Reseña: Peninsula (2020)

A pesar de que se vendió desde el principio como una secuela de la excelente Train to Busan (2016) y de que está escrita y dirigida por el mismo responsable de esta, Peninsula (2020) podría perfectamente ser un trabajo independiente ya que no solo no tiene ninguna conexión argumental con su antecesora sino que incluso parece un tipo de película completamente distinto, con zombis representados de la forma en que por lo visto el cine coreano suele hacer. De hecho, la cinta resulta ser una ligera decepción si pensamos en ella como secuela ya que resulta claramente inferior, aunque no deja de tener su encanto si la vemos como un producto más de acción/zombis un tanto más eficiente.

Quizá haya jugado a mi favor el hecho de que si bien esperaba con ganas una secuela de la primera parte, los primeros trailers de esta no me parecieron nada buenos de entrada ya solo por el argumento: en este universo ficticio, Corea del Sur se ha convertido en una ruina y su población en un mar de refugiados extendidos por el mundo mientras su antiguo país se encuentra puesto en eterna cuarentena. En este contexto, un grupo de cuatro supervivientes son contratados por un mafioso de medio pelo para infiltrarse en la ciudad devastada de Busan y encontrar un camión que contiene veinte millones de dólares en efectivo simplemente esperando a que alguien los recoja.

El abandono de la trama del Apocalipsis zombi y la inclusión de este ángulo de cine de acción y atracos es algo que me echó para atrás desde el principio, y tal como muchos han comentado ya, el resultado final deja bastante claro qué es lo importante. La trama está no solo más enfocada en la acción sino que incluso hay un montón de secuencias y escenas CGI de persecuciones en coche y que tienen tanta importancia o más que los zombis. Este énfasis en la conducción está rodado además de una forma muy poco realista en beneficio del espectáculo puro y duro, y se nota cuales han sido las influencias detrás de esta idea ya que el clímax de acción de la película parece claramente inspirado en Mad Max: Fury Road (2015) aunque con menos arte y con (casi) tanta hipérbole como la saga de Rápido y Furioso. Entre eso y la estructura clásica tipo Escape de Nueva York (1981) este trabajo es un ejemplo muy genérico de cine postapocalíptico que no va a sorprender a nadie y que probablemente desagrade a aquellos que esperen una nueva entrada de muertos vivientes.

Pero lo cierto es que a pesar de todo no puedo negar que funciona; incluso teniendo en cuenta los evidentes préstamos de otras películas, el mundo creado por Peninsula sugiere un espectro más amplio que se podría, en teoría, explorar en el futuro. A pesar de su poco realismo sabe mantener la acción trepidante que tenía la original y al mismo tiempo respetar algunas de sus constantes de estilo como por ejemplo el melodrama en cámara lenta que a estas alturas ya asocio con gran parte del cine mainstream coreano. No quiero ponerme demasiado exigente con esto porque la he disfrutado a pesar de todos sus problemas, y solo lamento que teniendo en cuenta el hecho de que su director ya había entregado dos grandes obras de cine zombi como la ya citada Train to Busan y el grandioso largometraje animado Seoul Station (2016), para la tercera parte haya decidido darnos un trabajo mucho más comercial y olvidable.

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