Braindead (1992) y un largo etcétera. De estas toma no solamente los excesos sanguinolentos sino también los toques de humor, algunos de ellos brillantes, aderezados con una historia de amor en el centro de todo. El tema del humor es importante porque está perfectamente incorporado a la película y nunca se siente forzado ni puesto a costa de la dignidad de aquello que estamos viendo. Por el contrario, REC 3 muestra una genuina reverencia al género zombi que no desaparece ni siquiera en las escenas cómicas, eso aparte del acierto de la actriz protagonista.

Así que échenle un vistazo a REC 3 si es que no lo han hecho ya. Incluso aquellos que salieron decepcionados con la segunda entrega pueden encontrarle virtudes a esta gracias a la escasa referencia que hace a sus antecesoras. Ahora sólo falta ver como se las arregla Jaume Balagueró con la cuarta y (de momento) última entrega: Apocalipsis. Visto lo que hay aquí, me va a costar la espera. Desde ya entre lo más destacable de este año.

 

Reseña: Mientras duermes (2011)

En la que fácilmente podría ser considerada su mejor película hasta la fecha (al menos en solitario), el director Jaume Balagueró consigue con Mientras duermes (2011) zafarse de todas sus limitaciones anteriores y construir no tanto una historia de terror al uso como más bien un excelente thriller que ahonda en la idea del Mal absoluto e inexplicable, un tema que el director ya había asomado en su primer largometraje, Los sin nombre (1999), pero que aquí está sin duda mucho mejor llevado a cabo. Es esta una película, asimismo, que abandona gran parte de la estética filogótica de los trabajos anteriores de Balagueró (extensibles además a gran parte del resto de producciones del padrino de Filmax, Julio Fernández) y abraza por el contrario una estética realista y cotidiana de los viejos edificios de apartamentos del Eixample de Barcelona, algo que el director ya había explotado, evidentemente, en REC (2007).

Pero en esta ocasión el trato que se da a la historia es otro; la ambientación Barcelonesa es únicamente una excusa para construir una atmósfera inseparable del personaje principal, impecablemente interpretado por ese titán llamado Luis Tosar en lo que es sin duda otra actuación memorable. Su personaje es un conserje de comunidad con un gran vacío existencial y una incapacidad patológica para ser feliz, un genio del mal que sólo consigue satisfacción causando la miseria de los demás y que desarrolla una enfermiza obsesión con una joven vecina a la que hará el objetivo de un plan tan siniestro como elaborado. Es sin duda Tosar una de las mejores cosas de la película y razón por sí sola para verla, pero por otro lado no hay que desdeñar el efectivo trabajo de guión de Alberto Marini, un habitual de Filmax que ya se había encargado de otros trabajos como Romasanta (2004) o Para entrar a vivir (2006), esta última también con Balagueró y también ambientada en los horrores residenciales.

Las influenias del thriller polanskiano son evidentes, con referencias nada veladas a obras como Repulsión (1965) o El quimérico inquilino (1976), pero sería un error destacar únicamente este factor referencial y no el trabajo de Balagueró en construir escenas de tensión realmente admirables como una angustiosa fuga de un apartamento o toda esa gloriosa secuencia final que consigue precisamente aquello en lo que Los sin nombre, al menos en mi opinión, fracasaba, y es adentrar al público en la idea del Mal absoluto e injustificable.

Debido a mi actual posición geográfica me perdí en su momento Mientras duermes cuando salió en cines y ahora tras haberla visto me doy cuenta de mi error y me decepciona aún más si cabe el hecho de que fuese completamente ignorada en la última edición de los premios Goya. Vosotros que leéis esto todavía estáis a tiempo. Evidentemente este es uno de los casos en los que el término de «cine de terror» está un poco estirado, pero cualquier duda desaparece una vez que termina esta película. Si Balagueró conseguirá mantener este nivel con el estreno este año (esperemos) de la cuarta parte de REC es algo que todavía está por verse. Yo personalmente creo que sí.

Reseña: Los ojos de Julia (2010)

En caso de que os la hayáis perdido, Los ojos de Julia (2010) fue una de las principales apuestas del terror mainstream español el año pasado, la nueva producción de Guillermo del Toro con Belén Rueda como protagonista, esquema que viene directamente del éxito comercial de El orfanato (2007). Con todo y sus carencias, esta película me parece mucho más interesante que la anteriormente mencionada cinta de Bayona, al menos desde la perspectiva de alguien que gusta del cine de terror. Es también una obra hecha en gran medida para el lucimiento de su protagonista, quien aparece prácticamente en todas las escenas y quien lleva el ritmo del argumento en todo sentido, labor nada fácil de la cual la actriz sale bastante bien parada en su rol de una mujer que poco a poco se está quedando ciega y que busca desesperadamente aclarar el misterio de la muerte de su hermana gemela, cuyo supuesto suicidio se nota cada vez más sospechoso.

