Entre las primeras reseñas que leí en su momento de Musa (2017) estaba aquella idea según la cual, con esta película, Balagueró se adentraba en terrenos distintos a los que solía tocar en su cine de terror. Después de haberla visto me sorprende esta afirmación ya que me ha parecido todo lo contrario: su más reciente cinta parece más bien un retorno a los orígenes no sólo para él sino también para Filmax, ya que esta historia participa precisamente de aquellos aspectos temáticos y estéticos que impulsaron tanto a Balagueró como a la productora que ayudó a levantar. Nuevamente tenemos aquí una historia de terror gótico ambientada en la época actual y que involucra muchas de las claves argumentales que ya vimos en Los Sin Nombre (1999), aunque en esta ocasión el guión está basado en una novela de José Carlos Somoza titulada La dama número trece.
El argumento es precisamente el punto que considero más débil de la película; no he leído la novela en la que se basa, pero la sensación que despierta es la de un thriller muy genérico con un trasfondo de conspiración alrededor de elementos de la cultura clásica, algo que estuvo muy de moda entre los noventa y principios de los dos mil gracias a obras como El club Dumas y El código Da Vinci, y que aquí se sienten como algo reciclado y muchas veces visto. Encima la trama acerca de unas misteriosas mujeres guardianas de secretos milenarios se vuelve por momentos increíblemente enrevesada y confusa, como si quisiera hacerle creer al público que la película es más inteligente de lo que es cuando por el contrario muchos de sus elementos son topicazos muy manoseados incluso para los estándares actuales, además de que sus referencias de alta cultura son empleadas de forma muy superficial; digamos que ya sabía que algo iba mal desde el momento en que la película abre con una mujer leyendo en voz alta La divina comedia como si fuese un poema de amor.
Esta discrepancia de tono y la insistencia en ser un thriller cultural-conspiranoico debería ser prueba suficiente de la que considero la mayor carencia de la cinta, y es que todo en ella, desde la estética hasta el cartel, parecía indicar que estábamos ante una película de terror cuando en muchos sentidos no lo es. Tiene escenas de miedo, es gráfica en cuanto a violencia y toma varios de sus aciertos de una tradición de terror europeo que recuerda en ocasiones al Dario Argento de Inferno (1980), pero no hace nada interesante con eso. Aunque la explicación del argumento es sobrenatural, estamos ante todo ante una película de fantasía más oscura de lo habitual y que ya hacia el desenlace se descalabra por completo convirtiéndose en un relato de heroísmo banal y sonrojante que encima termina de forma abrupta y poco satisfactoria.
Musa fue bastante ignorada en el momento de su estreno pese a que el nombre de Balagueró es uno de los más reconocibles en el panorama de terror hispano. En esta ocasión, sin embargo, parece haber tirado la toalla en su intento de recuperar parte del espíritu narrativo que lo hizo famoso hace ya casi dos décadas. Este quizás no sea su peor trabajo, pero ciertamente es muy mejorable, aunque creo que sus principales problemas tienen que ver con un argumento poco atractivo que necesitaba quizás de las dosis de terror que este director sí ha sabido implementar correctamente en el pasado, en lugar de ese sonrojante cuento de fantasía sentimental en el que termina convirtiéndose.