La trama detectivesca representa un gran cambio en estas producciones fanta-terroríficas de Del Toro al abandonar por completo el ángulo sobrenatural y dejar entrever las ganas del director y co-guionista Guillem Morales de emular las estructuras y momentos del thriller clásicos con inquívocas referencias a cintas como El fotógrafo del pánico (1960), Sola en la oscuridad (1967) o incluso El silencio de los corderos (1991), guiños que por otro lado son muy evidentes y han sido señalados más de una vez. Sin embargo, en la representación del asesino hay también cierta continuidad temática con otra película de Guillem Morales titulada El habitante incierto (2004), especialmente en lo que se refiere a la figura del «hombre invisible». Es de hecho la dirección de Morales una de las cosas que salva a la película, que en ocasines se hace demasiado larga y está plagada de salidas dramáticas y momentos tremendamente inverosímiles destinados únicamente a hacer que la trama avance a como de lugar.

Uno de los motivos por los cuales se hace larga es algo que ya estaba presente en El orfanato pero que aquí se nota un tanto exacerbada, y es la molesta presencia de un melodrama sentimental que se siente forzado y ñoño (atención a esa imagen final), y sobre todo imposible de combinar efectivamente con los recursos y maneras de cine de terror de los que la película hace gala, lo cual es una lástima porque aquellos momentos en los que la cinta realmente se adentra en el contenido terrorífico son bastante buenos. Es por eso que aquellos instantes dedicados a la exploración del lado romántico de la película se sienten como una interrupción muy poco agraciada que podría perfectamente haber sido dejada de lado en beneficio del lado más macabro del argumento, que en su tramo final alcanza cimas muy interesantes a pesar de que la «sorpresa» no es tal.

Esto y la estética es lo que al final termina haciendo rescatable Los ojos de Julia al menos como ejercicio de terror extravagante y elaborado. Curiosamente, es esta misma estética la que ha inspirado una reflexión breve pero interesante del crítico Jordi Costa en cuanto a la insistencia de gran parte del cine fantástico español de los últimos años en explotar la vertiente filogótica de sus historias en detrimento de otras formas de terror más viscerales y rompedoras. En todo caso, reflexiones aparte, me sigue pareciendo encomiable que Guillem Morales haya conseguido dejar entrever parte del estilo de su ópera prima en lo que es sin duda un intento de aprovechar la vertiente sobrenatural hispana cuya solvencia ante el público mayoritario ha quedado legitimada ya desde los tiempos de El espinazo del diablo (2000), la cual por cierto es mucho más recomendable que esta. El tiempo dirá si dicho estándar continuará repitiéndose.

Reseña: La herencia Valdemar (2010)

Independientemente de los resultados me agrada que una película como La herencia Valdemar (2010) tenga al menos la valentía de atreverse a armar un relato que delata a su director, José Luis Alemán, como alguien ambicioso. Tanto que esta abultada historia de inspiración lovecraftiana ha tenido que dividirse en dos partes, con una secuela que hasta donde sé está pendiente aún de estrenarse. Lo de lovecraftiana por supuesto hay que matizarlo en el sentido de que los responsables de esta cinta no parecen estar tan interesados en abordar la mitología del autor de Providence sino más bien en dar una mirada nostálgica hacia un cine de terror de décadas pasadas en las que el fantástico se asume (por fortuna) sin complejos y se pierde en la recreación de caserones encantados, telarañas y candelabros. Nada de esto, evidentemente, tiene mucho que ver con Lovecraft, pero no creo que eso sea algo que se pueda señalar como defecto o carencia.

Decimos esto porque, como ya mencionábamos anteriormente, adaptar a Lovecraft es muy complicado porque sus mayores virtudes como contador de historias están ineludiblemente ligadas al medio. Por lo tanto, la idea de no optar por un relato específico del autor y simplemente emular el mundo por él creado es buena y sin duda meritoria. De todas formas, las intenciones de José Luis Alemán parecen ir más bien por otro lado y decantarse por un estilo que recuerda más bien al de las producciones de la Hammer y demás joyas del terror gótico de los sesenta y setentas. No en balde la inclusión de Paul Naschy (en la que sería una de sus últimas interpretaciones) en un papel secundario o la idea original de contar con Christopher Lee para el reparto, cosa que no se llegó a hacer. Por desgracia esta misma insistencia nostálgica hace que la película en determinados momentos se sienta increíblemente ingenua y artificial, con diálogos cargados de un dramatismo en ocasiones sonrojante y con determinados detalles estéticos que parecen puestos de forma completamente arbitraria, como por ejemplo la sorpresiva aparición de un zepellín y un tren de vapor en la España del siglo XXI.

Mentiría sin embargo si no dijera que hay cosas que me han agradado de La herencia Valdemar; contrariamente a lo que parece ser la opinión general, el trasfondo de la historia decimonónica es interesante aunque se vea mortalmente herido por la decisión de interpretar personajes históricos anglosajones hablando en castellano con un acento abiertamente hispano (y ya sé que el hecho de que esto mismo realizado al revés no me moleste dice mucho de mí, pero aún así…), algo que junto a lo artificioso de los diálogos termina sacándonos de la película. De hecho es la parte ambientada en la época actual la que menos me importó y la que considero sobraba, pero supongo que esto será el principal enfoque de la inminente segunda parte. Por este motivo la película que comentamos hoy quizás pueda considerarse como el necesario prólogo de una historia que todavía no ha terminado.

Muy a pesar de que sus minutos finales auguren lo contrario, lo cierto es que esta primera parte del relato iniciado por La herencia Valdemar es más bien un melodrama con elementos fantásticos, una historia de amor adornada con una pátina sobrenatural que tiene muy poco que ver con el Lovecraft cuyo nombre se invoca para dotar de prestigio a la película (ya de por sí la trama amorosa tiene poco que ver con el imaginario personal del autor de Providence), pero que hasta cierto punto puedo defender por algunas de sus ideas estéticas y sobre todo por la voluntad de seguir al pie de la letra lo que considera sus códigos propios. La segunda parte, titulada La sombra prohibida (2010) lo tendrá muy difícil al abandonar el mucho más interesante contexto del siglo XIX y regresar a la época actual, pero las imágenes mostradas a modo de trailer al final de esta primera entrega auguran un relato de terror más explícito. José Luis Alemán puede que no haya tenido mucha suerte con algo que hubiese quedado mucho mejor como una miniserie de televisión, pero la ingenuidad de su puesta en escena no deja de ser hasta cierto punto entrañable.

Reseña: Buried (2010)

Una de las cosas en las que todo el mundo parece estar de acuerdo en cuanto a Buried (2010) es la manera como el director Rodrigo Cortés sale airoso de lo que de entrada se perfilaba como el mayor reto de la película: conseguir mantener el interés del espectador por un thriller de noventa minutos que transcurre literalmente en un solo escenario (minúsculo además) y en el que sólo vemos a un actor. Y sin embargo, esta película lo logra con creces hasta el punto de contar una historia genuinamente emocionante en la que siempre está ocurriendo algo y que hace de sus supuestas limitaciones su mejor arma a la hora de montar una intriga digna de un Hitchcock confinado a una locación mínima: un hombre secuestrado en Irak y enterrado vivo dentro de una caja de madera donde la única conexión con el exterior que tiene es un teléfono móvil con el que intentará conseguir su rescate. El punto de vista nunca abandona esa locación ni ese actor (un especialmente inspirado Ryan Reynolds) y con todo y eso mantiene la intriga y la genuina tensión de una carrera contra reloj que depara una que otra sorpresa.

La idea de la intriga vivida y narrada por un personaje aislado del mundo exterior no es nueva; en este sentido Buried recorre el camino trazado anteriormente por clásicos como La ventana indiscreta (1954), del ya mencionado Hitchcock o cintas más recientes como Última llamada (2002), de Joel Schumacher, entre otros ejemplos. La película de Cortés es si acaso más radical en cuanto a la limitación intencional de su espacio, pero al igual que en las otras dos, lo interesante no está únicamente en el gimmick narrativo, ya que al interés argumental hay que sumar el empleo de los esquemas del thriller para tejer una historia con una postura antibelicista y anticorporativa bastante evidente pero en la que el contenido político no se siente forzado ni opaca el factor de angustia y carrera contra el tiempo. Es por eso básicamente que sería un error valor la película únicamente por el hecho meramente anecdótico de transcurrir toda ella en una caja de madera.

Esto me parece así porque a pesar de la sensación de claustrofobia del punto de vista, hay determinados momentos en los que como espectador uno logra olvidarse que está dentro de la caja al dejarse llevar por la entrada de otros personajes en forma de audio que salen del teléfono móvil del protagonista, aparato que por lo demás tiene el propósito de hacer avanzar el argumento insinuando al público una acción paralela a varias bandas que tiene lugar fuera de los confines de madera en los que estamos encerrados y que seguimos con interés en todo momento. El complemento de ambos planos narrativos, por otro lado, está bastante conseguido en el sentido de que realmente nos interesamos por saber qué ocurrirá al final más allá del morbo de ver a Ryan Reynolds retorciéndose y ser sometido a las vejaciones que le depara la película. El desenlace (que por supuesto no revelaré aquí) funciona muy bien (a pesar de ser un tanto tramposo a nivel de construcción) porque revela hasta qué punto Cortés y el guionista Chris Sparling han sabido jugar con las emociones y los nervios de su cautivo público. Todo eso hace que desde aquí consideremos Buried como una de las mejores del año que está por finalizar y una muy digna continuadora de ese tormento y angustia por el que de vez en cuando nos gusta pasar en una sala de cine.